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Vitoria-Gasteiz. Arte

En los dos últimos siglos y conforme nos vamos acercando al final del siglo XX y al final del segundo milenio, los acontecimientos de todo tipo se precipitan y experimentan una aceleración que a veces los hace inaprensibles. El hecho artístico no es una excepción. A mediados del siglo XIX, al mismo tiempo que se continúa con el gusto neoclásico, el Romanticismo se introduce con un nuevo sentido estético. En arquitectura, los neoestilos y pintoresquismos hacen acto de presencia tanto en los edificios religiosos como en los domésticos.

Dentro de la corriente neogótica se construye la Catedral Nueva de María Inmaculada, encargada en 1905 por el Obispo Cadena y Eleta y proyectada por los arquitectos Julián de Apraiz y Javier Luque. Por diversas circunstancias, las obras se detuvieron y reiniciaron, prolongándose hasta su finalización entre 1969 y 1973. El templo de cruz latina, tiene cinco naves y un crucero de tres más girola.

Cristóbal de Lecumberri y Fausto íñiguez de Betolaza levantan el Monasterio de las Salesas en 1879. Responde al neogótico francés de una sola torre. Las casas que se construyen en el ensanche sur responden a un eclecticismo muy propio del momento que perdurará hasta bien entrado el siglo XX. Se conservan muchos y variados ejemplos así que nos limitaremos a unos pocos.

En 1866, el arquitecto Salustiano Ydalga construye para Don Heraclio Fournier las casas de la calle Manuel Iradier nº 9. Las fachadas de almohadillado y sillería dan a dos calles y se suaviza el chaflán con una rotonda.

Para el mismo ciudadano, Julio Saracíbar construye en 1903 la casa nº 41 de la calle San Antonio que hace esquina con la calle Manuel Iradier, también con rotonda en el chaflán.

Francisco Albiñana proyecta en 1916 la casa-taller para Don Antonio Bonilla en la calle de Vicente Goicoechea nº 15, ya dentro de la corriente modernista. De tres plantas, enlucida en blanco, abre la fachada con amplias ventanas abalconadas y miradores donde se concentran los motivos ornamentales.

El siglo XX inaugura la expansión de Vitoria hacia el campo. Lo hace a través del Paseo de la Senda, Paseo de Fray Francisco y Paseo de Cervantes. La alta burguesía construye sus villas y palacetes próximas al centro urbano pero en contacto con la naturaleza.

Julio Saracíbar construye en 1901 la casa para Rudesindo Zuloaga al final del Paseo de la Senda. Recuerda los hoteles franceses del barroco con sus dos plantas coronadas por mansardas y decoración en los dinteles y repisas de los vanos.

El mismo arquitecto y en el mismo año levanta la llamada "Casa de las jaquecas" en el paseo de Fray Francisco nº 2. Destaca por la decoración vegetal y por la doble pareja de dos hombres y dos mujeres que soportan el suelo de los miradores.

De nuevo Julio Saracíbar en el Paseo de Fray Francisco hace Villa Sofía y Villa María en 1901. La primera responde a planteamientos historicistas del más diverso signo con predominio de elementos islámicos, mientras que la segunda se define por su pintoresquismo. Podríamos decir que los pintoresquismos de distintos orígenes y basados en arquitecturas tradicionales europeas están presentes en mayor o menor medida en las villas que jalonan los tres paseos.

Como edificio para espectáculos, Vitoria contaba desde 1817 con el Nuevo Teatro. El autor de los planos fue Silvestre Pérez y llevó la dirección de la obra Manuel Ángel Chávarri. De raigambre clásica, fue destruido por un incendio en 1914. En su lugar, José Yarnoz levanta un edificio parecido para el Banco de España.

El edificio de Correos y Telégrafos, en la calle de Postas nº 9 data de 1922, siendo su autor Luis Díaz Tolosana. Tiene aspecto de casa torre, con arquerías en la planta baja, esquinales cilíndricos y ventanas en arco de medio punto.

Ajuria Enea, en el paseo de Fray Francisco responde a un historicismo autóctono de casa-torre. Se levanta en 1920 por encargo del Industrial Don Serafín Ajuria y el proyecto se ha venido atribuyendo a Alfredo Baeschlin, figurando como contratista Hilarión San Vicente. En el mismo paseo, en 1912, Don Ricardo Augusti encarga su palacio a los arquitectos Julián de Apraiz y Javier Luque. De planta cuadrada y gran volumen, entremezcla elementos renacentistas y barrocos. Actualmente es la sede del Museo de Bellas Artes.

