Concepto

Parentesco (versión de 1993)

La voz íñude. Pasemos, para terminar, a otra explicación etimológica fundada en el sacrosanto respeto a las apariencias, y esta vez no como inocentes, sino como claramente culpables. Báhr incluye, no sin razón, un(h)ide, iñude «nodriza» entre las denominaciones próximas a los nombres de parentesco, y piensa que la primera es la variante más antigua. Estoy completamente de acuerdo, ya que hay claras razones geográficas e históricas que abonan su idea. Como él, creo además natural ver en el nombre el suf. (k)ide, tan general sobre todo en el pasado, que no falta en nombres de parentesco: a(h)ide «pariente» (cf. FHV 306, n. 12), haurride y variantes «hermano en general», en Landucci llobaide «primo» (lit. «con-sobrino»), etc. Lo que ya no está tan claro, sino completamente oscuro, es la identificación de su primer miembro. En Anuario del Seminario «Julio de Urquijo» 2 (1968), 73 ss., se ha publicado un trabajo, de fecha nada reciente (se presentó al III Congreso Internacional de Estudios Pirenaicos, Gerona, 1958), de Manuel Agud y el autor de estas líneas, sobre los nombres de la «comadreja» en el País Vasco. Es de todos conocida la inmensa literatura que existe sobre las denominaciones, a menudo muy pintorescas, que ese animal ha recibido en distintas lenguas: la nuestra no era más que una muy modesta contribución, desde un punto de vista geográfico ante todo, a un tema que, incluso en el aspecto puramente vasco, había sido ya repetidamente tratado por Schuchardt y otros. Lo que aquí pone a «nodriza» en relación inevitable con «comadreja» es uno de los nombres de este animal, nombre compuesto que, a ojos de todos y también a los nuestros, contiene como miembro final el nombre vasco de la «nodriza»: erbiunide, erbiñude, ergunidea (con artículo, en Landucci, que constituye el testimonio más antiguo de la palabra), etc. Lo mejor será, para juzgar mejor de su fortuna o de su desacierto, citar literalmente nuestras conclusiones (p. 77 s.): «Esta voz se explica espontáneamente como un compuesto de erbi «liebre»...e iñudelunide «nodriza». La distribución de variantes en el nombre del animal no está en desacuerdo con la de las variantes iñude/unide...Falta toda prueba de que, como quiere Schuchardt, erbiñude sea una denominación peyorativa del animal, a la inversa de xatandre. Lo probable es que ambas sean denominaciones halagüeñas (propiciatorias). Con todo, la etimología vasca propuesta, y que se puede llamar popular..., no tiene semánticamete en su apoyo más que el hecho general de que el nombre propio del animal ha sido evitado con frecuencia y sustituido en muchos casos por nombres que se refieren a la mujer («comadre», «señora», «nuera», etc.)...A pesar de todo, no conocemos en el folklore vasco nada que apoye directamente esta interpretación». Por lo que hace a la cronología relativa de las distintas denominaciones, nuestra opinión aparece en la p. 81: «Por razones de geografía lingüística (discontinuidad y, al menos en parte, situación lateral), se diría que satandera es el término indígena más antiguo. Carece de equivalente en las regiones vecinas en época moderna. El área de erbiñude es más extensa, pero también más continua». A esto podrían agregarse razones formales de mucho peso: satandera, con sat- de sagu «ratón», es un excelente ejemplo de la reducción que experimenta la sílaba final del primer miembro en compuestos antiguos, mientras que en erbiunide, etc., cualesquiera que sean sus componentes, nos hallamos ante una mera yuxtaposición de elementos, sin que se observe la pérdida, regular en tantos casos, de la -i final del primero. Ahora pienso que lo que escribimos hace más de diez años puede mantenerse en cuanto se refiere a la difusión de los distintos nombres: es más, como vamos a ver, hoy creo que erbiunide no es independiente de denominaciones en lenguas vecinas, sino que es un calco (o imitación, por lo menos, hasta cierto punto) de alguna de las más extendidas. Todo el mundo es hoy opuesto, y con muy buenas razones, a la alegre facilidad con que humanistas de siglos pasados proponían retoques y correcciones a los textos clásicos tal como nos habían sido transmitidos por la tradición textual. La razón de esta oposición actual es evidente: la experiencia -es decir, un mejor conocimiento de los distintos estados y niveles de lengua- ha mostrado que eran, por no decir más, superfluas y hasta impertinentes. Ello no quita, con todo, que alguna de estas correcciones, fruto de una acertada intuición más que de un sólido fundamento filológico, se siga manteniendo sin variación en las ediciones más modernas. Lo que yo propongo, siguiendo el símil de la crítica textual, es un pequeño, muy pequeño, retoque de las formas transmitidas. A nadie puede ocultársele hoy la importancia que tienen los fenómenos de inducción (y, entre ellos, la disimilación) en los dialectos vascos, y ya Uhlenbeck enseñó cumplidamente que han de ser tenidos siempre muy en cuenta cuando se trata de restituir la forma antigua de palabras vascas. Por ejemplo, y para añadir uno más a los muchos que ya van reunidos, no se comprende muy bien, o al menos yo no la comprendía, la formación de bizkitartean «entretanto», a.