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Tributo de las tres vacas

El Tratado de Límites de 1856 respeta la sentencia arbitral de 1375. Napoleón III intentó hacer desaparecer el Tributo, como depresivo para Francia, pero los mismos baretoneses se opusieron en pro de las buenas relaciones de vecindad. La tradicional piedra portátil de San Martín fue sustituida por el mojón fronterizo n.º 262. El último año de la II Guerra Mundial, los alemanes prohibieron la celebración de la ceremonia acostumbrada, pero de nuevo se reanudó, y en 1952 se hizo una entrega simbólica de las vacas, conviniendo en el pago de 8.000 pesetas a los roncaleses. Este cambio surgió como consecuencia de las dificultades que suponía bajar las vacas hasta el valle, ya que no existía carretera. Las vacas muestran en todo momento gran fiereza demostrada en el reconocimiento de los dientes que deben hacer los roncaleses para comprobar el buen estado de los animales.

Otro de los cambios de gran importancia efectuados en la ceremonia, éste desde hace algunos siglos, fue la supresión de los tiros de fusil que los roncaleses disparaban apuntando hacia Francia y que de alguna forma eran considerados por los del vecino valle como un sometimiento inadmisible. A lo largo de los siglos han existido algunas discrepancias en la forma de la ceremonia por parte de los baretonenses. Hacia 1895 se extendieron en diversos periódicos franceses -entre ellos "Le Figaro"artículos en contra de lo que consideraban una sumisión indigna por parte de los baretonenses. Estos han continuado con su "sumisión" puesto que las ventajas suyas son sustanciosas. A cambio de tres vacas pueden pastar sus ganados en excelentes pastos de calidad superior a los existentes en la falda pirenaica. Pero la realidad económica queda olvidada por el símbolo y la tradición que sostienen por encima de todo, los roncaleses.

"Nosotros nos gastamos mucho más que ellos. Sólo el banquete de más de cien personas supera muy por encima las 19.500 ptas. Evidentemente tendremos que estudiar el cambio del dinero por las vacas, ya que ahora podemos bajarlas en camión y no como antes que era dificilísimo".

Esta opinión de un roncalés seguramente es compartida por muchos otros. Pero la ceremonia y el ritual están por encima, como lo demuestra la fiesta actual.