El racionalismo arquitectónico hace acto de presencia en la década de los treinta del siglo XX de la mano de Jesús Guinea, autor de las viviendas de la calle San Antonio nº 30, 32 y 34, aunque, casi simultáneamente Pedro de Asua levanta el Seminario Diocesano dentro de la tradición herreriana-escurialense pero con la estructura realizada en hormigón.

Miguel Mieg y Eugenio Arraiza construyen entre 1946 y 1950 el conjunto de Gobierno Civil siguiendo las pautas de una arquitectura oficialista neoherreriana característica del franquismo.

Las tres últimas décadas aportan las más decididas soluciones dentro de las nuevas corrientes arquitectónicas, sin que por ello se abandonen recurrencias un tanto sorprendentes. Entre las primeras contamos con:

  1. Las oficinas municipales de la calle Dato nº 11 de Miguel Mieg, Miguel Mieg Solozábal y Enrique Guinea, de 1968.
  2. La Casa de la Cultura de Antonio Fernández Alba y José Erbina, de 1976.
  3. Las oficinas de la Hacienda Foral de José Luis Catón, en 1992.
  4. El palacio de Justicia de Iñaki Aspiazu y Javier Botella, de 1994.

Entre las segundas:

  1. El Banco de Santander de Fernando Chueca Goitia, realizado en 1975 bajo el recuerdo del neomedievalismo
  2. El edificio de Bankoa, de 1985, obra de Luis Peña Ganchegui, con elementos autóctonos.

En cuanto a la arquitectura religiosa, tenemos que mencionar tres nuevas parroquias.

Entre 1958 y 1960, los arquitectos Javier Carvajal y José María García Paredes erigen Nuestra Señora de los Ángeles. Se aúnan diferentes funciones: templo, servicios parroquiales, club social. El templo triangular tiene planta en forma de proa y la nave converge hacia el presbiterio. Separado, se encuentra el campanil de hormigón.

En 1960 se inaugura la parroquia de la Coronación de Nuestra Señora, de Miguel Fisac. De planta elíptica, con muro recto sobre la entrada y en el lateral derecho, hace confluir la atención sobre el altar.

Luis Peña Ganchegui levanta la parroquia de San Francisco de Asís entre 1969 y 1970. De planta cuadrada, está inspirada en la Plaza Nueva; su cubierta a cuatro aguas tiene forma piramidal.

Por último, en 1979, Luis Peña Ganchegui y Eduardo Chillida nos ofrecen la Plaza de los Fueros. Se trata de una plaza-monumento a los Fueros, un símbolo y lugar de reunión, la suma de arquitectura y escultura.

A lo largo del siglo XX, Vitoria se ha convertido en un museo de escultura al aire libre. El ornato de la ciudad ha proporcionado las debidas oportunidades a los artistas para situar sus obras en relación directa con los ciudadanos desde la figuración a la abstracción, desde la narración al concepto.

El Monumento a la Batalla de Vitoria de Gabriel Borrás se inaugura en 1917. Con un planteamiento didáctico narra acontecimientos bélicos de la Guerra de la Independencia.

La exaltación de las virtudes cívicas se encuentra en el Monumento a Eduardo Dato de Mariano Benlliure en el parque de la Florida. Inaugurado por Alfonso XIII en 1925, nos presenta la efigie de Dato en un medallón y la alegoría a la Ley de Accidentes de Trabajo.

Lo mismo se puede decir del monumento al explorador Manuel Iradier, también en el parque, fruto de Lorenzo Ascasibar. O del Monumento en bronce a Mateo Benigno de Moraza, de cuerpo entero, aparece en actitud de pronunciar su discurso de los fueros.

En la Plaza del Arca se nos aproxima la altísima figura del Caminante de Juanjo Eguizabal; fechada en 1985 resultan inevitables las referencias a Giacometti. Casto Solano representa su Reflexión en la figura de un hombre barbudo sentado en un banco de la calle Dato y en 1995 conmemora el sufrimiento de los niños en la escultura dedicada al paquistaní Iqbal Masih.

En los jardines del Museo de Bellas Artes se congrega una muestra escultórica propiedad de la Diputación: Composición geométrica, en hierro, de Ricardo Ugarte; Roncesvalles de Xabier Santxotena, El Viento de Martín Chirino, El Alcalde de Julio López, Movimiento orgánico de José Luis Álvarez Vélez, Homenaje al Dolmen de Néstor Basterretxea, Homenaje a Visconti de Andrés Alfaro, Arri-Biur de Remigio Mendiburu, y otras más.

Desde los años ochenta, el Ayuntamiento promociona las obras de artistas noveles y de artistas ya reconocidos, llenando las calles y plazas con sus creaciones. La relación de sus nombres se prolonga hasta el infinito. Josetxu Aguirre coloca en la Plaza de Santa Bárbara su escultura en madera Brisas de Mar. Jorge Oteiza instala una de sus Cajas Metafísicas en el jardín lateral izquierdo de la Plaza de la Diputación. Agustín Ibarrola coloca sus Abstracciones en piedra en la Plaza del General Loma.

