Concepto

Viernes Santo

La Semana Santa se inicia con tres jornadas (Lunes, Martes y Miércoles Santo) de recogimiento y preparación espiritual cara a los días claves del misterio Pascual. La actividad más destacable se puede centrar el Lunes Santo, en la procesión bilbaína del Nazareno, que tan hondo calado tiene entre las gentes que habitan en el antiguo extrarradio de la capital vizcaína.

Por su parte, el miércoles era el día destinado a elaborar el abigarrado y artístico "Monumento" que con su parafernalia, decoraba el sagrario donde se guardaban las santas formas consagradas. Consistiendo en una estructura de madera pintada y aderezada por gran número y variedad de distintos paños, los cuáles demandaban una infinidad de clavos y alfileres que niños y monagos solicitaban por todos los rincones del casco urbano. Y desde este día, se sucedían los recorridos ascendentes del "Vía Crucis", las vespertinas celebraciones del "oficio de tinieblas" evocadoras del cataclismo general producido a la muerte de Cristo y asociadas a "matar o romper la capa" a Judas, el diablo o a los judíos.

Pero es cierto que no se puede entender el Viernes Santo sin las pautas y prolegómenos que se inician en la jornada de Jueves Santo (Eguen edo o Ostegun Santua). Y como señala el refranero popular:

"Tres jueves hay en el año
que brillan más que el sol:
Jueves Santo, Corpus Christi
y el jueves de la Ascensión".

En definitiva, la vespertina jornada del Jueves Santo se caracterizaba por el enmudecimiento de las campanas de los edificios religiosos (su metálico sonido era sustituido por el bronco sonar de grandes matracas y carracas), se evitaba toda expresión de alegría o diversión, casas y recintos religiosos tapaban con negras telas todas sus imágenes, se bendecían las túnicas procesionales o se recibían los Santos Óleos, el Santísimo era celosamente custodiado y los cofrades ya constituidos solían celebrar cena nocturna.

La jornada procesional y de pasiones vivientes se caracteriza por las escenas artísticas y doctrinales que representan la sucesión cronológica del evangelio: la última cena, la oración del huerto, el momento del prendimiento, la presencia de Jesús ante Anás o Pilatos, Jesús azotado y atado a la columna, la coronación de espinas y el encuentro con su madre y San Juan. A modo de actos teatrales, esta secuenciación visual se va a prolongar en las siguientes jornadas: Viernes Santo, Sábado de Gloria y Domingo de Resurrección. Con un carácter más singular, se nos presentan los corporativos municipales de Pamplona cumpliendo (desde la epidemia de peste de 1599) con el "voto" de las Cinco Llagas.