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HERNANI (HISTORIA)

La invasión napoleónica. Durante la ocupación napoleónica fue fortificada y guarnecida por los franceses. El 19 de octubre de 1807 se aproximaron las primeras tropas invasoras a Hernani. Gastaminza ("E. Alde", 1913) relata así lo acaecido en el período: "A pesar de lo identificadas que con la causa francesa parece ser que se hallaban las autoridades locales, como se desprende de las comunicaciones oficiales cruzadas entre los varios Alcaldes que gobernaron la villa de 1807 á 1813, y que por orden cronológico fueron: José Joaquín Galardi, Javier Ignacio Elizalde, Bernabé Aramburu y Miner, Juan José Miranda, Cayetano de Arguiñena, Lorenzo Yarza; y los Comandantes de armas de la plaza, Mrs. Peraldi, Cahalle, Pontearre, Besanson y Musio, en el pueblo debía existir bastante animadversión contra los invasores ya que muchos de los vecinos abandonaron la villa para guarecerse mientras durase la dominación, en los montes de Arano y Goizueta, más allá de Picoaga, hasta donde fueron perseguidos por destacamentos del Ejército extranjero que denominaba á los fugitivos con el nombre de bergantes. Prueba de mi aserto constituye el siguiente hecho rigurosamente histórico que demuestra aquella falta de armonía con las tropas advenedizas. Existía á la sazón un herrador que habitaba en la calle Urumea, llamado Mañuel á quien se le presentó un día, cierto caporal de Caballería, bigotudo en rojo, altivo y desdeñoso, pretendiendo herrase inmediatamente al animal que le servía de montura; nuestro buen convecino, bien por exceso de trabajo, bien por apatía en acceder á la pretensión del franchute ó por tácito encono, debió mostrarse algo reacio á los requerimientos bravucones del militar, quien sin encomendarse á Dios ni al diablo, al mismo tiempo que le tildaba de sacre brigand le sacudió una bofetada sin duda como estimulante para la más pronta ejecución de lo mandado, en justa réplica de la cual el pacífico herrador levantando el martillo que para sus menesteres empuñaba en la diestra, dióle al poco aprensivo hijo de Marte tal golpe en la cabeza que le dejó yerto en la tienda, viéndose precisado el agresor á huir inmediatamente hacia Navarra á engrosar las famosas partidas de bergantes. Este hecho fué causa de la orden terminante de fusilar en el acto á cuantos fueren encontrados en las calles con armas ó útiles peligrosos que dictó el primer Comandante en plaza Monsieur Peraldi, el día 6 de Septiembre de 1808, y á cuyo bando no dió publicidad el entonces Alcalde D. José Joaquín de Galardi, muy afecto á los dominadores por temor sin duda á las represalias que tal orden pudiera originar por parte de los soliviantados moradores del Municipio, sin consultar de antemano con las autoridades provinciales, las que puestas al habla con el General Thouvenot, Barón del Imperio y Gobernador de Vizcaya, consiguieron la revocación de tan draconiana disposición. Ya anteriormente hubo una porción de escaramuzas entre los moradores del término municipal; el 12 de abril del año de referencia, por ejemplo, algunos paisanos hirieron, robaron y apalearon en los confines de la villa al Director General de Víveres de la Grande Armée que en coche se internaba hacia Madrid. Más tarde, cuando el propio Duque de Istria, Mariscal del Imperio, Comandante en Jefe de los Ejércitos franceses en el Norte de España, rodeado de lucidísima y numerosa escolta, pasó por la villa con objeto de ponerse al frente de las tropas de su mando, al atravesar la calle Mayor, frente á la casa número 46 un tal Arrache, le disparó, sin consideración á la alta jerarquía del recién llegado, desde el tejado de la referida casa un trabucazo que no surtió el efecto apetecido pero sí gran revuelo, confusión y la inmediata detención del autor y cómplices de la frustrada agresión; gracias á las hábiles gestiones realizadas por el Escribano Primo León de Arrieta y el Licenciado Juan Bautista Ansorena, fueron indultados de la pena de ser pasados por las armas. Con tal motivo el "Consejo Municipal" se creyó en el caso de sincerarse ante el Generalísimo por medio del siguiente oficio, fechado en Hernani el 31 de enero de 1811.

