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INDEPENDENTISMO

Independentismo y anticolonialismo. Si la soberanía propia -individual y colectiva- es el lema del primer movimiento burgués y su realización práctica se produce mediante la institución política del Estado-Nación liberal, es evidente también que el modelo se exporta a aquellos países no occidentales, con los que mantienen relaciones coloniales. No parece extraño que los movimientos sociales, que nacen en estos territorios periféricos, reconviertan con cierta rapidez su protesta y la reformulen como alternativa independentista. En estos territorios el conflicto por la independencia es excluyente, anticolonialista y éste es su auténtico carácter. El independentismo significa lucha contra el colonizador. Albert Memmi describe perfectamente esta situación cuando escribía que: "la liquidación de la colonización es sólo un preludio a su completa liberación: a la recuperación de si mismo. Para liberarse de la colonización ha tenido que tomar como punto de partida su misma opresión, las carencias de su grupo". En definitiva como afirmara Balandier: "La situación colonial es la dominación de una minoría extranjera que ejerce una pretendida superioridad racial y cultural sobre una mayoría nativa materialmente inferior; el contacto entre una civilización tecnificada de orígenes cristianos, de economía potente y ritmo de vida acelerado, y una civilización no cristiana, carente de técnica y condicionada por una economía atrasada y un ritmo de vida lento; y la imposición de la primera civilización sobre la segunda". Desde un principio la ideología independentista debe enfrentarse a los motivos de justificación del dominador colonial. De hecho cuando los intereses de los países dependientes son tomados en cuenta, se afirma que es necesario un largo período de tutela a fin de capacitarles para valerse por si mismos. Tales supuestos han sido rebatidos en los últimos decenios. Las tesis más moderadas aceptan el principio del dominio colonial, si las autoridades se consagran a preparar a los países protegidos para la independencia, aunque se insiste en la supervisión internacional, debido a la desconfianza en las potencias coloniales. La Carta de las Naciones Unidas recogía este principio y confiaba en la independencia de todos los países dependientes. En 1960 esta posición recibe un fuerte espaldarazo, ya que la asamblea general de la ONU aprueba la Declaración sobre la Concesión de Independencia, basada en la resolución de 1955, realizada por los llamados países no alineados en Bandung. La Declaración denunciaba el sometimiento de unos pueblos por otros como negación de los derechos humanos y un impedimento para la paz; proclamaba el derecho de todos los países a la autodeterminación y rechazaba la teoría de la tutela al afirmar que la insuficiencia de preparación política, económica y social, no debe servir nunca de pretexto para retrasar la independencia. Aunque la colonización directa sea hoy día un resabio del pasado más que un suceso actual, las prácticas de dominación -de unos países por otros- no han cesado El llamado Tercer Mundo denuncia la situación presente como de neocolonialismo. El control político y económico directo es sustituido por mecanismos más sutiles de dominio y explotación, pero tanto las prácticas presentes como las pasadas denotan el mismo problema de fondo: las relaciones de dependencia manifiestas entre el Occidente dominador y los países tercermundistas dependientes. Desde la segunda guerra mundial, el independentismo anticolonial ha tomado generalmente la forma de conflicto contra la dominación imperialista de potencias europeas, o contra formas neocoloniales que crean una situación de dependencia. Es frecuente que el independentismo anticolonial ha tomado generalmente la forma de conflicto contra la dominación imperialista de potencias europeas, o contra formas neocoloniales que crean una situación de dependencia. Es frecuente que el independentismo se concrete en un movimiento nacionalista. El contexto en que ha surgido es el del imperialismo y la economía mundial capitalista; de ahí que también haya habido en la mayoría de estos movimientos una influencia socialista, y en algunos países, especialmente en China, el independentismo ha culminado en una revolución social. No obstante, las formas que ha asumido el independentismo, y los regímenes políticos a que ha dado nacimiento, son muy diversos. En Latinoamérica, un segundo período de lucha por la independencia puede considerarse como continuación de las luchas de independencia nacional contra los imperios español y portugués a principios del siglo XIX, y se ha desarrollado en oposición a la dominación económica norteamericana y se ha relacionado más o menos estrechamente con movimientos socialistas y reformadores dirigidos contra la dominación interna de estas sociedades por parte de una clase alta compuesta por terratenientes y, más recientemente, por elementos de una burguesía. Pero, aunque las doctrinas socialistas o reformistas han ejercido una importante influencia, en algunos casos -en la revolución cubana, en el gobierno de Unidad Popular de Chile y en el movimiento peronista de Argentina- ha sido un nacionalismo conservador, expresado en términos militares, el que ha prevalecido en gran medida. Situación similar se encuentra en otras regiones del mundo. En la India, el Partido del Congreso fue primordialmente un movimiento independentista de la clase media; y el reparto de la India, tras el final de la dominación británica, creó en Pakistán un Estado dominado por terratenientes y militares, y en la India, un régimen democrático en el que había una mezcla de elementos socialistas y capitalistas. En Africa, algunas de las naciones que han surgido de la dominación colonial son de diversa manera socialistas, pero otras, creadas por movimientos independentistas en los cuales había una importante veta populista o socialista -como en Ghana- y que se proponían lograr alguna forma de socialismo africano, se han desarrollado bajo la iniciativa militar. El independentismo pre y postcolonial que ha aparecido desde la segunda gran guerra muestra rasgos que lo distinguen, en muchos aspectos, de los anteriores movimientos que condujeron a la formación de Estados nacionales en el Occidente europeo, porque han surgido en un contexto internacional muy diferente: en el seno de una economía capitalista mundial muy desarrollada, en medio de una división del mundo en grandes bloques. Los objetivos del nuevo estado triunfante son similares a los desarrollados siglos antes por la primera burguesía. Como indica Telly: "crear ejércitos, recabar impuestos, constituir coaliciones contra sus rivales, mantener alineados a subordinados y aliados, y precaverse contra la amenaza de rebelión por parte del pueblo".