Apresurada reconquista de la Rioja y enérgica reacción de Abd al-Rahmán III (924). El valle de Guesalaz, al pie de los macizos montañosos de Andia, había visto combatir bravamente contra el moro a los dos primos carnales, el rey Ordoño y García, hijo de don Sancho, que era rey de Nájera desde su reconquista. Ambos habían decidido obrar rápidamente y en colaboración sobre tierra riojana. Seguramente que el joven rey no podría contener su impaciencia por volver a reinar en la hermosa ciudad de Nájera, ahora en poder enemigo. Y ambos no podrían tolerar por más tiempo tampoco la afrenta que para sus armas significaba la derrota y la burla en tierra de moros llevándose prisioneros a los obispos Hermogio y Dulcidio. Así las cosas, don García vuelve a pasar el Ebro recobrando la Rioja, menos las plazas de Nájera y Viguera, poderosamente fortificadas y guarnecidas. Luego vuelven sus gentes, Ebro arriba, y acometen, en combinación con los leoneses, las dos ciudades citadas de Nájera y Viguera. Ambos primos, Ordoño, leonés, García, vascón, ponen sitio a Nájera y Viguera respectivamente. En otras ocasiones los pamploneses también han intervenido y han de intervenir en operaciones leonesas a título de aliados. Lucha dura y porfiada precedió a la rendición de ambas plazas fuertes; era ya fines de octubre del 923 cuando caía Nájera y, poco después, Viguera. En memoria de tales acontecimientos ambos reyes parientes hicieron algo notable que perpetuara la victoria: Ordoño restaura el monasterio de Santa Colomba el 21 de octubre de 923 y Sancho, padre de García, el célebre monasterio de Albelda, en enero del 924. Este mismo año, en abril, ya daba Abd al-Rahmán la primera señal de furor saliendo de Córdoba con numeroso ejército para vengar las derrotas sufridas en los meses anteriores. El califa, que ya creía destruido el poder vascón-leonés con la derrota de Valdejunquera, irrumpe por la frontera vascona con fuerzas jamás vistas en guerras anteriores por su potencia bélica y su número. Ahora con mayor impunidad porque acaba de morir Ordoño, sucediéndole el débil Fruela II. Oigamos narrar la «campaña de Pamplona» al musulmán Arib ibn Saad: «En este año hubo otra famosa expedición del Amir a tierra de Pamplona para vengar la muerte de los prisioneros de Viguera, Beni Lob y Beni Di-n-non. Abdo-r-Rahman adelantó algun tanto la periódica salida de las tropas, y salió de Córdoba con crecida hueste el jueves 2 de Di-l-haggia, año 312 (8 de marzo de 924). El sábado 26 de Moharram del siguiente año (12 de abril) se puso en marcha el ejército, es decir, a los 23 días cabales de su salida al campo.» Refiere diversas determinaciones tomadas por el Amir con respecto a los gobernadores árabes de las provincias por donde pasaba y después dice: «Esto hecho el Amir, seguido de numerosa hueste, entró en tierra de Tudela, en donde se le reunieron los "Togibies" (Tuchibíes), familia poderosa de aquella comarca, y otros caudillos de aquella frontera a la cabeza de sus respectivas tribus. El sábado 4 de Rabi postrera (8 de junio) el Amir pisó el territorio de los infieles resuelto a tomar cumplida venganza. Llegó a Calcar (Carcar) pensando hallar allí al rey Sancho; mas noticioso éste de la llegada del Amir, había desamparado aquella fortaleza, que fue al punto destruida. Desde allí pasó a un lugar llamado Petra alta (Peralta), castillo fuerte. Hallóle también desierto, si bien la gente que le guarnecía huyó con tanta precipitación, que se dejaron los pertrechos de guerra, víveres y demás. Los habitantes de los pueblos comarcanos huyeron con sus mujeres e hijos a otro pueblo llamado Zalaza, exceptuando unos pocos que se ahogaron al paso del río... El pueblo fue incendiado: igual suerte tuvieron los demás castillos y fortalezas de aquellas