Kontzeptua

Matxinadak (1989ko bertsioa)

Coyuntura histórica y revueltas vascas. En innumerables ocasiones los historiadores nos sentimos tentados a buscar una causa final, universalmente presente y funcional, para explicar una conmoción social, una revuelta o una revolución. Se trata, sencillamente, de un tremendo error. Desde luego, todas las insurrecciones vascas que vamos a analizar están invariablemente relacionadas con los cambios económicos e, incluso, políticos, mucho más profundos que los que afectaron únicamente al conjunto o a partes de las Provincias Exentas. Se impone de esta manera analizar los contextos históricos en los que se produjeron las Matxinadas. Porque las grandes revueltas vascas son una excepción, el punto final de un proceso que acabó en enfrentamiento social, en insurrección política, violenta y popular. En efecto, tres elementos conjugados precipitaron las conciencias sociales hacia la revuelta. En todas las Matxinadas vascas observamos imbricados una coyuntura agraria caótica, una tributación extraordinaria y una situación bélica. La escasez de alimentos, por sí sola, no desataba el descontento. Las malas cosechas eran frecuentes; pero cuando se hacía patente que ciertas categorías se beneficiaban de los malos tiempos, las comunidades campesinas tenían sobrados motivos para sublevarse. Acaparadores de cereales, comerciantes exportadores fueron el blanco de las iras populares en la Matxinada de 1755 ("Matxinada de la Carne") en Guipúzcoa y la Matxinada de 1766 en todo el territorio foral. La escasez unida a los elevados precios de los cereales motivaron la aparición de pasquines como el siguiente: "Sólo aquí en San Sebastián se permiten varios Esquilaches. Pues, ¿qué mayores enemigos o demonios que los mismos capitulares de esta ciudad, que, en lugar de proveer en cinco cuartos el pan, nos proveen en diez...?, y nos vemos precisados a ejecutar un desatino, si es que no pongan remedios útiles, como lo verán y en ocho días por la nochecer. Nadie quite este papel, pena de la vida" (San Sebastián, 14, abril, 1766). Si observamos el siguiente cuadro, elaborado por el profesor norteamericano E. J. Hamilton, el lector podrá constatar cómo la revuelta de 1766 aparece cabalgando sobre una coyuntura de precios vertiginosamente al alza:

Cuadro I. Precios del trigo en Castilla
(1760-1767)
Años Precios: maravedi/fanega
1760
1761
1762
1763
1764
1765
1766
1767
1.009
843
1.039
1.360
1.258
1.657
1.054
1.791

Fuente: E.J. Hamilton, War and prices in Spain, 1651-1800. Harvard University Press. 1947. (Nota: Estos precios son muy similares a los del mercado de Tolosa).

