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INDEPENDENTISMO

El independentismo postbélico. Después de la guerra civil, con la entronización del régimen franquista como discurso hegemónico y el cierre del espacio público, decretado por el nuevo poder institucionalizador, el pensamiento independentista vasco desaparece de la escena pública, en el interior del país, y se traslada al exilio. Es a partir de la década de 1950, con la creación de Ekin y posteriormente de ETA, cuando el independentismo, como forma del pensamiento radical vasco, cobra vigencia. En Ekin la formulación independentista está anclada en el pensamiento nacionalista de preguerra. La fundamentación de su discurso se centra en los rasgos diferenciales del País Vasco respecto a España. El independentismo se formula como doctrina excluyente entre Nosotros (nacionalistas) y los Otros, donde Nosotros fijamos nuestro derecho en la diferencialidad que los vascos han demostrado a lo largo de la historia. La concepción de ETA parte de un axioma: Euskadi es una nación. Da por establecido el carácter nacional de la comunidad vasca, así como el pleno derecho a la autodeterminación. En uno de sus primeros Cuadernos de Formación podemos leer: "Damos por sentado que Euzkadi es una nación en el sentido científico del término". ETA nace con una clara vocación independentista. En un cuaderno de formación escriben: "La solución de independencia completa es la más conveniente para el país. Es posible que en un principio económicamente no sea la mejor, pero estamos tan escarmentados de las fórmulas unionistas con los españoles y franceses, y hemos sufrido tanto con ellas, que nos parece la mejor meta a conseguir". Hay pues un rechazo total y sin concesiones a la estructura de los Estados-Nación francés y español. Lo que constituye materia de preocupación no es la legitimidad de su derecho, sino la necesidad de generar mecanismos para conseguir el objetivo deseado. En su Declaración de Principios de mayo de 1962 afirmará: "ETA proclama que el Pueblo Vasco tiene los mismos derechos que asisten a cualquier otro pueblo a su autogobierno y afirma que para la consecución de éste se deberán emplear los medios más adecuados que cada circunstancia histórica dicte". Si bien esta idea funciona como apriori básico en la formulación de ETA se trata también de justificar la independencia, porque ¿qué derecho le asiste a Euskadi para reivindicar su independencia ¿Cómo explicarlo y fundamentarlo? ETA rechaza el factor raza, fundamental en el pensamiento de Sabino Arana, como clave de la diferencialidad y cree encontrar en la lengua el factor clave de la identidad peculiar vasca. Las "esencias" vascas no radican en la raza, sino en la lengua y la cultura: "Afirmamos rotundamente que un país vasco libre, pero desvasquizado, es decir, étnica y culturalmente asimilado, no sólo sería un pueblo oprimido en el fondo, sino que sería un pueblo no vasco". La existencia de un colectivo con rasgos objetivos diferenciados no es suficiente, ya que, si bien la etnia aglutina la comunidad nacional y la diferencia con respecto a otras comunidades, para constituirse en nación, necesita reivindicar su propio ser, su diferencialidad. La nación surge desde el momento en que una etnia adquiere una conciencia propia y una voluntad de construir el país y regir sus destinos. Respecto al pueblo vasco, la premisa de su reivindicación radica en el hecho de que constituye una etnia con sus rasgos peculiares y además ha manifestado, con suficiente rotundidad, que es una nación con opción a la independencia. El activismo de ETA y el método elegido -violencia armada- estarán en función de este objetivo último: independencia de Euskadi. La actividad política de ETA crea un campo político propio que será ocupado por la izquierda abertzale. En el interior de las diferentes corrientes, que pugnan en su interior, el independentismo se mantiene dentro de las constantes que definiera ETA. La etapa de transición democrática genera un replanteamiento de las constantes independentistas. Mientras uno de los sectores sociales, integrados en esta corriente, persigue el objetivo irrenunciable de la independencia del País Vasco, el otro sector racionaliza su estrategia política y mantiene, dentro de la ambigüedad, el concepto independentista del País Vasco como futuro histórico. Los sectores procedentes del nacionalismo tradicional -PNV- se encuentran sumidos en el mismo debate que ya se planteara en el nacionalismo vasco de preguerra. Un sector intransigente que se reconoce en el espíritu sabiniano, de Aberri y Jagi-Jagi, trata de mantener las constantes históricas con la independencia de Euskadi como referente último del discurso nacionalista; mientras tanto, otro sector más moderado y pragmático, matiza tal opción y admite otras vías para la realización de la identidad nacional vasca. Lo que parece incuestionable es que en la historia del nacionalismo vasco el sentido independentista del discurso nacional está presente y posiblemente no tanto como realidad a conseguir, sino como referente simbólico de diferenciación y cohesión de la comunidad nacionalista. Los tiempos presentes, tan distintos en muchas cosas, no parecen haber borrado tal sentimiento y el independentismo, fundado en la diferencialidad del vasco nacionalista, sigue siendo una constante, a pesar de que el discurso nacionalista se haya pluralizado y la definición Nosotros no tenga la rigidez de otros momentos históricos.