Lexique

URBANIZACIÓN

El plano de la ciudad. A través de los componentes históricos del plano podemos estudiar la localización de los edificios y la estructura social de las villas, así como su evolución. En las villas de la primera época encontramos dos elementos morfológicos principales: en primer lugar, la muralla, fundamental tanto para su defensa como para su conformación física e institucional y básica para su delimitación territorial y, en segundo lugar, las iglesias. J. I. Linazasoro diferencia los siguientes tipos de ciudades en el País Vasco:

a) La ciudad camino (Burguete, Estella y Billabona).
b) Ciudades de planta rectangular, totalmente fortificadas (Puentelarreina, Sangüesa, Donostia-San Sebastián).
c) Ciudades de recinto fortificado irregular con dos parroquias formando parte de la muralla (Laguardia, Vitoria-Gasteiz, Salvatierra).
d) Ciudades de una sola iglesia central (Arrasate-Mondragón, Azpeitia); a este tipo pertenecen la mayoría de las fundaciones guipuzcoanas.
e) Las ciudades vizcainas, más tardías, forman un grupo aparte siendo el tipo más sencillo el de un pequeño número de calles paralelas sin estructurar jerárquicamente. La mayoría de las villas vascas fundadas en la Edad Media son, en gran medida, planificadas. Algunas de ellas, según Leopoldo Torres Balbás, presentan grandes similitudes con las bastidas del sudoeste francés (Durango, Bermeo, Bilbao, Markina-Xemein, Gernika-Lumo, Tolosa, Salvatierra). Ver BASTIDA.

Quizás las mayores disparidades en el asentamiento de la población en el País Vasco se refieren más que al plano de la ciudad, al modelo de localización en el contexto geográfico de las distintas zonas; la costa, zona pirenaica y valles de montaña, los valles guipuzcoanos y vizcaínos, la cuenca de Pamplona y la llanada alavesa, la Rioja y el sur de Navarra. En el largo período que va desde el siglo XVI hasta los primeros ensanches de las ciudades vascas en el XIX, no es precisamente el crecimiento urbano la tendencia de población verificada. La profunda crisis económica y las epidemias del XVII dejaron a la población a comienzos del XVIII en los mismos niveles de 1500-1550. Una de las características de esta época es la mejora de las comunicaciones entre las ciudades vascas y de éstas con Castilla, materializada en el florecimiento del comercio en el siglo XVI. Con la crisis del XVII el comercio decae, sobre todo en la costa, produciéndose una ruralización de la población. Sin embargo, este retraimiento general no parece coincidir con el desarrollo de la construcción, a finales del siglo XVII, especialmente en Gipuzkoa y Navarra (numerosos palacetes y mansiones señoriales en las zonas rurales). A partir del primer cuarto del siglo XVIII se inicia una etapa de renovación urbana. Esta se manifiesta en las plazas y los primeros ensanches de finales de siglo, dentro de las líneas generales del clasicismo urbano: la línea recta, la perspectiva monumental y el programa. Muestra de ello son la Plaza Mayor de Vitoria-Gasteiz, de Olaguibel, las de Donostia-San Sebastián y Bilbao, de Silvestre Pérez, y la de Tafalla, de Martín de Saracibar. Entrados en el siglo XIX, el tardío desarrollo industrial va a afectar el poblamiento urbano. Hasta el final de la última guerra carlista ésta podría ser considerada como una época de transición. En ella el desarrollo urbano se centra en los citados ensanches y en la reconstrucción y posteriores ensanches de Donostia-San Sebastián. Pero sobre todo en el crecimiento industrial, centrado en el área de la desembocadura del Ibaizábal y en algunas ciudades guipuzcoanas. La población de Bilbao comienza a dispararse y tras ella la de Donostia-San Sebastián, la cual entre 1877 y 1887 supera a Pamplona y Vitoria-Gasteiz que apenas crecen. Por último, debemos señalar que en 1877 solamente las capitales de provincia superaban los 10.000 habitantes, ocupando Navarra por su población el puesto número 28 entre las provincias del Estado, Bizkaia el 40, Gipuzkoa el 45 y Alava el 49.