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MOBILIARIO

El mueble bayonés. Enumeraremos rápidamente los muebles que, al final del siglo XVI, vinieron a adornar y a decorar los apartamentos bayoneses. Gracias a antiguos inventarios, encontramos el mobiliario bayonés aumentado con cierto número de objetos nuevos; así, la casa de un canónigo llamado Mandaco, tiene un comedor con una mesa cuadrada y tres sillas, dos escabeles, un pequeño banco, un aparador con dos armarios de cerraduras y "ung instrument de bois pour tenir des yssuie-mains". Como siempre, se encuentra la artesa del pan y la cuba de la colada; por último, por primera vez se mencionan "deux potz à pisser". Durante el siglo XVII el mobiliario sigue un poco de lejos, es verdad, la ronda de la capital. Es así que donde los burgueses de nuestra ciudad, vemos aparecer algunos de estos gabinetes italianos de los que nuestros museos y colecciones conservan todavía numerosos ejemplos. Algunas veces adornados con bronces dorados, presentaban en el interior palacios en miniatura adornados con cantidad de columnas decoradas con piedras falsas y conteniendo gran número de pequeños cajones secretos. En el siglo siguiente podemos señalar un esmero mucho mayor en la elección del mobiliario bayonés. Así ocurre que cuando la ciudad recibe a un personaje, hace amueblar a sus expensas el apartamento que se le destina. Así, si queremos saber cómo estaba amueblado el apartamento que ocupó el duque de Tresmes durante su estancia en Bayona, se verá según la curiosa memoria de la que obtenemos estos detalles, que el lujo estaba completamente excluido, y que el mobiliario se hallaba reducido a lo estrictamente necesario. El dormitorio del duque estaba amueblado con una cama completa con todos sus accesorios, un tapiz verde y cortinas de ventana, una mesa de barajas recubierta de pañete, una mesilla y por último ese complemento obligado de todo mobiliario de esta época, una silla perforada recubierta de satén bordado. Al lado se encontraba un cuarto de aseo forrado de tapicerías y provisto de una mesa cubierta con un paño verde. Dos habitaciones destinadas al primer lacayo y al mayordomo estaban amuebladas de forma parecida, pero esta última poseía además un espejo. Se destaca además el comedor, una habitación para el secretario, por último otras salas para el jefe de servicio y el ayudante de campo. Todos estos muebles, naturalmente, se tomaban alquilados. En el siglo XVIII, el mobiliario toma poco a poco una fisonomía más general, y los departamentos de nuestros ricos burgueses no ofrecen una diferencia tan sensible como la de los de la capital. Así, un inventario que data de 1754 nos señala los muebles siguientes que decoran el salón y que enumeraremos rápidamente: una mesa pequeña para escribir de madera enlucida, un chaqueta de madera de ébano con sus damas, cubiletes, dados y dos arandelas de cobre plateado, mesa de cuatrillo con sus cajas provistas de fichas, dos brazos de chimeneta de cobre que reemplazaban desde hacía tiempo a esos curiosos brazos de cerámica polícroma, que se han vuelto tan raros en nuestro país. Entre los muebles de otras habitaciones, encontramos un armario de esquinas en violeta con dos batientes adornados con bronces y la encimera de mármol rojo; este armario tenía una grada encima de la misma madera e igualmente adornada con bronces. Otra mesa para cuatrillos, cubierta de fieltro verde, dos brazos de chimenea de una sola rama, de cobre dorado. Se citan dos sillones cubiertos de crin y recubiertos de tapicería representando amapolas e imitando los Gobelinos; estos sillones estaban provistos de tapetes. Otro sillón en madera de fresno, medio poltrona, fondo de paja fina y adornado con dos cojines punteados de flores. Citaremos aún dos garrafas para refrescar el agua, un pequeño espejo de tocador de 15 pulgadas de alto. Un gran armario de madera de nogal con dos batientes que cierran con llave, parecidos sin duda a esos armarios que se encuentran aún en un buen número de casas bayonesas. Un gran canapé de tres asientos y sillones de madera esculpida rellenos de crin, adornados de damasco amarillo, con sus fundas. Dos paneles de tapicería de satén. Una cabeza de peluca adornada con ramas de color y recubierta con tafilete. Uno de esos pequeños escritorios en madera de violeta con sus cajones y de panza redonda, una hermosa y grande cómoda de madera de palisandro con sus bronces y cerrajes en bronce de color, provisto de un tocador en mármol blanco; una consola de mármol "égriard". (salpicado), un pie de madera dorado y esculpido y una multitud de otros muebles que estamos obligados a pasar en silencio. Recordamos haber visto, hace unos treinta años, en una casa situada en la calle Bourgneuf, un mobiliario completo del primer imperio. El canapé enorme de terciopelo de Utrecht, la madera y los adornos esculpidos con cabezas de león. Las consolas adornadas con cascos griegos, los paneles encuadrados con varillas doradas y sobre la chimenea un hermoso péndulo representando un templo antiguo, junto al que un hombre arrodillado rezaba sus plegarias. Este mobiliario tan completo y tan curioso en su género ha sido dispersado al viento de las subastas, ha tomado como motivo principal los muebles antiguos, pero tan distintos en formas como en origen. Ref. Edouard Duceré: Dictionnaire historique de Bayonne, 2 vols, Bayonne, 1911-1915.