Isaba tiene el mayor núcleo urbano en el conjunto de las villas roncalesas. Situada sobre el río Esca, por su lado oriental y sobre un bucle que hace el río, su situación es la típica de conjunto urbano en el que se combinan puentes, templo y restos de un castillo que da cuenta de un antiguo asentamiento defensivo, en el que dicho castillo ha perdido toda significación cuando antiguamente debía ser el elemento más importante. La villa es muy extensa y su silueta se puede descomponer en los elementos siguientes.
En primer lugar el "alto monte suelto" que tiene en su cúspide la ermita de los santos Julián y Basilisa. A este monte se le llama también del Castillo ya que, según la tradición, hubo allí un fuerte. La existencia del castillo está documentada.
En segundo lugar se localiza la zona de la iglesia parroquial, dedicada a San Cipriano, algo más arriba del medio de la población entre Este y Oeste, muy espaciosa y con una torre muy alta. En tercer lugar, siguiendo por el sur, se encuentra el ayuntamiento, la carnicería y la herrería. Además, se localiza una zona, en el curso del río Esca, un molino harinero y un batán. Aparte de casas, bordas, ermitas y santuarios se tiene constancia de la antigua existencia de un hospital. Sus calles empedradas conforman un entramado de fuerte pendiente.
Se distinguen varios barrios, en primer lugar el de Garagardoya con casas de sillarejo y sillar en las esquinas y vanos, con chimeneas del país. Luego los barrios de Izarjentea y de Bornapea, ambos con ejemplos de construcciones del siglo XVIII. Por último, al otro lado de la carretera se encuentra el barrio de Mendigacha y descendiendo hacia el río los de Barricata y de Burguiberria.
La historia de Isaba, arquitectónicamente hablando, es muy movida. En primer lugar, en 1427 fue destruida por un incendio y para 1429 se habían levantado cuarenta casas. Sufre otro incendio en 1665. En Isaba se ven en proporción sensible arcos de entrada góticos, con la piedra de clave tallada con el IHS que encontramos en muchos pueblos de la Montaña y que fueron construidos después del incendio. También blasones con la cabeza del rey moro, con su nombre y peñas. Además de inscripciones con fechas como 1674 u otras más cercanas a nuestros días como 1773, 1815, 1865. Ya en la década de 1920-1930 se construyen algunas casas de "estilo vasco", es decir casas tipo a la zona húmeda. Las casas de aspecto más llamativo son las que tienen tejados muy empinados, enormes chimeneas redondas, con su tejadillo propio y aberturas laterales, arcos de entrada góticos o de medio punto y paredes de piedra sin pintar. Con frecuencia los arcos tenían algo de cal alrededor. Muchas de estas casas son de una altura o dos más desván, con balconcillo o balcón arriba. Algunas fueron ya reformadas en lo que al tejado se refiere. Generalmente en casas sencillas, la planta es rectangular pero con poca diferencia entre los lados más cortos y más largos. En la fachada se abre una puerta que no está en el centro y que da a un zaguán. Una pequeña ventana se abre a la fachada y da a una cuadra lateral, menos ancha que el zaguán y la parte del fondo la ocupa otra cuadra. El desarrollo en altura se observa en casas más modernas. En otras casas, el empinamiento del tejado es menor, pero ostentan elementos similares en el resto que tienen un tejaroz sobre el balcón. En las construcciones del siglo XVIII se aprecian, a veces, buenos elementos de cantería, como es el caso de la casa fechada en 1733 que posee un vestíbulo con la escalera y puertas a un dormitorio mayor, que queda sobre la fachada a la que da otro dormitorio, situándose en la parte de atrás otros dos y convirtiéndose en la planta segunda un dormitorio en cocina.
En su término se localizan las ermitas de la Virgen de Idoia y de Nuestra Señora de Arraco, ambas en pie todavía hoy en día y las ya desaparecidas ermitas de la Virgen de Belén, pequeña capilla en el camino a Belabarce, San Joaquín y Santa Ana y la de San Julián y la de San Marcos que se situó a la entrada del pueblo junto al actual hotel. Nuestra señora del Camino se situó a la izquierda de la carretera de Uztarroz.
La primera de ellas, la de Nuestra Señora de Idoia, de gran devoción popular, se encuentra en pleno campo, al Oeste del casco urbano, a 900 m. del puente de Lanondoa, al pie del Txorimila. Toma su nombre del lugar de aparición, una balsa remansada, al otro lazo del Esca.
