Concepto

Baserriak. Arkitektura (versión de 1977)

Quiebra del espacio agroganadero. La falta de población activa como detonante. Todo sistema territorial muestra unos mecanismos de transmisión que aseguran su continuidad, su desarrollo o, en su defecto, su quiebra. De aquellos que regulan el espacio agrícola del caserío uno es el que principalmente está generando la ruptura de su sistema, la falta de mano de obra familiar.

El caserío es una organización familiar. El interés de algunos de sus miembros jóvenes por esta actividad es garantía de continuidad. Sin embargo, en la mayoría de los casos, la población más joven no muestra interés por tomar el relevo en esta función. El resultado es el comienzo de un proceso que en distintas fases (empieza una vez que el jefe de la explotación supera los 50 años), lleva al abandono de las labores agrarias. Aunque tiene un inicio anterior, el último paso coincide con la llegada a la jefatura de la explotación de una generación que no ha conocido la sociedad rural que ha caracterizado en gran medida al caserío vasco hasta los años sesenta. Tiene otra concepción del aprovechamiento del suelo agrario, presenta unas preocupaciones sociales y económicas distintas, en definitiva, asume como suyos valores y modos de vida urbanos.

En definitiva las pautas de referencia y los modos de vida y relación y la escala de valores de los hijos de los agricultores son netamente urbanos, cuestión a la que han colaborado sobremanera los medios de comunicación. En este punto llegamos al tema de la relación de sexos que tanto ha contribuido al abandono de la actividad agraria en regiones de montaña. Aunque la situación ha mejorado debido a que las condiciones de vida en las granjas es equiparable a las de las viviendas urbanas, el joven que decide continuar con el trabajo de la explotación familiar sabe que tiene muchas más posibilidades de quedarse soltero que sus compañeros que optan por otra profesión. Las mujeres urbanas difícilmente serán convencidas para abandonar la ciudad y fijar su residencia en el campo. Y si son rurales, en la mayoría de los casos tiene un trabajo de tipo urbano, en el propio pueblo o en la ciudad, o desea acceder a él. Como es sabido, el trabajo agrícola y más aún el ganadero ata a la tierra, por lo que el agricultor que se case cuenta con que su cónyuge no aportará su trabajo a las tareas agrarias, con lo que una de las bases del caserío, la acumulación de trabajo familiar, se resquebraja.

Por si todo lo anterior fuera poco, el trabajo agrario en sí mismo carece de atractivos para la mayor parte de los jóvenes. A pesar de las mejoras tecnológicas que ha propiciado la modernización, el trabajo del campo sigue siendo duro. Y lo que es peor, su horario lo hace muchas veces incompatible con el tiempo de ocio y de vacaciones del que gozan otros trabajadores de los demás sectores económicos. Este aspecto del tiempo de ocio se revela fundamental. Por otro lado la recompensa económica, salvo excepciones, tampoco es satisfactoria, ya que comparativamente hablando las rentas resultan escasas en función de la dedicación que se precisa.

La falta de renovación de la función agraria en el seno de la familia afecta a toda la estructura del sistema. Las funciones agroganaderas inician un proceso que lleva finalmente a su abandono, que se va materializando en distintas etapas: mantenimiento de actividad sin renovación ni mejoras en la explotación, extensificación (de bovino de leche a carne o a ovino), marginalización económica y, en un último estadio, la consecución de una actividad residual o el retroceso definitivo.

Los aprovechamientos del suelo agrícola utilizable se extensifican, pasando de la pradera al pasto con siega, al pasto sin siega y, finalmente, a la pérdida de su capacidad energética. De un estado de carencia de suelo se pasa a otro de abandono de tierras. Comienzan a aparecer prados incultos, abiertos a la invasión de la maleza que provoca un empobrecimiento del paisaje y de la diversidad.

El suelo agrícola utilizable se reduce progresivamente. La base territorial del caserío se divide en unidades aún más pequeñas. Al dejar de ser el medio necesario para la supervivencia del núcleo familiar, el mayorazgo pierde su función y los bienes inmuebles comienzan a repartirse entre unos hermanos que heredan por igual. El valor económico del patrimonio hace impensable una compensación monetaria que permita mantener el dominio del caserío.

Las actividades complementarias (agroturismo, restauración,...) se convierten en sustitutivas de la que supuestamente es la principal de la explotación, la agroganadera, que en esta tipología de caseríos se va marginando progresivamente. Entre la intensificación y el abandono de la actividad, la vía de la complementariedad apenas tiene representación.

El proceso que lleva al abandono de la función agrícola no está totalmente completado y normalmente observamos situaciones intermedias pero que, al faltar el elemento principal en el funcionamiento de este sistema, la renovación de la mano de obra en la explotación, se van a ir consumando irremediablemente.

Tal vez, la mayor peculiaridad que presenta esta sucesión es su carácter generalizado. Pocas son las unidades agroganaderas que escapan a ella. La mayoría de las explotaciones se enfrentan a este proceso pero entre todas ellas son las que han ejercido la agricultura a tiempo parcial las que de un modo más intenso se ven afectadas. Si la agricultura a tiempo parcial supuso en la década de los sesenta un modelo que permitió mantener la actividad en el caserío vasco, amortiguando la reducción de activos agrarios, con la llegada de la siguiente generación se consuma el abandono definitivo de las funciones agrarias.

Debido a la intensidad del proceso de abandono de las actividades agroganaderas que observamos, no hablamos de renovación, reestructuración o reconversión, sino de una auténtica aniquilación de este medio. Si el generador de la ruptura del sistema agrícola del caserío es la falta de mano de obra activa, las causas que llevan a esta situación hemos de buscarlas en el exterior de este espacio, en el desarrollo general de las ocupaciones agroganaderas y en la influencia que el medio urbano ejerce sobre el suelo y la población agrícola.

Juan Cruz ALBERDI COLLANTES