Municipios

GETXO

Getxo es uno de los municipios más poblados de Bizkaia y uno de los de mayor peso específico de toda la comarca. Con cuatro barrios diferenciados (Algorta, Las Arenas o Areeta, Neguri y Andra Mari), ostenta un hábitat ciertamente variado, en el que conviven la ruralidad típica del caserío en la zona de Andra Mari, con el ensanche residencial burgués de Areeta y Neguri, el poblamiento condensado y caótico típicamente marinero de Algorta y el asentamiento urbano contemporáneo que salpicaría toda su extensión, conteniendo uno de los catálogos patrimoniales de mayor extensión e interés. Es sin duda la expansión arquitectónica de fines del siglo XIX y principios del XX lo que le dio prestigio a un municipio marcado principalmente por su vinculación marinera, con el Abra como centro neurálgico.

Patrimonio religioso

Como elemento más antiguo dentro del patrimonio getxotarra tendríamos la iglesia de Santa María, en el barrio de Andra Mari (véase), núcleo inicial del poblamiento en época medieval desde el cual se originó la anteiglesia que hoy conocemos y en la que podemos encontrar algunos restos románicos. A partir de este primer foco a lo largo de los siglos fueron apareciendo nuevas zonas en las que indefectiblemente se originaron parroquias. Así tenemos también en Algorta (véase) la iglesia de San Nicolás de Bari que data de medidos del siglo XIX y de claro estilo neoclásico y la iglesia de los Trinitarios, un precioso templo historicista que acompaña al convento de la orden. En Neguri (véase) tendríamos la iglesia de San Ignacio de Loyola construida a finales del siglo XIX de nuevo fruto de la explosión de habitantes de esta época y también de recreación historicista y Nuestra Señora del Carmen de estilo nórdico y ya en pleno siglo XX y la iglesia de las Mercedes en Areeta (véase) obra de mediados del siglo XX por la destrucción en la Guerra Civil de la anterior fábrica y de dimensiones importantes. Además de estos templos, en Las Arenas se encuentran la parroquia de San José obrero, edificada en 1956 sobre proyecto de Emiliano Amann y Celestino Martínez y la parroquia de Santa Ana, inaugurada en 1973 y en Algorta (véase) la parroquia del Redentor, del mismo año y con innovaciones arquitectónicas a tener en cuenta.

Se conservan tres ermitas, aunque existieron al menos dos más según los documentos. Las actuales son: la ermita del Ángel de la Guarda, que está muy próxima a la iglesia de Santa María, y Santa Columba de Rotaeche ambas en Andra Mari (véase) y la de Santa Ana, en Areeta (véase) uno de los primeros ejemplos neogóticos vizcainos. La ermita de San Nicolás actualmente es una vivienda civil del puerto viejo de Algorta (véase), pero aún conserva parte de los muros de lo que fue eremitorio marinero hace varios siglos.

Completa el patrimonio religioso el cementerio situado en el barrio de Andra Mari (véase) importante por la existencia de numerosos monumentos funerarios, uno de los más llamativos de Bizkaia y claro reflejo de la opulencia del municipio durante décadas.

Patrimonio civil

Es en el patrimonio civil donde Getxo brilla con luz propia, sobre todo tras la industrialización de fines del siglo XIX, cuando la alta burguesía vizcaína elige su territorio para asentarse y construir un conjunto residencial de primer nivel. Hasta entonces son pocos los ejemplos que nos han llegado. Cabría hablar del castillo del Príncipe o fuerte de la Galea, situado en el acantilado del mismo nombre y construido a mediados del siglo XVIII para la protección de la entrada del Abra, desembocadura al mar del río Nervión, del molino de Aixerrota, de viento y uno de los pocos ejemplares conservados en el Señorío y del edificio del antiguo ayuntamiento, adosado a la iglesia de San Nicolás y construido pocos años después de ésta (1871). Todos ellos se encuentran en Algorta (véase).