Se presenta como un núcleo medieval recrecido con cubiertas de bóvedas de tercelete de nervios rectos propias del siglo XVI y obras de reforma del XVIII. Su planta es de una nave de tres tramos con sendas capillas a la altura del crucero y cabecera recta. El coro se coloca a los pies con vigas decoradas con motivos geométricos manieristas a base de óvalos y rectángulos. La sacristía, de planta rectangular, se encuentra en el lado de la epístola y se accede a ella por una puerta adintelada desde el presbiterio. Esta estancia se cubre con una bóveda de lunetos barroca.
Al exterior, la ermita se presenta como un gran bloque rectangular, con muros de sillar de tamaño mediano bien labrado con tres contrafuertes prismáticos marcando los tramos y otros diagonales en las esquinas de la cabecera, todos ellos recrecidos para alcanzar el tejado. La puerta de acceso se sitúa en el lado de la Epístola y se forma con un arco apuntado con dos arquivoltas de arista achaflanada la interior y curva la exterior y un arco externo de guarda lluvias. Sobre el muro testero se localiza una pequeña espadaña de piedra. La casa de la cofradía o casa del ermitaño se adosa a los pies de la ermita; su puerta de acceso lleva la inscripción de 1800.
El interior de la ermita está presidido por un hermoso retablo mayor barroco realizado hacia 1700, que está estilísticamente relacionado con el de la parroquia de Santiago de Garde, realizado hacia 1697 por Juan Baines, escultor natural de Isaba establecido en Zaragoza. Sin embargo, este retablo de Idoia denota una calidad superior en cuanto a su talla decorativa por lo que se puede poner en relación, también, con talleres tudelanos o aragoneses de la época. Presenta estructura vertical de banco, cuerpo con tres calles articuladas por columnas salomónicas y ático con calle central con hornacina plana entre estípites flanqueado por dos gigantescos aletones curvos con roleos vegetales. El programa iconográfico se reduce a las imágenes barrocas de San Vicente y San Joaquín de las calles laterales y el bulto redondo de San Cipriano en el ático, todas ellas de la época del retablo, barrocas, salvo la talla de la titular, Nuestra Señora de Idoia, de época gótica del siglo XIII que sigue tipología de Virgen sedente con el Niño Jesús sobre la rodilla izquierda. Su aspecto ha sido transformado por una restauración que transformó su rostro, la indumentaria y la corona.
En el interior destaca la verja de hierro que separa la nave del presbiterio y que está fechada en la primera mitad del siglo XVI. La tradición dice que esta verja fue traída por las mozas roncalesas desde el monasterio de Igal en Salazar. Está compuesta por barrotes lisos y helicoidales y rematada por flores de lis y puntas de lanza. La tradición dice que se trajo del monasterio de Igal. Un Crucificado barroco de madera policromada cuelga en estas paredes. Esta figura presenta una actitud agonizante con la cabeza ladeada y que se puede fechar a mediados del siglo XVII. En la sacristía se guarda un cáliz de plata de la primera mitad del siglo XVII de estructura lisa, con el punzón, en el reverso de la base, con la marca león y CES de la ciudad de Zaragoza.
La segunda de las ermitas que se conserva en pie es la de Nuestra Señora de Arrako, ermita y venta, al pie del Bimbalet, en Belagua, a unos 10 kilómetros del casco urbano. Es un edificio de planta rectangular con cubierta dispuesta en tres tramos de bóvedas de arista entre fajones que apoyan sobre pilastras. Un sencillo coro de madera se alza a los pies. Al exterior se presenta muros de sillarejo en parte revocado con sillar en los vanos y esquinas y acceso de arco rebajado en el lado de la Epístola. En este mismo se localiza otro vano con el mismo tipo de arco para la campana y una saetera. La cubierta es a cuatro aguas con teja plana moderna sobre alero moldurado de piedra del siglo XVI.
Su interior está presidido por un pequeño retablo rococó compuesto por un banco, un cuerpo articulado por columnas externas y un ático entre aletones con las imágenes de la titular y de un santo con libro en el ático. La titular, Nuestra Señora de Arrako, es una talla sedente gótica del siglo XIV que luce túnica manto, recogido por cordón en punta o fiador sobre el pecho y el velo quebrado, indumentaria ésta propia de las Andra Mari. Sostiene al Niño en el regazo sobre la rodilla izquierda.
