Concepto

Baserriak. Arkitektura (versión de 1977)

La desaparición del pequeño agricultor. La racionalización económica potencia la desaparición del pequeño agricultor. La evolución observada coincide, en primer lugar, con el desarrollo general de los espacios agrícolas. El devenir de los sectores agroganaderos está marcado por una política que tiene entre sus objetivos crear un sector competitivo, capaz de hacer frente y sobrevivir en una economía de libre mercado. El resultado es la consecución de un modelo que trata de rendir más y más barato. Las explotaciones tienen que aumentar su capacidad productiva, capitalizando e industrializando la producción. Todo ello requiere contar con mano de obra suficiente, invertir en la mejora de la instalación productiva e incluso poseer una base territorial importante, capaz de aportar a la explotación el margen de maniobra necesario para la consecución de un apoyo alimenticio propio o, simplemente, para la combinación de distintas opciones productivas. A menudo, ni siquiera disfrutar de estas posibilidades es suficiente en un sector cada vez más sometido a las alteraciones propias de una dinámica de mercado.

No todas las unidades productivas pueden adecuarse a las exigencias impuestas. Muchas de ellas carecen de activos que colaboren y que continúen con la actividad (la falta de relevo generacional en la U.E. es una situación generalizada), otras no cuentan con una superficie agrícola suficiente, algunas no tienen posibilidades económicas para acometer mejoras e inversiones y una gran mayoría no quieren seguir con una ocupación que ofrece unas claras desventajas laborales (horarios, inversiones, riesgos, beneficios.) respecto a otras ocupaciones.

Como resultado, un pequeño grupo de explotaciones se adecua a las exigencias que la globalización económica impone en este sector, aumentando sus rendimientos y capitalizando su explotación, pero la mayoría no renueva instalaciones, reduce su renta agrícola y finalmente abandona la labor.

Dentro de esta generalización, el caserío vasco presenta una serie de particularidades que llevan a que el proceso de retirada de la actividad sea aún más intenso. El dominio del caserío son los valles atlánticos del País Vasco. Se caracterizan por tener un relieve abrupto con fuertes desniveles y acusadas pendientes. Aunque las cumbres de sus montes son de reducida altitud, apenas se sobrepasan los 1.500 m. en las cotas más altas, siendo las altitudes más frecuentes entre los 400 y 1000 m., estas comarcas de media montaña están profundamente excavadas por la red fluvial, ya que sus ríos adquieren una elevada capacidad erosiva por la cercanía entre su nacimiento y el nivel de base situado en el Golfo de Bizkaia. Al acusado desnivel que presenta su perfil longitudinal hay que añadir un clima abundante en precipitaciones. Como consecuencia dichos valles son estrechos, encajados y limitados por laderas muy inclinadas y de considerable desnivel.

Este panorama geomorfológico habla por sí solo de la deficiente potencialidad agraria de estas tierras. Son escasos los suelos con pendientes inferiores al 20% de desnivel, por lo que la extensión de suelo mecanizable, la única aprovechable hoy día para la agricultura, es pequeña. Las mejores superficies para el cultivo, las vegas fluviales, son de reducida dimensión, alargadas y casi limitadas a las cuencas bajas de los ríos. El hambre de espacio es uno de los rasgos que, nacido de la escasez, definen a estos valles.

A su vez la evolución histórica, apoyada sobre este incómodo substrato, ha configurado unas explotaciones de dimensiones reducidas, tal como anteriormente se ha mencionado. La mayor parte de las mismas, además, ofrecen una vocación forestal, allí donde las pendientes imposibilitan otro tipo de aprovechamiento más racional.

Todo ello lleva a calificar la agricultura de este medio como Agricultura de Montaña, zona desfavorecida en la que los usos agrícolas se ven limitados por la pendiente. Sus caracteres son coincidentes (especialización ganadera, usos del suelo, régimen de tenencia, base territorial,...) también su problemática. Constituye una tipología con problemas estructurales, principalmente originados por contar con una reducida superficie agrícola utilizable en propiedad. Como resultado, la unidad ganadera que se especializa, recurre al empleo masivo de aporte energético exterior, aumentado el gasto variable y presentando unos beneficios netos comparativos menores que los que se obtienen en otras áreas, regiones o países europeos.

Por tanto, el modelo agrícola potenciado reduce las posibilidades de adecuación de una unidad productiva con unas claras limitaciones territoriales y físicas. No puede competir en una economía de mercado y las únicas opciones que tiene es el recurso masivo a imputs industriales o el abandono de la actividad. En definitiva, se está materializando una situación ya prevista hace varias décadas, amortiguada por el desarrollo puntual de la A.T.P. y que ahora se consuma definitivamente, desapareciendo la denominada "agricultura insuficiente".

Juan Cruz ALBERDI COLLANTES