El sufijo -ba. Cuanto antecede viene, o trata de venir, a cuento del sufijo -ba, frecuente en los nombres vascos de parentesco -aparece casi en todos ellos, como decía Schuchardt, y solamente en ellos-, que, por esta adscripción exclusiva y hasta por la extrañeza de su forma (los sufijos en b/p son mucho menos corrientes en vascuence que los formados con d/t o g/k, por ejemplo), se ha prestado a muchas y diversas especulaciones. No se ha llegado, sin embargo, que yo sepa, a resultados de alguna solidez: que algo tiene que ver con el parentesco, está dado, como hecho inicial, por la distribución misma. (Cf. Schuchardt, loc. cit., que sigue siendo acaso el estudio más importante: el significado originario de illo-ba, por ejemplo, habrá sido «leiblicher Neffe». Pero la adscripción exclusiva de -ba a la «Blutverwandtschaft» parece que tropieza con su presencia en los nombres de la «suegra» y del «suegro»). Esta distribución, con todo, es un tanto sorprendente, por lo que los contraejemplos (los nombres de parentesco en que no ocurre) son tanto o más significativos que los ejemplos. Schuchardt creyó admisible que significara originalmente algo así como «madre», ya que algunas de sus muestras sugieren que se empleaba cuando alguno de los términos de la relación era de sexo femenino. Así, entre miembros de la misma generación, no lo lleva el común anaie/-a «hermano» (simétrico, «hermano ((de hermano))», en zonas occidentales), frente a arreba «hermana (de hermano), a(h)izpa «hermana (de hermana)» y vizc. neba «hermano (de hermana)». Pero, si tratamos de llevar esta idea a sus últimas consecuencias, aun aceptando que osaba «tío» fuera un día el equivalente de lat. auunculus (con exclusión de la denotación de patruus) e izeba «tía» tanto el de amita como el de matertera, o que iloba, etc. , como sobrinus, contuviera una referencia a una hermana (la del padre, por ej.), nos veremos obligados a aceptar que los nombres de los antecesores en general, tanto por consanguinidad como por afinidad en los cuales no se distingue el sexo, sólo hicieran referencia a la línea femenina: asaba, aurba, arbaso, lo mismo que gin-, gi(h)arreba («padre de la esposa» o «madre del marido», etc.), vizc. (ya Micoleta) auba «suegra», etc. Las denominaciones de «suegro, -a» contenían necesariamente la referencia a una hembra: la nuera, con respecto a los padres del marido; aquélla como hija, con respecto a éste. Estoy de completo acuerdo con J. Caro Baroja [Vasconiana, Madrid 1957, p. 47, n. 18] sobre la inseguridad radical de toda reconstrucción lingüística. Lo que no acabo de ver claro, posiblemente por incompetencia, es que el lazo primordial y casi único de la estructura familiar y social que él dibuja sea el de la «solidaridad agnática» si por agnati entiende, como creo, los que son exclusivamente per patrem cognati ex eadem familia. Puesto que hemos hablado de distribución, habría primero que delimitarla estrictamente discutiendo para ello la cronología de las variantes. A fin de cuentas, se trata de dos, vizcaínas ambas, que se caracterizan por la falta del sufijo, que está patente en los otros dialectos: aizta e izeko, frente a los generales a(h)izpa, izeba. Ya en los Refranes y Sentencias (1591, 154) Yçecoa edo Ilouea eztaquit, çeyndanobea «La tía o la sobrina no se qual es mejor»; eseko (Azkue) en Micoleta, que no puedo comprobar ahora, tiene naturalmente s bilbaina por z. El b.-nav. izea ha perdido -b- como semeat «seme bat», etc., en esa zona; en izoa puede haber influido la -b- desaparecida, además de su correlato osaba «tío». Schuchardt pensó que izeko representa la fase más antigua, siendo izeba el resultado de un cruce de aquél con osaba o, dicho en otras palabras, que el nombre de la «tía» recibió el sufijo por analogía con el nombre del «tío». No es esta una explicación que se imponga con la fuerza de la evidencia y por ello vamos a considerar ahora los méritos y deméritos comparados de otra bastante distinta.