La parroquia de San Cipriano es una gran iglesia-fortaleza gótica de nave única muy elevada, reconstruida en la fecha bastante temprana del siglo XVI, aunque quedan todavía algunas partes de la primitiva fábrica medieval. Son muchas las iglesias levantadas durante esta centuria en la merindad de Sangüesa, llamando especialmente la atención las del valle del Roncal. La renovación de la mayor parte de los templos parroquiales de la zona en este siglo es consecuencia de la riqueza económica de los valles pirenaicos fruto de la explotación de la madera y del ganado. Generalmente responden a un único modelo de una sola nave, sin capillas y cabecera pentagonal, como es el caso de esta parroquia que presenta una hermosa nave de cuatro tramos.
Llama la atención la enorme altura de la nave en comparación con su anchura con lo que crea un espacio grandioso. Aquí se añadieron pequeñas capillas en el tercer y cuarto tramo, así como un coro en alto a los pies y que apoya en un gran arco escarzano. En el alzado, ningún elemento altera los macizos muros de sillar enlucido. Sobre ellos, las cubiertas son en la nave central bóvedas estrelladas con nervios rectos. Todo el perímetro de la iglesia está recorrido por una línea de impostas lisa. A ambos lados del coro se sitúan dos tribunas laterales barrocas. Entre las estancias añadidas a la fábrica primitiva destaca un vestíbulo junto a la puerta de ingreso cubierta con bóveda de medio punto y la sacristía que presenta dos tramos en planta, cubierta por bóvedas de lunetos de decoración geométrica propia del siglo XVII. El resultado de todo el interior es un espacio de empaque casi catedralicio, tan solo comparable en Navarra con ejemplos como las parroquias de Andosilla y Lodosa.
Al exterior presenta una recia apariencia como corresponde a su carácter de fortaleza, a lo que contribuye, además de su altura, la escasez de vanos y una excelente sillería, además de los potentes contrafuertes prismáticos que no llegan al tejaroz. Las adicciones posteriores no le restan para nada este carácter. Su volumen prismático poligonal recio y de gran altura se ve solo superado por la gran torre situada a los pies, dentro de la tradición de las fábricas medievales. Un pasadizo barroco cubierto que sirve de lonja y que contiene una portada del mismo estilo. La puerta de ingreso de medio punto con tres arquivoltas de arista viva lisa sobre ménsulas corrida y pies derechos, más un guarda lluvia, se abre por el lado de la Epístola. Tanto el lado del Evangelio como el de la Epístola presentan dos niveles escalonados, el del cuerpo de las capillas y el de la nave, este último con sus correspondientes contrafuertes.
En primer lugar el "alto monte suelto" que tiene en su cúspide la ermita de los santos Julián y Basilisa. A este monte se le llama también del Castillo ya que, según la tradición, hubo allí un fuerte. La existencia del castillo está documentada.
En segundo lugar se localiza la zona de la iglesia parroquial, dedicada a San Cipriano, algo más arriba del medio de la población entre Este y Oeste, muy espaciosa y con una torre muy alta. En tercer lugar, siguiendo por el sur, se encuentra el ayuntamiento, la carnicería y la herrería. Además, se localiza una zona, en el curso del río Esca, un molino harinero y un batán. Aparte de casas, bordas, ermitas y santuarios se tiene constancia de la antigua existencia de un hospital. Sus calles empedradas conforman un entramado de fuerte pendiente.
Se distinguen varios barrios, en primer lugar el de Garagardoya con casas de sillarejo y sillar en las esquinas y vanos, con chimeneas del país. Luego los barrios de Izarjentea y de Bornapea, ambos con ejemplos de construcciones del siglo XVIII. Por último, al otro lado de la carretera se encuentra el barrio de Mendigacha y descendiendo hacia el río los de Barricata y de Burguiberria.
