Concept

Cluniacense

El término cluniacense hace referencia a la congregación religiosa desarrollada en torno al monasterio de Cluny, en la región de Borgoña. El duque Guillermo de Aquitania donó esta villa francesa al papado en el año 910 y en ella se fundó dicho monasterio. Uno de los objetivos de este centro religioso era la revisión y reforma de la regla benedictina, creada por Benito de Nursia en el monasterio de Montecassino (Italia) en el siglo VI. La regla benedictina establecía el modo de vida del monje basado en la oración, el trabajo intelectual y la práctica de la hospitalidad. La tarea de los monjes cluniacenses era recobrar la pureza de la regla benedictina primitiva, desvirtuada con el paso del tiempo. Al mismo tiempo, bajo la fundación de este monasterio subsistía la idea de vincular los centros religiosos existentes al modelo cluniacense, intentando superar la dispersión reinante entre los diferentes monasterios y, con ello, impulsar la unidad del mundo cristiano.

El modo de vida del monje cluniacense se centró en la adaptación de la regla benedictina, potenciando el aspecto espiritual y con una ausencia casi total del trabajo práctico o manual. La castidad, la obediencia, el canto y el rezo litúrgico definían la vida del monje en Cluny. Su actividad litúrgica se centraba fundamentalmente en la celebración colectiva de la eucaristía y en los diferentes oficios horarios, expresados a través de la oración y el canto. Se sabe que el coro, integrado por monjes y dirigido por el chantre, cantaba los salmos siete veces al día al mismo tiempo que recorría en procesión la iglesia. El rezo se ofrecía por todos los hombres, pero, especialmente, por aquellos que ofrecían donativos y enriquecían la orden con sus dádivas.

El trabajo manual lo desempeñaban los siervos y vasallos, es decir, los no partícipes en el oficio divino. Otras características del modo de vida cluniacense eran la práctica de una alimentación rica y variada y el seguimiento de unas normas cuidadas y estrictas en lo concerniente a la higiene y a la indumentaria. Considerados estos privilegios y dado el prestigio y la seguridad económica que otorgaba el ingreso en la orden, no es de extrañar que, al margen de la vocación religiosa, se deseara profesar en la orden. Numerosos monjes pertenecían a la nobleza o eran de origen aristocrático y muchos de ellos ocuparon el solio pontificio.

En cuanto a su organización interna, la rigidez de la institución propició, en un primer momento, la expansión de la orden, aunque más tarde esta centralización y la falta de flexibilidad en la propia estructura paralizó el desarrollo y contribuyó a la decadencia de la misma. Siguiendo el sistema económico-social existente basado en las relaciones de vasallaje surgidas en torno a un feudo, el monasterio de Cluny se erigió como el centro de la renovación monástica y también como la casa madre de la orden. Internamente, Cluny presentaba una estructura jerarquizada, piramidal, siendo el abad el que asumía todos los poderes. El resto de filiales, ya sean prioratos o abadías subordinadas, dependían directamente de ella y, como señal de sumisión, le pagaban un tributo anual. Asimismo, el abad de Cluny, que vigilaba y controlaba directamente los monasterios dependientes, se reservaba el derecho de nombrar personalmente al resto de abades y priores. Una muestra más del poder y autonomía de Cluny con respecto a cualquier otro poder laico o eclesiástico lo constituía su dependencia directa de la sede de Roma.

Otro factor que contribuyó al desarrollo de la orden fue la estabilidad de los mandatos de los sucesivos abades. En la etapa fundacional (910-994) destacaron los nombres de los abades Bernón, Odón, Aimar y Mayolo que dedicaron su vida a la propagación de la regla benedictina y a enseñar la reforma monástica. En la etapa de mayor expansión y apogeo, el siglo XI, los gobiernos del abad Odilón (994-1049) y del abad Hugo de Semur (1049-1109) afianzaron el poder de Cluny. En este momento de máxima expansión la orden llegó a contar con más de 10.000 monjes, agrupados en las diferentes casas existentes por Francia, España, Italia, Alemania, Inglaterra, Escocia y Polonia. El monasterio de Cluny era el centro de referencia y de él dependían no sólo los grandes y pequeños conventos de nueva creación, sino también grandes abadías de otras órdenes religiosas que se incorporaron a la órbita de Cluny.

Entre finales del siglo XI y principios del siglo XII se inicia el declive de Cluny. Diversos factores intervinieron en el proceso, entre ellos, el rigor de su estructura interna y el consecuente estancamiento de la orden, la progresiva mundanización del espíritu cluniacense, los problemas económicos y la aparición de órdenes, como el Cister, que propugnaba otros hábitos de vida más austeros.

En los siguientes siglos, la presencia de nuevas órdenes (cistercienses, cartujos, dominicos, franciscanos, etc.) y la especialización de la vida monástica en diferentes facetas (asistencial, ascética y militar) contribuyeron a la pérdida de influencia de dicha congregación. Durante la revolución francesa el monasterio de Cluny fue saqueado y destruido; sus tesoros y bienes fueron confiscados y subastados públicamente. Con el paso del tiempo, Cluny, dividida en varias ramas, se ha convertido en representante directa de la orden benedictina.