Kontzeptua

Pacto de Santoña

En consecuencia, el escenario decisivo de los acontecimientos se traslada a Santander, donde, en un ambiente hostil, se halla tanto la población civil refugiada como el Ejército. Por lo que respecta al frente, alrededor del 20 de julio, los comisarios de guerra nacionalistas comienzan a tener noticias concretas de la llamada "solución italiana" de boca de Arteche, miembro del EBB. Según los comisarios nacionalistas Lejárcegui y Ugarte, los compromisos adquiridos por ambas partes serían básicamente tres: que los vascos se mantendrían en situación defensiva, sin prestar ninguna colaboración al resto del Ejército del Norte, pero sin abandonar el frente que "miraba a Euzkadi"; que los italianos se comprometían a dejar libre el mar hasta el 31 de julio para la entrada de barcos con víveres, quienes a su vez podrían evacuar la población civil, y que el ataque al frente Norte no se produciría de Este a Oeste sino desde el Sur, es decir, por Reinosa y El Escudo para ocupar Torrelavega y Solares, los dos puntos estratégicos de comunicaciones con la capital santanderina y Asturias. Así, el Ejército vasco quedaría copado en su demarcación y podría proceder a su rendición, dando, efectivamente la imagen de una derrota. Posteriormente, los responsables políticos y militares podrían ser evacuados al extranjero y las tropas rendidas quedarían bajo protección italiana en campos de concentración sin que ningún gudari tuviera que retomar las armas mientras durase la guerra. En estos compromisos y por petición vasca, los medios de evacuación quedan en sus manos.

El primer obstáculo con el que tropezó este plan fue la nueva política impulsada por el Gobierno Negrín, creado poco antes, en mayo. Una de las primeras directrices emanadas por el nuevo Gobierno fue el de la transformación de las milicias de partido en un verdadero Ejército regular, lo cual suponía la disolución de las antiguas unidades y su integración en otras de carácter orgánico sujetas a la correspondiente cadena militar de mando. En el Frente Norte, ello equivalía a la disolución del llamado Ejército Vasco, es decir, la disgregación de las unidades militares sujetas a disciplina nacionalista, las mismas que se preparan para la rendición. Difícilmente podrían concentrarse en el sector oriental del frente si dependían de mandos militares nombrados por el Gobierno frentepopulista, estando, además, integradas en batallones formados independientemente de adscripciones partidistas. El PNV, en consecuencia, se opuso firmemente a las órdenes dadas por el general Gámir Ulibarri, jefe del Ejército del Norte, de proceder a la disolución de unidades de partido. El EBB, afirmó que "esta guerra tenía un carácter eminentemente político y de doble aspecto para nosotros ya que nuestra participación en la guerra no era mirando solamente el aspecto del problema republicano en España sino que nosotros colaborábamos y ofrecíamos al régimen republicano nuestra fuerza 'político-militar', partiendo del principio de autodeterminación de Euzkadi y de nuestro hecho diferencial político-confesional". Gámir Ulibarri hizo oídos sordos a la nota y se ratificó en sus órdenes. La respuesta nacionalista no se hizo esperar: sus batallones iniciaron la retirada del frente dirigiéndose a Laredo. El general se vio obligado a dar marcha atrás, dejando al PNV que reorganizara por su cuenta las unidades. Con ello se había dado el paso decisivo.

En realidad, y hasta consumarse la rendición, los incidentes entre las tropas nacionalistas y el mando del Norte fueron constantes. A finales de julio, y aprovechando el traslado de fuerzas enemigas a Brunete -la famosa batalla se prolongó durante todo el mes- el Estado Mayor del Ejército del Norte decidió pasar a la ofensiva proyectando un ataque sobre Oviedo y la posición estratégica de la ermita de Kolitza. Las tropas nacionalistas cumplieron el acuerdo establecido con los italianos de no participar en los combates; como afirman los comisarios Lejárcegui y Ugarte, "nos opusimos a ella [la orden de atacar] decididamente y, pasara lo que pasara, dimos orden a nuestros batallones para que no actuasen, cumpliéndose la misma y haciendo fracasar totalmente los intentos de lucha". El ambiente en el que se vive en el Frente Norte santanderino bordea ya la rebelión, en palabras de los comisarios citados: "Nuestro papel era muy airado, no solamente ante los jefes militares, sino también ante las organizaciones políticas y sindicales de Euzkadi y del Norte, a quienes, como es lógico, transcendían las continuas rebeldías y conatos de indisciplina de las unidades nacionalistas vascas, con la particularidad de que ya se señalaba que el origen de las mismas no provenía de los batallones sino más bien era una trama preconcebida y dirigida por los jefes nacionalistas. Entre éstos nos situaban a nosotros, con la especial particularidad de ostentar el cargo de Comisarios de Guerra, representantes genuinos de la moral y disciplina del Ejército y que en la práctica resultábamos todo lo contrario, equivaliendo nuestro papel al de unos verdaderos agentes provocadores, con todos los visos de estar laborando más por el enemigo que por la causa antifascista".

En este clima van pasando los días sin mayores novedades para el desarrollo de los acontecimientos que, lógicamente, van a precipitarse a partir del inicio de la ofensiva franquista sobre el frente Norte, el 14 de agosto. La víspera, Ajuriaguerra viaja a San Juan de Luz para entrevistarse con los mandos italianos. Allí, informa sobre la situación exacta de las cuatro divisiones nacionalistas en el frente y llega a un acuerdo acerca de las fechas en las que el mar se hallará libre: desde las 12 de la noche del 21 hasta la misma hora del día 24. Es en este lapso de tiempo cuando habrá de procederse a la evacuación.