Concept

Cooperativismo en Euskal Herria (2001 version)

Los inicios del catolicismo agrario. La Federación Católico Social Navarra (F.C.S.N.) agrupó al amplio movimiento cooperativo católico cuya trayectoria, iniciada en 1904, ocupa una parte relevante de la historia del campesinado navarro del siglo veinte. Durante su larga existencia, sin embargo, la Federación vivió cambios importantes que afectaron a la composición inicial, estado legal y fines perseguidos por la obra social católica en el sector agrario.

El nacimiento y la difusión de las entidades socioeconómicas de carácter cooperativo estuvieron íntimamente relacionada tanto con el amortiguamiento de los efectos dramáticos producidos por la crisis finisecular en la economía campesina dedicada al cultivo de secano del trigo y la vid, como con la apertura de un amplio abanico de posibilidades económicas relacionadas con la expansión del capitalismo industrial. La paulatina difusión y aplicación de recientes adelantos técnicos (nuevos tipos de arados, segadoras y atadoras mecánicas, tractores y abonos químicos, entre otros), emparejada a algunas iniciativas oficiales impulsadas desde la administración (mejora de caminos, planes de irrigación, enseñanza agrícola, centros de selección y de mejora de semillas), posibilitó la gran aventura agrícola de la época, la "gran roturación", esto es, la conquista para el cultivo de amplias zonas de superficie de secano dedicadas secularmente para pastos del ganado. Además este proceso roturador vino acompañado por la ampliación de la superficie de regadío y la introducción de nuevos cultivos como la alfalfa, la remolacha y el maíz. Como resultado de estos cambios en la actividad agraria se produjo un amplio crecimiento de la producción y de los rendimientos por hectárea, así como un mayor grado de transformación industrial y comercialización de los productos agrícolas bien expresado en la erección de plantas fabriles azucareras, harineras y conserveras.

En este amplio escenario de profundas transformaciones en el mundo del agro se desarrolló la iniciativa cooperativa vinculada a la doctrina social de la iglesia que trató de recuperar e incrementar el nivel de ingreso de los sectores más débiles económicamente del campesinado parcelario, mediante el ofrecimiento de diversos servicios a los pequeños propietarios y cultivadores directos. La posibilidad de adquirir créditos a bajo interés con los que recomponer las maltrechas economías familiares se hizo mediante el establecimiento de las Cajas Rurales, cooperativas de ahorro y crédito dirigidas a facilitar préstamos de capital a bajo interés para la mejora técnica de las explotaciones. Aquellos sectores de campesinos que habían conseguido eludir la dramática salida de la emigración pudieron optar, de esta manera, por permanecer al frente de sus propiedades en las cuencas prepirenaicas y en la zona media, y contribuir a la forja de las sólidas bases del cooperativismo agrario en esa parte de Navarra aprovechando la favorable coyuntura económica que aproximadamente se inició en 1906. De este modo, aunque siguió siendo fuerte el reclamo que ejercían la capital y los núcleos industrializados de Vascongadas, la participación de un sector del pequeño campesinado en la nueva coyuntura de expansión del capitalismo agrario fue favorecida por el entramado socioeconómico establecido por el cooperativismo de signo católico.

Además, este movimiento social fundó numerosos sindicatos agrícolas y otras entidades sociales similares dedicadas a la compra en común de abonos químicos y otros productos necesarios para las labores de cultivo, comercializando incluso parte de la producción agrícola en el mercado e incrementando, en consecuencia, el nivel de la renta agraria. De este modo, si la aparición de las cooperativas de ahorro y crédito ayudó a la liberación del campesino frente a las prácticas usurarias establecidas por los prestamistas, la presencia de los sindicatos agrícolas supuso una relajación de la dependencia secular que intermediarios, almacenistas, comerciantes al por mayor y especuladores habían venido ejerciendo sobre los pequeños productores. La primera etapa del cooperativismo católico quedó señalada, en cierto sentido, por su enfrentamiento con sectores de comerciantes e industriales que se resistían a perder el dominio elitista de las relaciones de poder que habían establecido sin competencia en el ámbito económico local.

El potencial organizativo del cooperativismo católico fue enorme desde sus inicios gracias a su vinculación con el carlismo y a la incesante labor de propaganda militante del clero rural tradicionalista. Esto supuso desde el principio el enfrentamiento con las ideologías y organizaciones de clase que comenzaban a ser conocidas en Navarra, especialmente con la socialista. De hecho, las proclamas populistas tan frecuentes en los escritos de los propagandistas clericales durante los años de despegue del catolicismo agrario no significaron en modo alguno un rechazo rotundo y definitivo del sistema capitalista. Ciertamente se criticaron los excesos a que daba lugar este sistema económico, se exigió del rico hacendado solidaridad cristiana y mejor disposición a la hora de ofrecer tierras en arriendo, y plantearon una cierta competencia a las elites locales a la hora de ofertar servicios necesarios para el pequeño campesinado. Pero el núcleo ideológico vertebrador del movimiento fue la lucha cerrada contra lo que los católico agrarios denominaron las ideologías exóticas. Su objetivo se centró en impedir la expansión de las ideologías de clase presentes ya en la capital hacia las zonas rurales, algunas de las cuales eran, por otra parte, escenario de numerosas movilizaciones campesinas para conseguir la reversión al común de los vecinos de las propiedades comunales privatizadas en épocas pasadas.

En resumen, la actividad cotidiana del catolicismo agrario en Navarra vino a reflejar sistemáticamente dos de sus objetivos más importantes. Por un lado, como oferente de servicios que vincularan a un sector del pequeño campesinado con la onda expansiva del capitalismo agrario, la Federación contribuyó en alguna medida a la modernización económica de la agricultura y, por otro, al postularse como representante de los intereses campesinos ante las instancias locales, provinciales y estatales, amparados en un discurso agrarista de defensa de "todo" el campesinado y de "toda" la agricultura, de marcado carácter antisocialista y revestido de un ropaje apolítico, la Federación contribuyó a la formación de la base social y electoral de los partidos políticos conservadores y antirrepublicanos (la Confederación Española de Derechas Autónomas, C.E.D.A. y el carlismo). En definitiva, la práctica socioeconómica de sus entidades, cooperativas de ahorro y préstamo (cajas rurales) y de compra en común (sindicatos agrícolas), fue complementada, a pesar de su profesión de movimiento apolítico, con su intervención directa en ayuntamientos y organismos dependientes de la administración foral y en la propia Diputación, y con el apoyo prestado a opciones políticas de marcado carácter derechista.

Emilio MAJUELO GIL