inmediaciones, hasta que no quedó piedra en pie. Después de haber permanecido allí dos días enteros, el Amir se dirigió al castillo de Faleces [Falces), cuyos arrabales incendió, talando las mieses y destruyendo cuanto se le puso por delante. Fuése desde allí a Baquelia o Bacalia [Tafalla], que era un castillo de los más nobles y fuertes de aquella tierra, y en el cual hallaron los Muslimes mucha abundancia de bastimentos y provisiones. Desde allí la hueste se dirigió a Carquisel [Carcastillo], sobre el río Aragón (Arga). Llegada que fue allí, el Amir determinó penetrar más adentro en tierra de infieles y sorprenderlos en los lugares y villas del interior, en donde se consideraban seguros. A este fin se puso en marcha desde el punto llamado Feg Almarcuen [Marcuera, entre Carcastillo y Gallipienzo] el sábado 11 de Rabi 1ª, y después de tomar todas las precauciones necesarias para que las dos alas del ejército no fueran atacadas de improviso, se metió en tierra de cristianos, llegando los Muslimes a partes donde sus ejércitos nunca antes habían penetrado. Fue la llegada de Sancho con sus cristianos el miércoles 15 de Rabi postrera. Visto esto por Abdo-r-Rahman, dispuso emprender su marcha, y habiendo partido su hueste en divisiones, dió sus órdenes para que al siguiente día se pusiesen en marcha, encomendando a todos que guardasen sus puestos y no se separasen de la hueste. Emprendieron los Muslimes su marcha por entre aquellos encumbrados montes y profundos valles, desde los cuales podían divisar a Sancho y sus pamploneses, que observaban sus movimientos y no aguardaban sino una ocasión favorable para atacar las alas o la zaga del ejército. Al entrar la hueste por la estrecha garganta de un valle llamado Higa o Hega los cristianos bajaron en tropel de los montes y vericuetos en que estaban acampados y se trabó una ligera escaramuza entre ellos y la vanguardia de nuestro ejército; visto lo cual por Abdo-r-Rahman mandó al punto enarbolar el pendón real y plantar su tienda, dando al mismo tiempo la señal para la pelea. Los Muslimes se arrojaron sobre el enemigo como leones, pasaron a nado el río Higa o Hega y desalojaron a los cristianos de las posiciones que ocupaban, hasta obligarlos a trepar a un altísimo monte de aquel distrito, no sin haber hecho en ellos gran matanza. Mas no contentos con esto los Muslimes, treparon por aquellas alturas (que Dios fue servido allanarles las dificultades del terreno), y fue tal el ímpetu con que cargaron a los enemigos, que quedó el campo sembrado de cadáveres. Siguieron los nuestros el alcance de los fugitivos, y llegaron a tierra llana; allí encontraron mucho ganado y bastimentos, que tomaron para sí, con lo cual se volvieron alegres y contentos, sin que hubiese por nuestra parte mas pérdida que la de Yacob ben Abi Halad ben Al-toberi y algunos pocos soldados de la guardia del Sultán, que murieron peleando como buenos, por lo cual Dios sin duda les abrió las puertas del Paraíso. De las cabezas de los infieles se hizo un gran montón, si bien las dificultades del camino y la larga distancia fueron causa de que no se remitiesen a Córdoba. Después de esto el Amir levantó sus reales y marchó a Lumbera [Lumbier]; desde allí a Laquiz [Leguin]. No llegaba la hueste a un sitio que no fuese enteramente saqueado y tomado: si era castillo, era al punto destruido y arrasado. De esta manera llegó el Amir a la ciudad de Bambelona [Pamplona], la cual halló desierta y desamparada. Luego entró en ella el Amir, y mandó que se derribasen sus casas y edificios, y que se echase por tierra una célebre iglesia que allí había, la cual era el sitio de sus sucias ceremonias. Hízose como el Amir mandaba, y el edificio quedó de todo punto arruinado. Desde Bambelona Abdo-r-Rahman se dirigió a Sagra Cais o la Peña