-nav., b.-nav. común (en Salaberry bizkitartian «cependant», clasificado como conjunción, es un calco evidente, basado en el valor primario adverbial de la palabra) y lab., frente al común bitartean, de igual significado y documentado en fecha mucho más alta. La dificultad morfológica estriba en que un infijo -zki- no existe fuera de las formas personales del verbo, donde está bien documentado como pluralizador. Pero la dificultad desaparece y todo queda en regla si se piensa como origen en bi(a)z bitartean «entre dos (cosas, sucesos, etc.)», de donde bizpitartean (cf. bizpahirur, bizpor, bizpur «dos o tres», bizpalaur, lit. «dos o cuatro», hiruzpalaur lit. «tres o cuatro», cuyo formante intermedio es ezpada «si no es», equivalente a edo «o», no disyuntivo), y de aquí, por disimilación, bizkitartean. Si se acepta erbiunide como erbi + unide, como si dijéramos at face value, la dificultad semántica es evidente: nos quedamos prácticamente con dos interpretaciones posibles, según la estructura sintáctica subyacente [Cf. E. Benveniste, Fondements syntaxiques de la composition nominale, ssL 62 (1967), 15 ss.] Este género de interpretación es, como se sabe, algo tan antiguo como actual, erbiaren unidea «la nodriza de la liebre» (tipo ind. ant. raja-putrá- «príncipe», lit. «hijo de rey») o erbia unide da (tipo gr. iatró-manti-s «adivino, que es también médico») «la liebre es (hace de, etc.) nodriza», ninguna de las cuales, por falta de paralelos internos o externos, es satisfactoria. Si se toma en cuenta la posibilidad de una disimilación, sin embargo, salta a la vista que unide tiene dos consonantes apicales, mejor dicho, sus dos únicas consonantes, n y d, son apicales: la probabilidad de que una apical anterior se disimilara es, por lo tanto, sumamente elevada. Basta, pues, con partir de erdi-unide, cuya primera d se ha cambiado generalmente en b, gracias al apoyo del común erbi «liebre», pero también en otras consonantes, como g, etc. Este erdi podría ser «medio, mitad», el mismo que aparece en tantas expresiones vascas como erdi-lengusu «medio (casi) primo», etc., pero tales formaciones parecen en suma demasiado modernas. Pero este erdi (sin duda el mismo, como ya señaló Tovar con el paralelo de lat. pars/parere, a lo cual habría que añadir el de or. erdietsi, etc., «conseguido», cf. lat. bona bene parta etc.) El emparejamiento de formas con -rd- como erdietsi, en FHV, p. 341, con otras occidentales con -r- es posiblemente erróneo, porque estas últimas pueden explicarse, al menos parcialmente, como compuestos de etsi y del primer elemento que se repite en jaregin, jarei(n), «soltar, libran» (de egin «hacer») y vizc. jaramon (de emon «dar»). Se emplea también como radical verbal con el significado de «parir, dar a luz». Eso nos llevaría, naturalmente, a erdiunide, lit. «nodriza de parto», lo cual nos dejaría en las proximidades del ámbito referencial de «comadreja». «Comadre se llama también -leemos, por ejemplo, en el Diccionario de Autoridades- á la muger que tiene por oficio el asistir y ayudar á parir a las otras, que por otro nombre se llama Partera», con un texto de Quevedo en que se habla de comadres o parteras. Y de la misma manera Larramendi traduce «comadre, commater» por amaquidea (término forjado sin duda por él mismo, de ama = mater y -kide = com-), comaia, pero también «comadre, partera, obstetrix» por emaguiña. Forma general, cuyo análisis no deja de presentar dificultades. En el Suplemento, Larramendi añadió, tomándolo posiblemente de la parte desaparecida de RS, «partera, uzularia» (suf. -(l)ari). El vizcaíno, ya desde Micoleta, tiene además andra maestra, semejante al fr. sage femme. En Francia hay fr. med. conimère «nourrice», junto a formas dialectales donde el término vale «sage-femme», etc. En lo formal, sea dicho de paso, el sufijo -(k)ide cuya presencia se ha señalado en vasc. unide es el equivalente exacto por el sentido de com(mater) o el de mid- en inglés midwife «partera». La razón unide/erdi-unide que hemos postulado se corresponde en apariencia con la de al. Amme «nodriza»/ Hebamme «partera», pero los entendidos piensan que la relación entre estos dos términos no es tan lineal como aparenta.