En la primavera del año 1087 los reyes de Pamplona-Aragón y de Castilla llegaron a un acuerdo para resolver las cuestiones pendientes sobre el reparto del reino de Pamplona. Por medio de este pacto solventaron dos asuntos; por un lado, la posesión de las tierras occidentales del reino, y por otro, la prestación de vasallaje a Castilla. Las tierras pamplonesas occidentales que habían sido adquiridas fraudulentamente en 1076 (la Bureba meridional, la Rioja y el Sur del Ega, Vizcaya, el Duranguesado, Marañón y Álava, y tal vez una parte de Guipúzcoa), quedarían definitivamente bajo el dominio de Castilla. En el reino de Pamplona se integrarían la cuenca del mismo nombre, las montañas situadas al este del río Aragón, incluidas Sangüesa, Sada y Eslava, y también la recién conquistada villa de Arguedas.
En este acuerdo se dispuso la creación de un condado de Navarra, condado que estaría integrado por el corazón del reino (la ciudad de Pamplona, Monjardín, Falces, Ujué, Tafalla, Aibar y Leguín). Los términos bajo los que se estableció la creación de este condado suponían claramente una concesión al rey castellano. Su primer conde, que quedaba bajo el rey de Pamplona y Aragón, sería Sancho Sánchez, pero este conde debía prestar, por dicho condado, vasallaje al rey de Castilla Alfonso VI. Prestar vasallaje al rey castellano se traducía en la obligación de acudir a la defensa de Toledo cuando esta ciudad fuese atacada por los musulmanes. A partir de esta fecha el rey Alfonso VI se tituló Emperador de las "naciones de Hispania" y Sancho Ramírez incrementó la defensa en las fronteras, encomendando las tenencias a personas de confianza.