Es tras la explosión burguesa cuando Getxo tiene su momento álgido y dentro de las construcciones de carácter público podríamos destacar el nuevo palacio consistorial en Neguri, y en Algorta, la casa de salvamento de náufragos en el muelle de Arriluce, el balneario de Igeretxe en la playa de Ereaga o el matadero municipal. Pero sin duda alguna la más importante del municipio y actualmente declarada monumento por la UNESCO es el puente colgante, obra diseñada para atravesar las márgenes de la desembocadura del Nervión entre Areeta y Portugalete (véase) e ideada por Alberto Palacio a finales del siglo XIX. Su diseño en hierro está íntimamente ligado a la industrialización y sus derivas arquitectónicas y en su momento fue toda una revolución.

Como se ha dicho las casas particulares de la burguesía vizcaína destacan sobremanera sobre el resto del patrimonio, siendo el barrio de Neguri el centro neurálgico de una aglomeración de viviendas cultas fruto del auge constructivo de fines del siglo XIX y comienzos del XX que hace de esta zona un lugar único para admirar las tendencias arquitectónicas en esos momentos, aunque también diseminados por toda la anteiglesia tenemos buenos ejemplos de este tipo. La Casa Rosada, construida en la transición de los dos siglos por Francisco Ciriaco Menchaca se trata de un ejemplo magnífico de eclecticismo neobarroco y estaría dentro de las casas de indianos, siendo un edificio de dos plantas y jardín cuya estructura se adapta al terreno, dejando el piso bajo al servicio mientras que el principal, con acceso independiente, sería la planta noble. Destaca su cubierta convertida en terraza y una pequeña torre enmarcando el ingreso superior. Decorada de forma muy ostentosa y variada aunque dominando los motivos clasicistas en molduras, esquinales, frontones, etc, la mixtura entre la fachada de color salmón, de ahí su nombre, con el blanco de su decoración la hace ciertamente llamativa. También de Menchaca es el palacio Sangróniz, obra eclecticista del año 1898, trabajada en sillería en parte de sus lienzos, combinada con el enlucido en blanco y que en general adopta lenguajes barrocos y clasicistas creando un palacete de cierta envergadura. Otra obra de este arquitecto es la casa sita en la calle Miramar esquina Mendigune, construida en 1889 pero reformada en 1917, cambiando parte de su aspecto. En su estructura general se respetó el original, de planta cuadrangular, tres alturas y sótano, aunque agregando algunos añadidos como una galería en la fachada zaguera, la distribución interna y la decoración de las fachadas, dándole un aspecto más británico. Este aire inglés proliferó mucho en Getxo, algo que no es de extrañar, si tenemos en cuenta que la burguesía vasca tenía en las Islas británicas el espejo en el que mirarse, dando lugar a edificios de especial interés como es el caso de Santa Clara, un palacete exento con espacioso jardín construido por José María Basterra en 1902 siguiendo fielmente el denominado estilo Old English. De intrincados volúmenes y aire militar por la cantidad inusitada de almenas y torres, se trata de un edificio trabajado en ladrillo y caliza gris, en vanos, esquinales y bajera, que combina elementos y formas aunque siempre dentro de una mesura decorativa rota únicamente por las molduras de arcos, vanos y merlones. El aspecto actual es fruto de una reforma realizada en 1918 por Manuel María Smith que añadió algunos elementos destacados, como miradores y decoración externa proporcionándole un cierto aire Reina Ana. Otro ejemplo de este estilo sería el palacio de Arriluze, en el que también participó el propio Smith construyendo la portería, aunque el edificio principal es obra de José Luis Oriol. Sigue los esquemas anteriores algo más recargados en cuanto a decoración y posee un toque más medievalista. Enteramente en sillería y de mayor tamaño que el anterior, continua jugando con los volúmenes e introduciendo toques militares en sus partes almenadas y en la torre principal. Fue construido entre los años 1909 y 1913. También medievalista y realizada por el mismo Oriol como residencia propia es la denominada San Joseren, con planta compleja y dos pisos con sótano y torre. Vuelve a repetir esquemas ya vistos como los volúmenes en alzado, combinación de dinteles y arcos de medio punto y de rebaje o torre, aunque en este caso circular, la cual tiene en su planta baja el acceso principal. Data de 1917 aunque tuvo intervenciones posteriores. Gregorio Ibarreche construyó en 1907 otro buen ejemplo de arquitectura inglesa neomedievalista, la casa Sener, de tres pisos y sótano y modelos ya mencionados. En ésta, al igual que en las anteriores la proliferación de chimeneas y las denominadas bow-windows son claros signos de personalidad británica. La casa Cisco es otro edificio de estas características y es de nuevo Manuel Smith el ejecutor de la misma en 1909, aunque varias reformas le dieron el aspecto actual. En resumen, de cierto aire castrense y neogótico, las dos torres circulares de sus esquinas con tejado cónico rematado en bola son sus elementos más definidores. Es Smith sin duda el arquitecto más prolífico en la primera mitad del siglo XX en Getxo en cuanto a edificios residenciales, y además de los citados podemos apuntar otros como la casa Aitzgoien, su primer proyecto de estilo neovasco, acabada en 1911; el palacio Olaso, también inspirado en la arquitectura popular, pero añadiendo elementos cultos de tipo barroco y renacentista; la casa Ampuero, de corte más montañés y de nuevo introduciendo partes refinadas haciendo un edificio ecléctico y muy revivalista; el palacio Churruca, de 1929, una copia fiel de los