El movimiento socialista inicia sus actividades en Vizcaya en 1890 y las características que adquiere en sus primeros años lo marcan decisivamente hasta 1914. Epoca de guerra sin cuartel (Olábarri), de socialismo militante (Fusi), la conflictividad social tuvo un tono de lucha directa, dura y, a menudo, violenta. Los primeros líderes obreros (Perezagua, hermanos Carretero, Pascual, Aldaco, etc.) iniciaron una labor de organización de los obreros en Agrupaciones políticas (el 11 de julio de 1886 se fundó la Agrupación Socialista de Bilbao, la primera del País Vasco) y en Sociedades de Oficio.
Sin embargo, el socialismo no logró la dirección del movimiento obrero vizcaíno -lo que efectivamente hizo a través de la divulgación de sus ideas o de la adhesión a sus filas de un número alto de militantes, sino por su participación decisiva en las tres oleadas de huelgas que se producen entre 1890 y 1911, entre las que destacan las cinco grandes huelgas mineras de 1890, 1892, 1903, 1906 y 1910. De estos conflictos fueron protagonistas los mineros. Los obreros de las fábricas, en cambio, permanecieron al margen de la influencia socialista hasta los años de la Primera Guerra Mundial (en parte debido a sus relativamente buenos salarios, condiciones de trabajo y asistenciales y a los fracasos socialistas en algunos conflictos, como en 1893 y 1899).
Los mineros fueron la fracción de la clase trabajadora que mejor simboliza los conflictos sociales de la primera época de movilización obrera. El carácter que tuvieron aquellos conflictos sociales, empezando por la histórica huelga minera de mayo de 1890, influyó profundamente en la evolución de la política del Partido Socialista. Los mineros impusieron la violencia como su mejor arma de presión, y los socialistas se encontraron ligados a manifestaciones turbulentas que en ocasiones rechazaban, pero que en otras buscaban para reafirmar la línea obrerista del Partido (como Perezagua en 1903). No fue, no obstante, una violencia con objetivos políticos, sino exclusivamente laborales.
El éxito de aquellos métodos creó en los trabajadores la idea de que era más efectivo fiar la resolución de sus demandas a acciones más o menos violentas que a una paciente política de reivindicación organizada desde las Sociedades Obreras. Precisamente, el sindicalismo fracasó (hasta 1910-1911) allí donde los disturbios fueron más graves, las minas. En este contexto de desorganización societaria, la dirección de los conflictos mineros debieron asumirla las agrupaciones del Partido, creándose desde fecha temprana una identificación entre acción sindical y acción socialista.
Así, un Partido político se hizo con el movimiento obrero a través de una dirección sindical. Lo que explica que algunos líderes como Perezagua despreciaran cualquier opción política dentro de la organización que pusiera en peligro el carácter obrerista del Partido. Durante esta etapa militante no llegó a surgir ningún otro movimiento que pudiera constituirse en alternativa a la organización socialista -ni en 1904 católicos y republicanos, ni en 1911 ELA -Solidaridad de Obreros Vascos-, aunque, por otro lado, su radicalismo laboral y su aislamiento de clase le privaron de una proyección política de importancia.
De 1890 a 1909 convivieron, sin tensiones graves, dos tendencias en el socialismo de la región: una, radical sindical, encarnada en Perezagua, Varela, Ruiz, y otros, partidaria de una política de carácter obrerista e inclinada al aislamiento de clase, y otra, moderada política, representada por los hermanos Carretero, Aldaco, Orbe, y, desde comienzos de siglo, por Prieto, partidaria de alejar al Partido de cualquier extremismo político o sindical, de un entendimiento con sectores democráticos y proclive a encauzar la política del Partido hacia la lucha electoral y la moderación laboral. La convivencia de ambos sectores se hizo imposible desde el 7 de noviembre de 1909, cuando el PSOE firmó la conjunción con los partidos republicanos.
La nueva política -defendida con ímpetu, ahora, por Pablo Iglesias- nunca fue del agrado de Perezagua, y su decidida oposición a la misma en 1914 originó su expulsión del Partido. Desde entonces, el nuevo líder del socialismo vizcaíno será Indalecio Prieto Tuero, cuya victoria significaba el final de la primera etapa del obrerismo socialista vasco, caracterizada por el radicalismo político y sindical. El movimiento obrero vasco, guiado por Prieto desde esta fecha, realizará una política laboral más prudente y se centrará en luchas políticas, sobre todo electorales.