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Camas. Las camas vascas que conocemos, tampoco tuvieron unas características locales muy acusadas, no obstante la gran cantidad de ellas que tuvo que haber. Se hicieron siempre con una alta cabecera, llamada entonces "cuja", de complicada y muy barroca silueta, que a veces iba adornada con varias franjas de arcos y barrotes o bien totalmente lisa y rematada en lo alto por una como peineta o abanico a medio abrir. También se hicieron otros modelos más sencillos en los que la "cuja" de silueta muy sencilla iba adornada con unas líneas onduladas de "agallones". Los pies o parte baja eran de menor altura que el cabezal y solían ser cuadrangulares o torneados, pero sin ningún otro adorno. Sí sabemos, tanto por los numerosos testamentos en que se les cita, como por Iturriza, que fueron muy usados a partir del siglo XVI los cortinajes, usados para aislar a las personas que se hallaban acostadas, que solían hacerlo totalmente desnudas, pero ignoramos cómo tales cortinajes se sujetaban, aunque a juzgar por algunos llegados a ver en uso hasta mediados del siglo XX, iban fijados en el muro en que la "cuja" iba apoyada, y para mejor sujeción se colgaba del techo la parte del dosel que quedaba sobre los pies. También se construyeron aquí soberbias camas, la mayoría policromadas y doradas, tanto en estilo del renacimiento como en estilo barroco, todas las cuales iban provistas de doseles y cortinajes de ricas telas, pero no obstante su alta calidad, no deben ser incluidas en un trabajo destinado a los muebles de carácter popular, por ser todas ellas copia más o menos fiel de otras camas creadas en regiones o aun en países muy lejanos al nuestro. Tales son, entre otras muchas, las que actualmente se conservan por la familia Murga en su casa de Torre Bidarte (Markina-Xemein), las de la familia Saracho que guardan en el Palacio de Zabala (Oñati) y una magnífica con escudo de armas, propiedad del Sr. Conde Castejón de Agrela, piezas todas ellas construidas en talleres de Gipuzkoa y Bizkaia.