palacios del barroco vasco pero con algunas novedades como la planta en L, típicamente burguesa; la casa Venancio Echevarría, diseñada en 1930; el número 53 de la avenida Zugazarte, nuevamente de corte popular y con una decoración profusa; el número 6 de avenida del Puerto, más austera pero de similares características tipológicas; la casa de Luis Allende, puramente neovasca, aunque con cierto regusto inglés; el número 17 de Avenida de Algorta, siguiendo de nuevo la tradición vasca; el número 4 de Ignacio Amann, hoy muy retocada habiéndosele añadido un piso más y de corte clásico en su decoración; o, la casa Bake Eder, que aunque diseñada por Luis Elizalde a principios de siglo, es Manuel María Smith el que la reforma en 1909, quedando como resultado un edificio de estilo Old English muy característico. Mención aparte merece el palacio Lezama-Leguizamon, inicialmente de Basterra, pero remodelado por Smith en varias ocasiones hasta dar como resultado una grandiosa mansión con numerosos volúmenes y un eclecticismo importante en el que se combinan elementos de la arquitectura inglesa, vienesa o incluso neomontañesa, destacando dos partes fundamentales como son la torre, en el cuerpo central, con blasón esquinero y rematada en estilizados pináculos y la galería de arcos de medio punto de la planta baja a modo de pórtico. El palacio Valdés es de corte neoclásico, aunque actualmente está bastante retocado, y es también diseño de José María Basterra entre 1914 y 1916. Tiene planta rectangular, tres pisos y semisótano y está cubierto a cuatro aguas. Destaca por sus volúmenes en alzado que le confieren cierto aire de grandiosidad acentuado por una decoración muy clásica en miradores y logias que comparten con entablamentos, pilastras, arcos rebajados, de medio punto, dinteles o columnas la función decorativa de un edificio simétrico en sus fachadas, con amplias terrazas y una gran escalera para acceder a su entrada principal. Los Rosales se trata de una residencia construida en 1917 por Rafael Garamendi de un tamaño importante y nuevamente repitiendo el lenguaje del estilo Old English, aunque con algunos dejes a la arquitectura peninsular en diversas versiones. Con planta en L y destacados volúmenes en alzado, combina sillería, ladrillo, revocos y trama ficticia de madera, dándole en algunos momentos cierto aire popular roto por la grandiosidad del conjunto. Destaca la torre circular en uno de sus ángulos, cubierta mediante chapitel de teja roja que resalta en toda la fábrica debido a la amplia presencia de cubiertas. El palacio Eguzki-Alde o casa Barbier fue pensado por Leonardo Rucabado con aire neomontañés pero totalmente ecléctico dando lugar a un edificio contundente y de gran altura, de planta rectangular y trabajado en su mayoría en caliza. Destaca sobremanera la torre de cinco alturas rematada con tejadillo a cuatro vertientes culminado con pináculos y rollos en sus esquinas. El resto es una sucesión de vanos y miradores que alternan dintel con arcos de medio punto moldurados, frontones clásicos, balconadas con columnas toscanas o elementos decorativos como bolas, medallones o conchas que le confieren un aspecto ciertamente culto, roto solamente por la utilización del ladrillo y la madera en una de sus áreas para hacerlo ligeramente popular, talante necesario en este tipo de estilos nacidos a partir de construcciones rurales, en este caso la casona montañesa. Emiliano Amann realizó entre 1912 y 1914 en paseo del Puerto, número 2 y esquina con calle del Carmen, dos construcciones de marcado aire regionalista siguiendo los parámetros de los caseríos vascos pero dotándolas de importante aire nobiliario. Combinando sillería con enlucido destacan ambas por la combinación del blanco de sus paredes con el azul de las cornisas y elementos que imitarían el entramado de madera visto de las viejas construcciones populares. De nuevo el préstamo arquitectónico británico se puede ver en parte de ambas estructuras. Este mismo arquitecto diseñó en Cristóbal Colón 23 una residencia unifamiliar mucho más inspirada en el barroco y neoclasicismo palacial, alejada de lo aires populares, en la que domina la mesura decorativa y la simetría de las formas. El blasón es uno de sus elementos más característicos. Otras construcciones a reseñar serían las realizadas por Ricardo Bastida en Ondategi número 5, Santa Ana esquina Gobela y calle Manuel María Smith número 20; por Mario Camiña en calle Zumardia número 3, de inspiración nordica y singular en esa zona; por Rafael Fontán en avenida de Leioa 37, ecléctica con cierto regusto popular; por Manuel Galíndez en Cristóbal Colón número 2; o por Rafael Garamendi en Negubide 31, Zugazarte 27, Urumea 2, San Ignacio 5. Este mismo arquitecto diseño en 1933 a partir de una villa ya existente una construcción de tipo racionalista, Irurak Bat, y que es de destacar por su rareza en cuanto al estilo empleado, apenas visto en las casas residenciales de la zona, mucho más vinculadas a la ostentosidad y el boato que a la mesura de las líneas de una arquitectura más vinculada a la modernidad. Mención especial merece la galería de Atxekolandeta número 17 una obra realizada por Ricardo Bastida en 1918 como muro de contención de la ladera de Arriluce tras la construcción sobre ella años antes de la residencia de Horacio Echevarrieta, hoy desaparecida. Se trata de una obra de cuatro tramos de galería con balaustrada y columnas de corte clásico que comunican mediante escaleras con el jardín de la casa, y en las que llegó a existir un salón de baile en su zona más espaciosa. Esta excéntrica obra demuestra el potencial de algunas de las familias de la anteiglesia.

