Durante el siglo XI Cluny se estableció como la orden más influyente en el territorio europeo. Se convirtió en el instrumento más eficaz para la consecución de la reforma monástica y para la abolición de cultos que despertaban recelos (como el rito mozárabe en el territorio español). Además, fue, junto con las peregrinaciones a Roma y Santiago de Compostela, el elemento transmisor de las claves del arte románico, especialmente de la arquitectura.
Reconocida su autoridad, la abadía de Cluny tenía capacidad para ordenar la creación de nuevos centros religiosos sometidos a su disciplina. En el panorama arquitectónico, esto se tradujo en la creación de un tipo de arquitectura monástica difundida por toda Europa que seguía las pautas dictadas por Cluny.