Diversas relaciones documentales subrayan la dinámica infernal de los precios: "En esta provincia de Guipúzcoa el año de 1766 llegaron a valer los granos de manera que los pobres oficiales apenas alcanzaban con su trabajo para poder comer un poco de pan. Subió el trigo a 40 reales la fanega y la de maíz se vendía a 30 reales y como el jornal diario no pasaba de 4 ó 5 reales y muchos de ellos se hallaban cargados de familia y los años antecedentes habían sido también poco felices, llegaron a verse muy apurados". La Matxinada vizcaína de 1804 debe inscribirse bajo idénticos parámetros. Los años finales del siglo XVIII -años de posguerra- fueron muy difíciles. El nuevo siglo no cambió la tendencia. El año de 1803 fue estéril y uno de los regimientos generales decretó importar veinte mil fanegas de maíz y que todas las repúblicas del Señorío manifestasen las que precisaban. Para paliar la angustia de la hambruna (el recuerdo de 1789, calificado por las autoridades vizcaínas como el "año del hambre", obró como eficaz preservativo) se prohibió la extracción de granos del país. Mas previendo la formación de ejércitos de menesterosos, ya de por sí numerosos, el corregidor Pereira ofició a los ayuntamientos, disponiendo que mientras durase la indigencia, se proporcionara ocupación a los trabajadores y jornaleros, principalmente en el invierno, y se abriesen suscripciones públicas. Vanos esfuerzos a juzgar por los resultados. En 1718 observamos semejante situación. Y paroxismo en la coyuntura de 1630-35. Y es que las mentalidades colectivas del Antiguo Régimen vasco, como las europeas y peninsulares, aparecen marcadas por la obsesión del pan cotidiano, de la subsistencia mínima. Movilizadas para defender su pan diario, las mujeres de Bilbao claman contra las señoras poderosas, afirmando: "ahora nuestros hijos y maridos serán alcaldes y regidores y no los traidores que nos venden la república, y pues en Vizcaya todos somos iguales, más han de ser las haciendas que no es bien que ellos coman gallina y nosotros sardinas". Toda una máxima de igualitarismo en los consumos y milenarismo social. Este rasgo de precios accesibles, a mi entender, subyace en todas las manifestaciones machinas. Sea el pan, la carne, la sal, concurridos en el mercado, han de tener un precio razonable, que es, además, el precio justo. La tasación popular o la defensa de mecanismos que afectan a la libre oferta y demanda de la foralidad -Aduanas- responden a criterios morales y políticos, en definitiva, populares, de la colectividad vasca preindustrial. Muy estrechamente ligada a la crisis agraria, constatamos unafuerte presencia de exigencias tributarias. Ya fuese por las graves necesidades de la hacienda estatal o las haciendas forales provinciales, el recurso a gravar los consumos, al extremo de agobiarlos, fue también decisivo en la formación de un estado de opinión insurreccional. En el cuadro siguiente, puede comprobarse la fijación de dos modelos tributarios tendentes, no por casualidad, a fiscalizar consumos populares en una fase que podríamos calificar premachina: 1629 y 1800:

Cuadro II. Vizcaya: Tributaciones sobre consumos. Años 1629 y 1800
1629
-- 2 maravedíes en azumbre de vino de la cosecha del Señorío y
de todo el que entrase o saliese.
-- 1 real por cada carga de pescado.
-- 2 reales por cada carga de pescado escabechado y curado que
se cargase en cabalgaduras en los puertos para fuera de ellos.
-- 0,5 % de todo género de pescado salado que se importara.
-- 1 % de todo género de lencería, pañería, quincallería, mercería, papel, obras y
fábricas de lana y seda que se trajera de fuera de estos Reinos.
-- Quedaban exentos de pago los granos, el aceite y la grasa de ballena.
1800
-- Un cuartillo de real en libra de azúcar.
-- Medio real en libra de cacao.
-- Cuatro reales en libra de canela.
-- 2 maravedíes en libra de vaca.
-- 1 maravedí en libra de bacalao.
---2 reales en resina de papel de escribir, medio real en la de estraza y
4 maravedíes en pliego de marquilla.
-- 2 reales en docena de naipes.
-- 1 % en elavazón y manufactura de hierro extranjero.
-- 2 reales por instrumento público.