" Excmo. Sr.: La municipalidad de la villa de Hernani, ha recibido un recado de V. E. por medio del Sacerdote beneficiado de Villabona y para desahogarse del acerbo dolor que le atormenta, la memoria de no haber tenido la satisfación de exponer á V E. los buenos sentimientos de sus habitantes á su tránsito por ella el 29 de este mes, ha creído deber hacerlo por esta representación ya que le es imposible manifestarle de otra manera hasta que una nueva ocasión le proporcione este gusto. La municipalidad de Hernani Excmo. Señor estaba confiada en que V. E. se apearía y prueva de esta confianza es que tenía preparada una sala para su recibimiento en casa de la Sra. Doña Rosa Aragorri en cuyas puertas, le esperaba todo el cuerpo municipal, como en el parage más propio pues allí mismo se hallaba montado el Cuerpo de Guardia y las tropas tendidas en la calle, terminaban en la misma puerta. Hacer á V. E. relación de los sacrificios sostenidos por esta villa para la manutención de las tropas Imperiales, no parece oportuno por ahora más crée la municipalidad ser de su obligación asegurarle que pocos pueblos se le aventajarán en la conducta de sus habitantes con respecto á las tropas y al cumplimiento de las órdenes sobre la tranquilidad pública: verdad que atestiguaran todos los Comandantes de plaza que han vivido en Hernani y este aserto suyo disipará si algunos hombres poco discretos por resentimientos particulares quisiesen hacer falsas relaciones sobre esto y si para el momento de la llegada de V. E. estaba reservado el único acontecimiento desagradable que ha ocurrido en el transcurso de treinta y nueve meses de tránsito de tropas, la clemencia bien acreditada de V. E. ha tenido la bondad de exceder á nuestros deseos: pues que no contento con salvarles la vida á sus autores condenados ya á perderlas, los ha dexado enteramente libres. Gracia en que tiene esta municipalidad la más interesante satisfacción y que la tendrá bien impresa para acreditar su reconocimiento. cuando llegue á tener la dicha de ver á V. E.".

No obstante los grandes sacrificios realizados por el Municipio para el sostenimiento de las fuerzas que continuamente se alojaban en la población a cuyo objeto tuvo que vender gran parte de sus bienes incluso las productivas ferrerías de Fagollaga y contraer obligaciones censatarias de las que algunas perduran todavía, en atención a las exigencias de los jefes franceses que llegaban a extremos inconcebibles obligando a convertir en cuarteles la mayoría de las casas grandes del casco, realizar costosas obras de defensa ante la posibilidad de un ataque por parte del enemigo, suministrar raciones, efectos y bagages sin número de reposo alguno, facilitar en una palabra cuanto por necesidad o capricho se les antojara, bajo pena de ser ejecutado militarmente, al abandonar la villa ante la acometividad de las fuerzas aliadas a finales de junio de 1813, entregáronse los franceses a saqueos, expoliaciones y actos de inaudito bandidaje sin consideración alguna a la calidad de las personas, ni a los servicios que les prestaran, como lo prueba el hecho de que una de las víctimas propiciatorias de tan vandálicos actos fue el exalcalde D. José Joaquín Galardi que de manera abnegada y sumisa coadyuvó a la mejor gestión de los intereses franceses: el Sr. Galardi tuvo que retirarse robado, pobre, maltrecho y enfermo a Oyarzun, lamentándose amargamente de las humanas ingratitudes. Así es que al acogerse bajo el recinto hernaniarra las victoriosas huestes inglesas de Lord Graham, el júbilo y alegría fueron de los que hacen época, y aunque no cejaron las peticiones y exigencias de todo género hechas por las huestes nuevamente acuarteladas, la pesadez de tal carga fue mitigada por la consideración del positivo servicio rendido a la patria que gloriosamente tras sacrificios sin fin, conseguía domeñar al coloso ante quien Europa humilde temblara, al victorioso caudillo en cien combates, al grande cuanto infortunado Napoleón.