Culturales

La Academia Errante

La Academia Errante dedicó también sesiones de análisis de otros temas, como hemos señalado, la Universidad, Homenaje a Manuel Ignacio de Altuna (Araoz, 1962), El País Vasco ante Europa (Gaztelu, 1963), Vidas paralelas (Hernani, 1963), o la relación entre la Iglesia católica y la sociedad vasca, a través del tiempo, cuyos contenidos de no llegaron a publicarse, aunque se conservan, algunos de ellos grabados en cinta magnetofónica. En sus encuentros participaron otras personas, además de todas las citadas, como Luis de Uranzu, escritor costumbrista irunés, autor del libro Lo que el río vio, el escritor José de Arteche, los pintores Madrazo Arteche y Antonio Valverde, el editor Francisco Unzurrunzaga, el doctor José León Careche, el escultor Néstor Basterretxea, Josu Oregui, Álvaro del Valle Lersundi, que fuera presidente de la Real Sociedad Bascongada de Amigos del País, el etnógrafo Juan Garmendia Larrañaga, el abogado José Segura -amigo de Jaka, quien fue un animador constante de la Academia-, lo que pone de relieve las diversas ópticas desde las que se abordaba cada sesión, que introducía puntual y amistosamente Ángel Cruz Jaka.

La Academia Errante, como se sabe, hubo de morir ante los constantes impedimentos que la policía fue poniendo a Jaka para que siguiera convocando unos encuentros, que no podían ser suficientemente controlados por el poder. Hay que tener en cuenta que algunos de los académicos –como Busca Isusi– habían participado en 1963 en el llamado “Contubernio de Munich”, en donde comparecieron muchos opositores al franquismo. Véase MUNICH, Congreso de. El comisario de policía Melitón Manzanas llegó a amenazar a Jaka con introducir en alguno de sus envíos como recadista propaganda comprometedora, que podía llevarle a prisión. Tal era la acción represora de la policía, que Jaka no tuvo más remedio que suspender las sesiones, ante el lógico temor de verse privado de libertad y que sus hijos tuvieran que abandonar los estudios.

Pero hubo un hecho que marcó también el fin de esta institución cultural: La muerte de Luis Martín–Santos (1964), en accidente de tráfico, tal como asegura Jaka, supuso también un inconveniente a su existencia. A la muerte del escritor, Jaka pidió a los académicos colaboraciones para hacer un libro en su recuerdo, publicación que no llegaría a realizarse. Pero apenas unos meses antes, el propio Jaka había enviado a los académicos un cuestionario solicitándoles ideas para renovar y mejorar las sesiones. Fueron pocos los que respondieron a las preguntas. Martín-Santos, que tuvo para con Jaka la misma correspondencia y afecto que éste le profesaba (atento a su superior inteligencia y formación intelectual), comunica a Jaka que La Academia Errante no debía variar, porque su funcionamiento, libre y anárquico, permitía el desarrollo del pensamiento, la comunicación intelectual y la convivencia en un ambiente amable, que no impedía el rigor o la crítica.