Para acceder a la pintura de los dos últimos siglos es preciso dirigirse al Museo de Bellas Artes y a sus ricas colecciones. Desde el costumbrismo, el realismo, pasando por el impresionismo y sus secuelas, hasta los últimos "ismos" del siglo XX, en él se han dado cita todas las corrientes en una muestra de indudable representatividad. En el abanico de una temática decimonónica se despliegan retratos, paisajes, folclore, escenas populares, oficios y ocios; el vivir y el estar de unas determinadas gentes en unos lugares concretos.

La obra de Ignacio Díaz de Olano bascula entre el realismo localista y amable, y un impresionismo tardío con no pocas indecisiones. Más resuelta en su vertiente impresionista es la pintura de Pablo Uranga, aunque sin abandonar en cuanto a temática las costumbres populares. Fernando de Amárica es el paisajista por excelencia; su técnica impresionista se ilumina por influencia de Sorolla y, en ocasiones, la fuerza de su cromatismo alcanza a los fauves. Durante las primeras décadas del siglo XX proliferan los pintores de paisaje que siguen la estela de Ignacio Díaz y Fernando de Amárica. Citaremos a Adrián de Aldecoa, Teodoro Dublang, Mauro Ortiz de Urbina, Clemente Arraiz, Aurelio Vera-Fajardo, Obdulio López de Uralde, Tomás Alfaro, Jesús Apellániz...

La obra del vitoriano Gustavo de Maeztu, costumbrista y monumentalista, vigoroso y romántico, se halla principalmente en el Museo de su nombre en Estella (Navarra). Carlos Sáenz de Tejada es más conocido como dibujante e ilustrador. Elegante y cosmopolita, decorativista y seguidor de las modas, hace del cartel un modo de comunicación. En el conjunto de su obra, la mujer, imprescindible, se torna distante, bella y mágica al mismo tiempo. Sus trabajos no excluyen cierto simbolismo.

El grupo "La Pajarita", formado por Suárez Alba, Jimeno Mateo, Pichot, Moraza, Armesto y Jimeno Martínez de Lahidalga, constituye una vanguardia moderada y sin estridencias a partir de los años cincuenta. Su tema preferido es el paisaje alavés y, aunque parten de postulados impresionistas, derivan tibiamente hacia el fauvismo y el expresionismo.

Son inconfundibles los pintores contemporáneos Víctor Ugarte Bejega y Moisés Álvarez Plágaro con sus paisajes.

En la década de los sesenta nacen nuevos grupos de pintura vasca: "Gaur" (Hoy), en Gipuzkoa; "Emen" (Aquí), en Vizcaya; "Orain" (Ahora), en Álava; y "Danok" (Todos), en Navarra. Se proponen abrir nuevos caminos a la investigación pictórica y arrinconar viejas fórmulas de tintes academicistas. "Orain" integra al fotógrafo Alberto Schommer, al escultor Juan Echevarría, y a los pintores Joaquín Fraile, Juan Mieg y Carmelo Ortiz de Elguea.

Luego, ya en la década de los setenta y en torno a Carmelo Ortiz de Elguea, se forma la llamada Escuela de Vitoria con Juan Mieg, Santos Iñurrieta y Alberto González. Su itinerario parte del informalismo apoyado en la naturaleza a través de un paisajismo ordenado y geométrico.

Por otro lado transcurre la actividad de José Luis Álvarez Vélez, sin problemas entre la abstracción y la figuración. Por su parte Fernando Illana desarrolla una pintura organicista de compleja composición y suave cromatismo. José Antonio Fiestras se desliza desde un neoimpresionismo hasta un realismo mágico cargado de lirismo.

Las postrimerías del siglo XX subrayan la relevancia de muchos nombres y notables esfuerzos. José Antonio García Díaz, Juncal Ballestín y sus estructuras, Antonio Ciprés y su atractiva pintura Pop, Iñaki Cerrajería, y sus seductoras abstracciones últimas suaves y líquidas, Gustavo Almarcha, José Carlos Fernández Marcote tan preciso como un antiguo maestro apresando los más esquivos rincones de la realidad, Lourdes Vicente y la botánica enclaustrada. Todos ellos y muchos más (Rafael Lafuente, Miguel González de San Román, etc.) llenan galerías y salas de exposiciones con un empuje constante inmune al desaliento.

En los últimos años han sido declarados "Monumentos" del Patrimonio Cultural Vasco la Casa Taller Bonilla y la Gasolinera Goya.