Kontzeptua

Matxinadak (1989ko bertsioa)

Conclusión. En líneas generales, se podría afirmar que la acción popular está mediatizada por una concepción del mundo y de las cosas que mira hacia el pasado. De aquí que las matxinadas vascas tengan un carácter netamente conservador. Los matxines, cuando actúan lo hacen para suprimir el desorden que ha introducido una intervención política innovadora. Estancos, aduanas, levas y acaparamientos de comestibles son cuñas concebidas por la masa rebelada como peligros a un "pasado modélico", a una "Edad de Oro", formulados ideal y paranoicamente. Para un lector contemporáneo, este hecho puede resultar absurdo. Entre las barreras que separan a dos mundos diferentes, las culturas industriales buscan su definición en una idea de progreso, de futuro; por el contrario, el mundo tradicional preindustrial lo encontró en la tradición, en el pasado. La revuelta antizamacolista de 1804 comenzó en Begoña. En su basílica, los matxines apelaron a su patrona, prometiendo actuar pacíficamente. Al menos, no hubo víctimas mortales. En 1718, por contra, hubo muchas. Pero se intentó corregir los desafueros populares sobre todos los templos sagrados "...y para que semejantes arroxos no queden sin justo castigo y a otros sirva de ejemplo, acordaron que si se justificase haver sido alguna persona de esta Republica (de Galdácano) complise en tales desordenes sea castigado seberamente a costa de esta Republica". Al discemir los sublevados sus objetivos punitivos, ilustran, también, sus comportamientos mentales. No cabe duda de que en la acción subversiva popular es detectable una noción de legitimidad. Con su actuación, los matxines creían estar defendiendo los derechos tradicionales admitidos consuetudinariamente por la comunidad. La profunda convicción de que los precios deberían ser regulados en épocas de escasez y de que los comerciantes acaparadores se excluían a sí mismos del cosmos social, catalizarán los comportamientos matxinos guipuzcoanos de 1766. En tal sentido, los saqueos, incendios y muertes formarían parte de un ritual necesariamente purificador. La afirmación de un testimonio correspondiente a 1718 es reveladora de lo que decimos: "dizen que no toman dinero ni otra cosa, diziendo que no buscan sino la honra de la Patria". La justificación de la acción subversiva contra las aduanas se vehiculó mentalmente mediante la asunción colectiva de la propia realidad cotidiana, agravada hasta el paroxismo: "... bajaron para que no se les hiciese complices en la plantificacion de las Aduanas y para que se quitasen, diciendo que aun sin ellas no se podia vivir". La legitimidad de la acción popular se apoyó en un cuadro cultural normativo constituido por interpretaciones míticas, justicieras, religiosas y metafísicas de la realidad. Los matxinos, en ningún caso tuvieron conciencia de formar parte de una sedición. Sus acciones violentas fueron concebidas como necesarios instrumentos de autodefensa frente a los atropellos provocados por los gobernantes. Protestan y actúan sin negar ni poner en duda su sumisión a la Corona, los Fueros y la realidad social y económica imperante; protestan, en definitiva, limitándose a exigir que fuesen contemplados y respetados sus derechos comunitarios y consuetudinarios. En efecto, al grito de "Viva el Rey" y "Vivan los Fueros", las manifestaciones matxinas nunca actuaron irracionalmente. Las peticiones, las quejas, los "cuadernos insurreccionales" recriminan las violaciones de las libertades "provinciales" o aldeanas, el agobio impositivo, las acciones de los comisarios y recaudadores de impuestos, las actitudes de comerciantes acaparadores, el mal gobierno, etc. De aquí que la revuelta preindustrial vasca tenga una expresión política carente de matices de transformación social revolucionaria, tal y como es perceptible en la sociedad industrial. Todas las demandas se canalizarán a través de las instancias institucionales apelando al carácter sagrado de la costumbre, de la tradición, el cual consideraba todo impuesto nuevo no consentido por las Juntas Generales y Cabildos locales, como una gabela, como una exacción intolerable. Si repasamos las peticiones populares en todas las matxinadas observaremos, grosso modo, que las quejas se formularon en función de necesidades inmediatas y nunca subvirtiendo el modelo social, político y económico recurrente del "pasado modélico". La realidad cotidiana, sentida y vivida por cada comunidad rural y urbana, será la que sancione, históricamente, cada puntual reivindicación. En 1633, congregados en Junta General más de dos mil marineros y campesinos armados con lanzas, exigirán:

- Que se anulen todos los nombramientos y comisionados hechos en razón del Estanco de la Sal.
- Que se proceda contra los quebrantadores del Fuero.
- Que no se pagasen las bulas en plata sino en vellón.
- Que en Vitoria no se impusieran derechos a las cosas que se llevan de Vizcaya.
- Que no se cierren los puertos ni se impida la navegación a los navíos vizcaínos por ninguna causa.
- Etc.

Dos siglos más tarde, en 1766, los vecinos de la villa marinera de Motrico y de Elgóibar capitularán:

- Que la fanega de trigo valga 26 reales y 15 la de maíz, "todo perpetuamente".
- Que los inquilinos, por falta de recursos, compren la fanega de trigo a 22 reales.
- Que se destruyan las medidas nuevas y se usen las viejas.
- Que la primicia sea administrada por la villa, sin sacarla a remate público.
- Que la castaña sea repartida entre los vecinos.
- Que no se pague diezmo de castaña.
- Que no se pague diezmo de cerdo.
- Que se pague diezmo en función de lo que se sembrase y no de lo que se recogiese.
- Que las cabras pazcan libremente en los términos comunales y de particulares.
- Que ningún clérigo o "expectante" pueda tener más de dos capellanías.
- Que la villa pague salario al médico y no exija sisa por ello a los vecinos. Que en los "auzolanes" de caminos participen todos los vecinos.
- Que se hagan puentes en todos los lugares por donde haya de pasar el santo beático.
- Que en los trabajos de carpintería de ribera pague el amo 8 reales al artesano y 5 reales y 17 maravedís en caso de mantenerle y a los galafates 8 reales y cuartillo de vino ("según costumbre antigua").
- Que a cada foguera se le dé anualmente ocho cargas de leña para la cocina.
- Que de todo lo referido se pida a la primera Junta General su confirmación y que las pesas de las alhóndigas y ferrerías sean iguales".

No cabe la menor duda de que se trata de un manifiesto social, económico y político elaborado para reglar la vida de una comunidad preindustrial. En efecto, se regula el orden tradicional. Se pretende operativizar una moral de muchedumbre. Se busca, en definitiva, frenar y enterrar el tiempo. La "Edad de Oro" queda consagrada para siempre.

José Carlos ENRÍQUEZ FERNÁNDEZ