La historia de Isaba, arquitectónicamente hablando, es muy movida. En primer lugar, en 1427 fue destruida por un incendio y para 1429 se habían levantado cuarenta casas. Sufre otro incendio en 1665. En Isaba se ven en proporción sensible arcos de entrada góticos, con la piedra de clave tallada con el IHS que encontramos en muchos pueblos de la Montaña y que fueron construidos después del incendio. También blasones con la cabeza del rey moro, con su nombre y peñas. Además de inscripciones con fechas como 1674 u otras más cercanas a nuestros días como 1773, 1815, 1865. Ya en la década de 1920-1930 se construyen algunas casas de "estilo vasco", es decir casas tipo a la zona húmeda. Las casas de aspecto más llamativo son las que tienen tejados muy empinados, enormes chimeneas redondas, con su tejadillo propio y aberturas laterales, arcos de entrada góticos o de medio punto y paredes de piedra sin pintar. Con frecuencia los arcos tenían algo de cal alrededor. Muchas de estas casas son de una altura o dos más desván, con balconcillo o balcón arriba. Algunas fueron ya reformadas en lo que al tejado se refiere. Generalmente en casas sencillas, la planta es rectangular pero con poca diferencia entre los lados más cortos y más largos. En la fachada se abre una puerta que no está en el centro y que da a un zaguán. Una pequeña ventana se abre a la fachada y da a una cuadra lateral, menos ancha que el zaguán y la parte del fondo la ocupa otra cuadra. El desarrollo en altura se observa en casas más modernas. En otras casas, el empinamiento del tejado es menor, pero ostentan elementos similares en el resto que tienen un tejaroz sobre el balcón. En las construcciones del siglo XVIII se aprecian, a veces, buenos elementos de cantería, como es el caso de la casa fechada en 1733 que posee un vestíbulo con la escalera y puertas a un dormitorio mayor, que queda sobre la fachada a la que da otro dormitorio, situándose en la parte de atrás otros dos y convirtiéndose en la planta segunda un dormitorio en cocina.
En su término se localizan las ermitas de la Virgen de Idoia y de Nuestra Señora de Arraco, ambas en pie todavía hoy en día y las ya desaparecidas ermitas de la Virgen de Belén, pequeña capilla en el camino a Belabarce, San Joaquín y Santa Ana y la de San Julián y la de San Marcos que se situó a la entrada del pueblo junto al actual hotel. Nuestra señora del Camino se situó a la izquierda de la carretera de Uztarroz.
La primera de ellas, la de Nuestra Señora de Idoia, de gran devoción popular, se encuentra en pleno campo, al Oeste del casco urbano, a 900 m. del puente de Lanondoa, al pie del Txorimila. Toma su nombre del lugar de aparición, una balsa remansada, al otro lazo del Esca.
Se presenta como un núcleo medieval recrecido con cubiertas de bóvedas de tercelete de nervios rectos propias del siglo XVI y obras de reforma del XVIII. Su planta es de una nave de tres tramos con sendas capillas a la altura del crucero y cabecera recta. El coro se coloca a los pies con vigas decoradas con motivos geométricos manieristas a base de óvalos y rectángulos. La sacristía, de planta rectangular, se encuentra en el lado de la epístola y se accede a ella por una puerta adintelada desde el presbiterio. Esta estancia se cubre con una bóveda de lunetos barroca.
Al exterior, la ermita se presenta como un gran bloque rectangular, con muros de sillar de tamaño mediano bien labrado con tres contrafuertes prismáticos marcando los tramos y otros diagonales en las esquinas de la cabecera, todos ellos recrecidos para alcanzar el tejado. La puerta de acceso se sitúa en el lado de la Epístola y se forma con un arco apuntado con dos arquivoltas de arista achaflanada la interior y curva la exterior y un arco externo de guarda lluvias. Sobre el muro testero se localiza una pequeña espadaña de piedra. La casa de la cofradía o casa del ermitaño se adosa a los pies de la ermita; su puerta de acceso lleva la inscripción de 1800.
El interior de la ermita está presidido por un hermoso retablo mayor barroco realizado hacia 1700, que está estilísticamente relacionado con el de la parroquia de Santiago de Garde, realizado hacia 1697 por Juan Baines, escultor natural de Isaba establecido en Zaragoza. Sin embargo, este retablo de Idoia denota una calidad superior en cuanto a su talla decorativa por lo que se puede poner en relación, también, con talleres tudelanos o aragoneses de la época. Presenta estructura vertical de banco, cuerpo con tres calles articuladas por columnas salomónicas y ático con calle central con hornacina plana entre estípites flanqueado por dos gigantescos aletones curvos con roleos vegetales. El programa iconográfico se reduce a las imágenes barrocas de San Vicente y San Joaquín de las calles laterales y el bulto redondo de San Cipriano en el ático, todas ellas de la época del retablo, barrocas, salvo la talla de la titular, Nuestra Señora de Idoia, de época gótica del siglo XIII que sigue tipología de Virgen sedente con el Niño Jesús sobre la rodilla izquierda. Su aspecto ha sido transformado por una restauración que transformó su rostro, la indumentaria y la corona.