de Cays, en donde había otra iglesia que Sancho había edificado, y tenía gran nombradía entre los infieles; era sitio fuerte en extremo, y en el cual el Rey cristiano había gastado muchos tesoros. Hallábase allí la hueste toda ocupada en arrasarla, cuando el perro de Sancho se dejó ver en la cumbre de un cercano monte, manifestando intenciones de bajar a la defensa de su iglesia. En un abrir y cerrar de ojos los Muslimes le atacaron y pusieron en derrota; con lo cual la iglesia quedó destruida, y el pueblo reducido a cenizas. Desde Sagra Cays [Peña de Echauri], pasó el ejército a la Mahalla o estación militar de Aseria; y había en el camino un puerto o desfiladero que le decían de Hercala (Heraclea Hercúlea), de muy mal paso, por lo escabroso y difícil del terreno. En este sitio volvieron los descreyentes a intentar medir sus fuerzas con las de los Muslimes; mas todo fue en vano porque Abdo-r-Rahman expidió las órdenes oportunas, y la hueste caminó con tal orden y vigilancia, que los Muslimes salieron de aquellas angosturas sin que los cristianos osasen atacarlos. Cuando ya se hallaban fuera los nuestros hizo el enemigo ademán de querer picar la retaguardia, bajando de aquella encumbrada sierra; pero marchó contra ellos la caballería y se preparó a atacarlos. Luego vino una turba de ellos· empezaron a retirarse en tan buen orden, que ni volvían ,la espalda, ni se subían a sus montes; pero como avanzasen a ellos los Muslimes cubiertos con el polvo de la victoria y gozosos con la alegría del triunfo, los arrollaron y dispersaron hasta acampar en la Mahalla o estación militar de Aseria. Desde allí el Amir se trasladó a su campo en la alquería de Manigin [Mañeru], y desde allí a la Mahalla de Badi-x-xarra, próxima a San Esteban [la trad. de Gayangos dice San Esteban de Gormaz y la de Fagnan solamente de San Esteban sin duda de Deyo], en donde el Elche Sancho había puesto sus reales. Llegó la hueste a Di-x-xarra el miércoles a 8 días de la luna de Rabi postrera. Las cumbres de los vecinos montes estaban cubiertas de enemigos, pues Sancho había reunido todas sus fuerzas e implorado además el auxilio de sus vecinos de Alava y Al-Calaá, los cuales vinieron en tropel a servir bajo sus banderas. Los Muslimes, sin embargo, pelearon con ellos hasta que los vencieron y ahuyentaron a lo alto de sus montes, apoderándose de sus reales, en los cuales acamparon. En seguida el Amir se dirigió a un sitio llamado Rubia Sarta (Sartaguda), Samarta con intención de ir a Calahorra, mas el Elche Sancho con sus fuerzas se dejó ver encaramado y parapetado en el mismo sitio que antes. Destacó el Amir contra él un cuerpo de caballería que le puso en vergonzosa fuga, y le mató mucha gente, siendo los demás seguidos de cerca. Luego llegó el Amir con su hueste a Calahorra, y como la hallase enteramente desierta, la mandó destruir. Desde allí se dirigió al castillo de Valtierra, que era de los castillos Muslimes de aquellas fronteras. Dispuso el Amir que los despojos ganados y víveres acopiados durante la expedición se dejasen allí: hecho lo cual se dirigió a Tudela, y se detuvo algún tiempo en la ciudad. Fue la llegada del Amir a Tudela el lunes a tres días por andar de Rabi postrera. Entró el Amir en Córdoba de vuelta de esta expedición el día jueves a ocho por andar de Giumade 1ª después de una ausencia de cuatro meses» (trad. Gayangos. Diccionario... Rioja, pp. 235-239, v. nota (1) p. 231): Texto del cronista árabe Arib ibn Saad). Las fechas cristianas intercaladas por Gayangos discrepan con las dadas por los especialistas modernos cuyo itinerario reproducimos. Véase el estudio de Lacarra en «Príncipe de Viana» I, 1940, y, sobre todo, el minucioso análisis de Alberto Cañada Juste La Campaña Musulmana de Pamplona. Año 924, Pamplona 1976.