Concepto

Tierras comunales

A pesar de las adversas circunstancias que han conocido, los patrimonios comunales cuentan todavía en el País Vasco con un gran significado espacial, pero su reparto dista de ser homogéneo sobre el conjunto de los territorios. En contraste con Gipuzkoa y Bizkaia donde su presencia es prácticamente testimonial, Nafarroa y Araba disponen aún de importantes extensiones de tierras comunales, en especial bosques y pastos, aunque tampoco faltan las tierras de labor de aprovechamiento vecinal.

Por las razones antedichas su cuantificación en términos precisos resulta especialmente complicada ya que si, por un lado, el abandono de los usos vecinales ha reducido de forma espontánea, natural, los patrimonios comunales, por otro, y ya sea por desinterés o por las dificultades que ello conlleva, lo cierto es que ni todos los pueblos disponen de un inventario de su propio patrimonio ni se sabe con exactitud las dimensiones de los bienes al no haberse efectuado los preceptivos deslindes en muchos de ellos; y cuando se intenta obtener información a partir de los inventarios existentes, lo más frecuente es que las dimensiones otorgadas a un monte difieran sensiblemente de unas fuentes a otras. En estas condiciones sólo resta intentar una valoración aproximativa, y en tanto no se acometan resueltamente los trabajos inventariales habrá que seguir utilizando como base de información los dos tipos de registros clásicos, los Catálogos de Montes de U.P. y Catastros provinciales, con todas las reservas que sugieren unas fuentes de esta naturaleza, pendientes de actualización e incompletas.

En la Comunidad Foral de Nafarroa las tierras de dominio municipal o concejil y aprovechamiento vecinal alcanzan una cifra equivalente al 45% de la superficie geográfica (Floristán Samanes, 1986), que superaría el 54% si a éstas se sumasen las demás tierras de aprovechamiento vecinal no municipales -Bardenas reales, antiguos montes de la Corona, facerías, etc. En algunos pueblos los comunes representan magnitudes superiores al 80% de la superficie municipal o concejil, figurando en este caso un importante número de localidades de la montaña y, más excepcionalmente, algunas de la Ribera, como Funes y Cabanillas.

En Araba las cifras relativas denotan una situación muy parecida; a partir de los datos proporcionados por el Catastro provincial, Ruiz Urrestarazu ( 1985) evalúa en un 46% de la superficie provincial el conjunto de tierras comunales pertenecientes a entidades municipales aunque, como el propio autor señala, en dicha valoración no se ha tenido en cuenta el tipo de aprovechamiento llevado a cabo en la actualidad. Hay en total 51 municipios que disponen de patrimonio propio y en las comarcas de la Montaña (Arabako Mendialdea), en los Valles (Arabako Ibarrak) y en la Llanada alavesa (Arabako Lautada), los montes municipales alcanzan importantes extensiones, en tanto que en La Rioja (Errioxa Arabarra) y en la Cantabria alavesa (Kantauri Arabarra) se debilita su presencia, tanto en cifras absolutas como relativas. La disposición de las tierras comunales en ambos territorios refleja de forma bastante aproximada los contrastes del medio geográfico en su condición de recurso agrario; en líneas generales, en las zonas montañosas y de escasa aptitud agrícola los comunes se hallan todavía bien representados (Montaña alavesa, cuadrante NO. navarro, Valles pirenaicos, etc.), en tanto que en las áreas de topografía regular y suelos adecuados para la agricultura, como la Navarra Media, la Ribera o La Rioja alavesa, su posición se ha debilitado; pero en los dos casos aparecen importantes excepciones a este principio general, poniendo en cierto modo de manifiesto que tal distribución no obedece tanto a una situación de partida con arreglo a las condiciones del medio, como a los efectos de tendencias más acusadas hacia la privatización, en las áreas de vocación agrícola y posiciones conservacionistas en las de economía forestal y ganadera.

Esta regla no se cumple, sin embargo, en las provincias oceánicas; si así fuera, la intrincada topografía de Gipuzkoa estaría sugiriendo un peso mucho mayor de los patrimonios municipales, cuando lo cierto es que éstos, con una extensión de 27.754 Ha. en total, apenas equivalen al 13,8% del territorio provincial, según el Catálogo de Montes de U.P. En una gran parte de los 35 municipios que hoy disponen de montes propios, las cifras son tan exiguas que carecen de relevancia alguna y en la mayoría de ellos los usos comunales han desaparecido. Sólo se conservan en algunas localidades -Oñati, Oiartzun. Hondarribia, Ataun, Berastegi, Billabona, ligados a recursos ganaderos y/o a la extracción del helecho.

La situación del Comunal en Bizkaia no presenta datos mucho más favorables. Siguiendo una vez más la información del Catálogo de montes de U.P. ( 1987), los de dominio municipal alcanzan a 37.268 Ha., equivalentes al 16,8% de la superficie provincial. En ocasiones no es el municipio el titular dominical sino las anteiglesias (Alonsotegi, anteiglesia de Barakaldo, titular del monte Ganekogorta, de 340 Ha.) o las aldeas integrantes de un municipio como Belandia, Mendeika, Lendoño de Arriba, Lendoño de Abajo, componentes del municipio de Orduña, o las encartadas de Pando, Montañán, Ranero, Zamala, Sangrices, etc., del de Karrantza y las aldeas de Trucíos. Estos montes se distribuyen en 54 municipios pero sólo excepcionalmente -Karrantza, Orozko, Orduña, Muskiz, Sopuerta y Balmaseda- llegan a cubrir más del 40% del término municipal. Para una gran parte de tales patrimonios la calificación de comunal puede resultar excesiva en la actualidad al haberse abandonado el uso vecinal, sin embargo, así es como aparecían catalogados en el primer inventario firme efectuado tras el último proceso desamortizador (1901), haciéndose eco, con seguridad, de la situación existente a comienzos de siglo.

En el sector montañoso del País Vasco continental los bienes comunales adquieren también una entidad importante, entidad que se incrementa de oeste a este de manera que si en el cantón de Saint Etienne de Baigorri el porcentaje sobre la superficie total alcanza al 25%, en el de Donibane Garazi es del 35% y del 50% en el cantón de Tardets; en el resto su presencia se debilita -20% en Mauléon y La Bastida-Clairence- hasta llegar a ser prácticamente testimonial en el cantón de Iholdy, el viejo País de Ostabaret (Lefébre Th., 1933). En las Tierras altas los usos y organizaciones pastoriles han conservado bien los modos tradicionales de aprovechamiento en común; por contraste, en los municipios de economía predominantemente agrícola -colinas y tierras bajas-, aunque subsiste el principio de apropiación colectiva, sin embargo, la costumbre de dividir en lotes las landas comunales y de repartirlas por sorteo entre los vecinos para ser cultivadas individualmente, ha terminado debilitando las fórmulas comunitarias, reducidas en todo caso, a meras servidumbres de pasto.