Las casas de vecindad de tipo culto comienzan a proliferar, haciendo del piso, un nuevo lugar de domicilio destacado, cuando hasta ese momento la residencia unifamiliar era el paradigma de la vivienda de elite. El ejemplo más valorable es el número 8 de la calle Las Mercedes, un edificio de cinco alturas y planta rectangular en el que cada uno de los pisos queda bien delimitado en fachada aunque compartiendo decoración entre sí. Únicamente el bajo con almohadillados y doble acceso en arcos rebajados se diferencia del resto, con vanos en dintel enmarcados en molduras clásicas y balconadas con rejería. El último piso inserto en la cubierta de pizarra a modo de ático tiene frontones en cada uno de sus vanos siguiendo la estética del resto de la decoración, muy clasicista, con pilastras en las demás alturas, algunas de ellas asemejándose al orden gigante. Llaman la atención las esquinas en chaflán con miradores en arco rebajado. Fue diseñada por Ángel Iturralde en 1899 siguiendo el estilo Segundo Imperio, aunque ciertamente austero. Manuel Smith también diseñó algún bloque de este tipo, como el número 2 de la calle Valdés, que tiene cuatro alturas y semisótano y planta compleja. Su fachada lateral posee el ingreso en doble arco de medio punto, mientras que el resto de fachadas se organizan en cuatro cuerpos, con chaflán en los ángulos y numerosa decoración de pináculos, tondos, ménsulas, crestería o bolas. Combina sillar, sillarejo y ladrillo y tiene un estilo ciertamente palaciego. Otras de este arquitecto serían la situada en avenida de Neguri número 9, con planta triangular y fachada curvilínea muy personales, fachada con un gran porche de arcos rebajados sobre columnas, los cuales se repiten en el segundo piso y que combina sillería, sillarejo, enlucido y ladrillo, o la de la avenida Zugazarte número 47, de 1927 y con aire montañés. Otro ejemplo es el número 6 de la calle Mendivil, un bloque de viviendas creado por Pedro Guimón en 1931, hoy muy retocado y falto de gran parte de los diseños decorativos que tuvo en origen. Además podríamos añadir a este listado numerosas edificaciones que emplean diferentes lenguajes estilísticos como el edificio en la plaza de las Escuelas, de Ignacio Smith hecho en 1929; los número 52 y 97 de avenida Basagoiti, la casa de Antonio Arechavala y el edificio Ajuria, éste de Antonio Araluce, ambos muy británicos; la casa Uriarte diseñada por Francisco Ciriaco de Menchaca; Villa Hilario y la casa de Francisco Aldecoa, las dos de Rafael Garamendi; o las que usaron lenguajes más comunes entroncados en la tradición clásica o barroca: Barria número 19 e Irujo número 12, ambas de 1925 y Bidearte esquina Las Mercedes de 1922.