En el interior destaca la verja de hierro que separa la nave del presbiterio y que está fechada en la primera mitad del siglo XVI. La tradición dice que esta verja fue traída por las mozas roncalesas desde el monasterio de Igal en Salazar. Está compuesta por barrotes lisos y helicoidales y rematada por flores de lis y puntas de lanza. La tradición dice que se trajo del monasterio de Igal. Un Crucificado barroco de madera policromada cuelga en estas paredes. Esta figura presenta una actitud agonizante con la cabeza ladeada y que se puede fechar a mediados del siglo XVII. En la sacristía se guarda un cáliz de plata de la primera mitad del siglo XVII de estructura lisa, con el punzón, en el reverso de la base, con la marca león y CES de la ciudad de Zaragoza.
La segunda de las ermitas que se conserva en pie es la de Nuestra Señora de Arrako, ermita y venta, al pie del Bimbalet, en Belagua, a unos 10 kilómetros del casco urbano. Es un edificio de planta rectangular con cubierta dispuesta en tres tramos de bóvedas de arista entre fajones que apoyan sobre pilastras. Un sencillo coro de madera se alza a los pies. Al exterior se presenta muros de sillarejo en parte revocado con sillar en los vanos y esquinas y acceso de arco rebajado en el lado de la Epístola. En este mismo se localiza otro vano con el mismo tipo de arco para la campana y una saetera. La cubierta es a cuatro aguas con teja plana moderna sobre alero moldurado de piedra del siglo XVI.
Su interior está presidido por un pequeño retablo rococó compuesto por un banco, un cuerpo articulado por columnas externas y un ático entre aletones con las imágenes de la titular y de un santo con libro en el ático. La titular, Nuestra Señora de Arrako, es una talla sedente gótica del siglo XIV que luce túnica manto, recogido por cordón en punta o fiador sobre el pecho y el velo quebrado, indumentaria ésta propia de las Andra Mari. Sostiene al Niño en el regazo sobre la rodilla izquierda.
La parroquia de San Cipriano es una gran iglesia-fortaleza gótica de nave única muy elevada, reconstruida en la fecha bastante temprana del siglo XVI, aunque quedan todavía algunas partes de la primitiva fábrica medieval. Son muchas las iglesias levantadas durante esta centuria en la merindad de Sangüesa, llamando especialmente la atención las del valle del Roncal. La renovación de la mayor parte de los templos parroquiales de la zona en este siglo es consecuencia de la riqueza económica de los valles pirenaicos fruto de la explotación de la madera y del ganado. Generalmente responden a un único modelo de una sola nave, sin capillas y cabecera pentagonal, como es el caso de esta parroquia que presenta una hermosa nave de cuatro tramos.
Llama la atención la enorme altura de la nave en comparación con su anchura con lo que crea un espacio grandioso. Aquí se añadieron pequeñas capillas en el tercer y cuarto tramo, así como un coro en alto a los pies y que apoya en un gran arco escarzano. En el alzado, ningún elemento altera los macizos muros de sillar enlucido. Sobre ellos, las cubiertas son en la nave central bóvedas estrelladas con nervios rectos. Todo el perímetro de la iglesia está recorrido por una línea de impostas lisa. A ambos lados del coro se sitúan dos tribunas laterales barrocas. Entre las estancias añadidas a la fábrica primitiva destaca un vestíbulo junto a la puerta de ingreso cubierta con bóveda de medio punto y la sacristía que presenta dos tramos en planta, cubierta por bóvedas de lunetos de decoración geométrica propia del siglo XVII. El resultado de todo el interior es un espacio de empaque casi catedralicio, tan solo comparable en Navarra con ejemplos como las parroquias de Andosilla y Lodosa.
Al exterior presenta una recia apariencia como corresponde a su carácter de fortaleza, a lo que contribuye, además de su altura, la escasez de vanos y una excelente sillería, además de los potentes contrafuertes prismáticos que no llegan al tejaroz. Las adicciones posteriores no le restan para nada este carácter. Su volumen prismático poligonal recio y de gran altura se ve solo superado por la gran torre situada a los pies, dentro de la tradición de las fábricas medievales. Un pasadizo barroco cubierto que sirve de lonja y que contiene una portada del mismo estilo. La puerta de ingreso de medio punto con tres arquivoltas de arista viva lisa sobre ménsulas corrida y pies derechos, más un guarda lluvia, se abre por el lado de la Epístola. Tanto el lado del Evangelio como el de la Epístola presentan dos niveles escalonados, el del cuerpo de las capillas y el de la nave, este último con sus correspondientes contrafuertes.