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Tributo de las tres vacas

Vemos que, manteniéndose en lo esencial, la ceremonia se enriquece. Reunidas en el puerto de Las Arras (llamado Ernaz) ambas partes, el alcalde roncalés, Pedro Matías Pérez, echó su discursito, preguntando a los baretoneses si venían dispuestos a cumplir la concordia de 1375, a lo que contestaron afirmativamente. Copiamos lo que sigue, para que se aprecie el sabor de época:

" ... Inmediatamente, uno de los sobredichos jurados del valle de Baretons (sic) echó una lanza en tierra desde la piedra y moxón sobredicho, como dice la raya y moxonera de uno y otro valle. Y de parte de dicho valle de Roncal y en nombre de él, y por uno de los jurados, se echó sobre dicha lanza del dicho valle de Baretons, otra, en tanto cuanto dura el yerro o algo más, la punta para Francia, haciendo la señal de la cruz. Y poniendo las manos sobre ella los jurados sobredichos de ambos los dichos valles, se hizo la exhortación del dicho juramento para la observancia y cumplimiento de dicha sentencia arbitraria. Y mediante haber hecho dicho juramento, se dixo por tres veces Paz avant, paz avant, paz avant (paz en adelante)...

Y después de esto, por el señor alcalde de la villa de Ysaba, para ver si eran de recibo o no las sobredichas nos vacas que se deben dar del sobredicho feudo, se recibió juramento en debida forma de F elipe Lasa, vecino de dicha villa de Ysaba, para que vistas y reconocidas, haga declaración desapasionadamente... Y con efecto, puesta en la raya una vaca, la reconoció y declaró ser de recibo, y se recibió aquella por dicha villa de Ysaba. Y así bien, trajeron otra vaca y, puesta en dicha raya, que por su turno al presente año toca a la villa de Uztárroz, se reconoció y declaró no ser de recibo por hallarse tachada, pequeña y de mal pelage, y otros defectos, por lo que no se procedió a su recibo. E igualmente, trajeron la tercera y última vaca; y vista y reconocida por dicho Lasa, declaró ser de recibo, y se recibió por la misma villa de Ysaba...".

Acto seguido, el alcalde roncalés llamó al nuncio para que preguntase si había algún agravio que reparar, pero nadie protestó, dándose fin al solemne acto, no sin antes apercibirse a los de Baretous, para que "saquen otra vaca que sea de recibo en lugar de la que se ha rehusado". En caso contrario, los tribunales habrían de resolver. Los requeridos reconocieron la justicia de la reclamación y prometieron presentar una vaca en condiciones ("sin mácula alguna") en la plaza de Isaba, en el plazo de tres días. Testigos de todo ello fueron don Juan Marco (beneficiado de Isaba) y Rafael Garde (médico) por la parte de Roncal, y dos vecinos de Aramits y Arette, por la de Baretous. Estos cumplieron puntualmente su promesa, presentándose el día 15 en Isaba dos vecinos de Fians, a eso de las once, atando la vaca que traían al mayo de la plaza.

Reconocida cuidadosamente en presencia del alcalde de la villa, Juan Martín Lorea, la dio por buena, siendo aceptada sin más requisitos. Recordamos que las vacas a presentar debían tener dos años y ser "de un dentaje, pelaje y cornaje", como ya señalan Estornés Lasa y otros autores. El auto de la entrega en 1751, agrega algunos pequeños detalles imprevistos más alguna cosilla que mete el escribano por su cuenta. Sobre el momento culminante, escribe:

"Inmediatamente, uno de los del valle de Baretons tendió una lanza en el suelo, pegante al moxón divisorio, arriba especificando, en la misma raya y límite de los expresados dos reinos, según que corta aquella. Y sobre la nombrada lanza se puso otra por un roncalés, haciendo cruz, metida un palmo o algo más en tierra de Francia. Y sobre esta cruz puso su mano, un francés y encima de aquella un roncalés y sobre ellas otro francés, y por lo consiguiente, un roncalés. Y en esta manera, alternativamente, pusieron los unos y los otros, quedando sobre todas ellas la última la de un roncalés ... ".

En 1755 redactó el auto correspondiente el escribano Miguel Ros, al que se le olvidó consignar, por ejemplo, algo que recogió su antecesor: el alboroto que armaron las escopetas de los monteros o soldados roncaleses presentes, "a modo de salva". Por lo demás, una vez recogidas sus lanzas, se saludaron con toda cortesía los representantes de los valles e hicieron otras demostraciones de urbanidad. La recepción de las vacas fue normal este año, tras el visto bueno del perito roncalés. Pero el alcalde de Roncal hubo de llamar la atención a los franceses, por la presencia de tres guardas de la ronda del tabaco, que habían acudido al acto con armas de fuego, siendo esto privativo de los españoles. La advertencia fue recogida sin protesta alguna y los susodichos entregaron las armas sin chistar, siéndoles devueltas al final de la ceremonia.