Pero además de la vivienda culta existen ejemplos de residencia popular reseñables. Casos significativos son las casas baratas de la Cooperativa El Hogar, en el barrio de Romo, Areeta (véase) o el puerto viejo de Algorta (véase) una barriada de intrincadas callejuelas adosada a la ladera de la costa con todos los elementos típicos del urbanismo marinero. Poco queda del caserío, vivienda rural por excelencia, en otro tiempo dominador del paisaje de la anteiglesia encontrándose todos sus ejemplos vivos en el barrio de Andra Mari (véase). Además del mencionado molino de Aixerrota se conservan cuatro molinos de agua, Errotaetxe, Mimenaga y Boluzarreta (existen dos ejemplares con el mismo nombre), que comparten entre si características similares: pequeñas fábricas con dos pares de muelas con rodete horizontal alimentados mediante presas y cauces de arroyos cercanos. Todos en claro proceso de deterioro son buenos ejemplos del patrimonio preindustrial de la provincia.

En un municipio de la importancia de Getxo no podían faltar los obras honoríficas, entre las que destaca el monumento a Evaristo Churruca, en Las Arenas, diseñado por Miguel García de Salazar en 1919 pero no erigido hasta el año 1939. Consta de una torre-faro alrededor de la cual se disemina un grupo escultórico simbolizando la lucha del hombre contra el mar con tema mitológico clásico en el que parece Neptuno. Presidiendo la obra y frente al mar una estatua sedente del homenajeado, además de los escudos de Bilbao, Bizkaia y Guipúzcoa. En Algorta existe una obra en honor a Darío de Regollos, que se trata de una fuente-banco diseñada por Manuel María Smith, con relieve realizado por Basterra. El mural de Punta Begoña, en Algorta, se trata una grandiosa obra de cerámica en honor a la denominada grúa Titán, como homenaje a su labor durante casi un siglo en el espigón de Arriluze. Creado por Ángel Cañada en 1972, muestra dicha grúa junto al trabajo de los estibadores. El busto de Alberto Palacio, en Las Arenas, es obra del escultor Ricardo Iñurria y está trabajado en bronce y fue colocado en 1956 en recuerdo al diseñador del Puente Colgante. Joaquín Lucarini diseño un obelisco a la marina de guerra trabajado en grandes sillares de caliza. Otros monumentos conmemorativos son los erigidos a Vicente de Amezaga, al tenor Florencio Constantino, a José Antonio Agirre o a José María de Acha.

Manu CASTAÑO GARCÍA (2006)

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Manu CASTAÑO GARCÍA (2006)