Además, los impuestos sobre los comestibles coincidieron con un aumento en el precio de los mismos, debido a las alteraciones monetarias efectuadas por la corona. En ambas . coyunturas, el encarecimiento de los alimentos de primera necesidad y las alteraciones monetarias provocaron dificultades en el tráfico comercial. Este hecho es sumamente importante por cuanto explicaría ciertas actitudes y comportamientos de los hombres del comercio durante el Estanco de la Sal y la Zamacolada. Ni que decir tiene que ambos modelos fiscales fueron fuertemente contestados. Lejos de remediar males, alimentaron un fuego que pronto se iba a extender violentamente. El establecimiento en las provincias vascas, en enero de 1631 , por parte del Estado, del monopolio sobre la sal, producto que debería venderse en lo sucesivo en cupos obligatorios y a un precio que suponía el 60 % de incremento de su nivel anterior, fue la gota que desbordó el vaso. En cualquier caso, es necesario advertir que "el medio de la sal", aceptado por las autoridades forales en un principio, sólo fue la ocasión para la explosión de tensiones políticas y sociales más profundas. Sintéticamente, se puede afirmar que las protestas se dirigieron contra un conjunto de medidas y exigencias fiscales, promulgadas en el decenio de 1620, que dañaban al tráfico comercialcon la Europa nórdica, por una parte, e "igualaban" fiscalmente a los vascos con los avecindados en Castilla, por otra. Es difícil, por no decir imposible, desligar el aumento de las contribuciones de las situaciones de guerra, con todas las consecuencias que conllevaba ésta. Obsérvese que todas las Matxinadas vascas se insertan en un período dominado por el "casus belli". Existe un paralelismo innegable entre Guerra de los Países Bajos y Estanco de la Sal, guerra contra Francia y Aduanas y guerra contra Inglaterra y Matxinadas de 1766 y 1804. De hecho, los modelos contributivos extraordinarios se articularon para rellenar y mantener las insaciables intendencias militares tanto del Estado central como de las administraciones forales vascas. Los impuestos señalados arriba, correspondientes a 1629, se decidieron, a pesar de la fuerte oposición de las villas y ciudad de Orduña, para proveer un servicio al rey de dos galeones de seiscientas toneladas cada uno, 36.000 ducados para ayuda y mantenimiento y la artillería y el sueldo de doscientos marineros por seis meses. Si cabe, la explosiva situación que percibimos en Vizcaya y Guipúzcoa en la primavera y verano de 1718, se hunde en las exasperantes contribuciones realizadas durante la Guerra de Sucesión (1700-1714). El Regimiento de 500 hombres reclutado en Vizcaya, en 1709, y repuesto al año siguiente, inicia el proceso. En 171l son ya 11 reales los que se imponen por foguera, para pasar a doce en 1713 y estabilizarse en un escudo desde 1714. Tenemos numerosas evidencias documentales de que los diferentes gobiernos del Señorío rebañaron los límites de la capacidad contributiva de los vizcaínos por los expedientes de emergencia adoptados por los regimientos en 1712 y 1713. Al mismo tiempo, los arbitrajes fiscales sobre los consumos populares, especialmente el ochavo sobre vino foráneo y el maravedí sobre el chacolí decretados en 1708 y regulados en 1712, levantaron numerosas protestas, especialmente, lo que es muy significativo -como señala Sagarminaga- "de las repúblicas marítimas del Señorío". A la progresiva cascada de exigencias desde Madrid, que se había iniciado con la instalación en marzo de 1714 de la Factoría de Tabaco en Bilbao -un instrumento más para controlar los contrabandos tabaqueros por parte de comerciantes, al por mayor, y numerosos campesinos, al por menor, que de gestión económica-, continuado con la "leva de marinería", y concluido con la plantificación de la aduana a "pie de agua", hizo creíbles rumores y bulos en el sentido de que los vizcaínos, como se hizo público en septiembre de 1718, mes de la revuelta, pronto todos serían "pecheros". En tal contexto de conflicto social, agravado por las expectativas de una mala cosecha -aunque todavía los datos son fragmentarios, sabemos que la coyuntura agraria (1715-18) fue alarmantemente deficitaria-, y por la situación bélica, la instalación de las aduanas en el litoral fue la causa suficiente para provocar la sublevación. De la misma manera, los sucesos de agosto de 1804 constituyen el punto final de un largo proceso de desajustes estructurales que, iniciados en 1789 con una crisis finisecular agraria, seguidos por la guerra contra los republicanos franceses, los servicios votados para sostenerla y los arbitrios para sufragarla ("En esta cuestión -afirma Murga, singular cronista de aquella Matxinada- estuvo precisamente el germen de la animosidad que concibió el escribano Zamácola contra la representación política de Bilbao") ven su culminación en leyes represivas ("Ley Aranguren y Sobrado"), levas de marinería, de "vagos y maleantes", donativos y contribuciones extraordinarias, malas cosechas y mortandades, etc.