Monarchie et Noblesse

Sancho VII el Fuerte

Sancho el Fuerte se veía sin hijos legítimos y sin sucesor al trono. Si no se encontraba otra solución la sucesión podía recaer en su sobrino Teobaldo de Champaña, con quien se había enemistado. En la búsqueda de un sucesor se dirigió hacia el rey de Aragón, Jaime I, y ambos monarcas mantuvieron un encuentro en Tudela para acordar un mutuo prohijamiento, estableciéndose cada uno heredero de los reinos del otro. Firmaron este acuerdo el 2 de febrero de 1231, y fue ratificado a los dos meses por los nombres de los reinos de Navarra y Aragón.

Finalmente no se produjo un entendimiento entre ambos monarcas. Sancho VII, ya con una edad avanzada y enfermo, solamente quería recuperar los territorios del antiguo reino; la Rioja, Bureba, Álava, Guipúzcoa y Vizcaya. Jaime por su parte, deseaba emprender acciones de guerra que le aportasen abundantes ganancias.

En su primera entrevista trataron de cómo hacer frente a Lope Díaz de Haro y a los castellanos, y el monarca aragonés le ofreció dos mil caballeros para enviar un ejército contra Lope Díaz. Por otra parte, Jaime I pidió al rey de Navarra un préstamo de cien mil sueldos y le entregó a cambio como garantía los castillos de Ferrera, Ferrellón, Zalatamor, Ademuz y Castielfabib. También donó al navarro Peña Faxina, al pie del Moncayo, y Peña Redonda, para que las fortificase y repoblase. Igualmente se comprometió a preparar mil caballeros que traería para Pascua y otros mil para San Miguel.

La Pascua de ese mismo año el rey de Aragón no cumplió sus compromisos, ya que tuvo que dirigirse a Mallorca. En un nuevo encuentro con Sancho VII, el aragonés, que no podía devolverle la cantidad prestada pues tenía todos sus recursos empleados en las acciones de conquista, le dio al navarro de por vida los castillos de Ferrera, Ferrellón y Zalatamor. Además de otras tantas concesiones que Jaime realizó a Sancho VIII, ambos monarcas volvieron a confirmar el mutuo prohijamiento. En esta ocasión Sancho se encontraba decaído y desconfiaba de sus ricos hombres, a los que acusaba de que sólo intentaban sacar dinero de él.

No llegaron a ningún acuerdo y, el rey aragonés, antes de volver a Mallorca, instituyó como heredero en su testamento, redactado el 6 de mayo de este mismo año, a su hijo. A falta de su hijo, los sucesores inmediatos eran parientes cercanos del rey y no mencionaba en él al rey de Navarra.