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MASONERÍA

Los masones de la «Bascongada». Llega el momento de tocar la conexión de algunos socios importantes de la «Bascongada» con el masonismo en París. Nos referiremos primero a Antonio de Munibe, segundo hijo del conde de Peñaflorida. Iniciaba éste en 1776 un viaje científico y de instrucción al extranjero, acompañado de José de Eguía, último hijo del marqués de Narros. Como preceptor del primero elegían sus padres a un becario de la Corona, Eugenio de Izquierdo, nombrado a su vez por el rey para su Gabinete de Historia Natural. Pero además se les había encomendado nada menos que elegir a destacados hombres de ciencia franceses para enseñar en Vergara. Al efecto, llegaban a consultar en su viaje a personas tan relevantes como Lavoisier por ejemplo y cuyas gestiones les conducían a contratar a Chabanneau, Proust y a Fausto y Juan José de Elhuyar. En la historia de la masonería mundial, una de las logias más distinguidas sería «Les neuf soeurs» del Oriente de París. Se fundaba ésta en 1776 y las nueve hermanas de su denominación hacían referencia a las nueve musas. Su distinción proviene de la importancia dada por sus miembros a las ciencias y artes. Así, Lalande, Franklin, Helvetius, Greuze, Houdou, Vernet. Y más adelante, durante la Revolución francesa, Condorcet, Brissot, Desmoulins, Danton, Chenier... Al mismo Voltaire, un mes antes de morir con ochenta y cuatro años (1778), se le iniciaba también en este taller. Pues bien, analizando su Cuadro lógico del 1778, el único que existe, reparamos en los matices de dos de sus más altos dignatarios. De un lado su venerable, Lalande, fundador de la logia, que «era miembro de la Bascongada», y de otro el vigilante 2.°, el abate Du Rouzeau, «de la Société royale de Biscaye», osea, también de la Bascongada. Y será entre los miembros no dignatarios donde aparecerá nuestro trío de viajeros al completo: Antonio de Munibe, usando inadecuada y anticipadamente el título de conde de Peñaflorida, Eguía e Izquierdo, éste con el añadido de naturalista del rey de España. A ellos hay que añadir a Agustín de Vicuña, vasco ligado a Munibe por lazos de afecto y, en fin, a Chabanneau, químico francés, futuro colaborador de Fausto de Elhuyar. Por otra parte los dos hermanos Elhuyar, de alma curiosa y aprendiza, eran pensionados por el rey en 1778 -Fausto recibía además una ayuda de la Bascongada- para estudiar de nuevo en el extranjero, sobre todo, metalurgia. Recorrieron sucesivamente Estrasburgo, Laudan, Mauheim, Heidelberg, Frankfurt, Leipzig, Dresden y Freiberg, en cuya Academia de minas figuraron como alumnos. Ningún autor niega, aunque tan sólo uno lo afirma, que fue en Alemania en donde Fausto habría sido iniciado en la Masonería. La referencia traída por Roa Barcena en 1962 decía: «habiendo sido recibido en Alemania desde que fue pensionado por el gobierno español a hacer sus estudios». García-Diego, en su último estudio, se inclina a pensar que su iniciación masónica más bien habría tenido lugar en París, aunque en logia distinta a «Les Neuf Soeurs», y no en Alemania, cuyas logias se alimentaban de extraños fundamentos filosóficos, relacionados en parte con la alquimia. Dicha disciplina contrastaba notablemente con el talante de Fausto de Elhuyar, químico profesional, y desde luego racionalista. Después de cerca de seis años de enseñanza e investigación en Vergara, Carlos III mandaba a Fausto, del que nos consta su masonismo directo, a México como director general de las Minas de Nueva España, hacia donde partía en 1788, después de casarse con una distinguida dama austroalemana. La primera y fundamental alusión a sus actividades masónicas en México se encuentran precisamente en el citado Roa Barcena en la forma siguiente: «La masonería se propagó en España durante la primera invasión francesa de este siglo y se cree que el mismo Fernando VII se había afiliado a ella en Francia. Tuvo en la expresada península un carácter enteramente político, a diferencia del de confraternidad puramente filantrópica que ofrecía entonces en Inglaterra. Fue traída a la nueva España por la oficialidad de las tropas expedicionarias que vinieron a sofocar la insurrección y hasta el año 1820 casi no contó con mexicanos, sino españoles y del rito escocés sus miembros. Consideraban éstos como decano suyo a don Fausto de Elhuyar; había entre ellos algunos religiosos y se dijo que el virrey Apodaca les pertenecía, aunque él siempre lo ocultó». Concluye García-Diego afirmando que Fausto seguía «considerándose como masón durante su largo período de estancia en México y ello no por ninguna razón política, sino por simple convicción filosófica». Con toda intención no hablamos para nada de su hermano Juan José, pues había muerto cuarenta años antes que Fausto y su filiación masónica parece muchísimo más incierta.