Concepto

Historia del País Vasco. Edad Antigua

La tónica de paz y prosperidad relativas del s. IV y primeros años del V se corta tras la irrupción de los Germani por el limes renano el 407, lo que se agrava aún más, en lo que hace al área, por hechos como la tiranía de Constantino III en Galia (407-411) o la de Máximo en Hispania (410-411). Cortado el paso hacia el Sur por el dispositivo de bloqueo tendido en el Pirineo, Suevos, Vándalos y Alanos pillan durante un par de años Aquitania y Novempopulania. El otoño de 409 será la vez de la parte Sur, cuando, desguarnecidos los pasos pirenaicos, enfilan aquéllos por la Burdigala-Asturica la ruta peninsular. Pero se trata por ahora de una rápida marcha hacia el Sur, al dejar los intrusos la Tarraconense y penetrar en las provincias vecinas. En todo caso, esos hechos iniciales de correrías y tránsito no dejan de incidir en el colapso de las estructuras de poder romanas, si bien no de forma tan letal como dicho a veces. De efecto más decisivo en la ruina del aparato estatal de esta parte del Imperio, así como en el futuro del área, se revelan por contra otros hechos ligados a la invasión. Así, el asiento godo en Aquitania y Novempopulania. Tras un primer paso por la zona entre 412/414, y otros azares que los llevan luego al sur hispano a luchar contra Alanos y Silingos al servicio imperial, se asientan en el 419 como federados en "la Aquitania Secunda y ciertas civitates de las provincias vecinas", en virtud de una nueva fórmula de foedus por el que Ravena y la oligarquía local tratarían, según unos, de buscarse un perro guardián de la romanidad en ese punto crucial del Occidente -cara al tractus armoricano, foco de nuevo, se cree, de revuelta bagaude-; de crear una zona tapón interna, según otros, en la que, lejos de Hispania y otras áreas de interés estratégico primordial, se aísla a los potencialmente peligrosos Godos que, llegado el caso, constituirían allí una reserva de fuerza militar estable. En todo caso y aparte conjeturas, de Novempopulania serían afectadas inicialmente Bazas y Lectoure, quedando libres las otras civitates y en concreto las más próximas al país, que empero no tardan en ser engullidas a resultas de la política expansionista que, ante la inacción de Roma y su creciente supeditación al ejército federado, se permiten los líderes godos en orden a labrarse un poder autónomo en la zona. De todos modos, no cabe obviar la trascendencia del hecho inicial, que da pie al reino tolosano (419-507); y es que supone el asiento, cara al país, de una importante masa social, poco homogénea quizá en lo étnico-cultural, pero que tiende a configurarse como grupo diferenciado dentro del cuerpo social, y llamada a incidir fuertemente en la suerte del área. La estadía aquitana, de hecho, es la ocasión para otras aventuras expansionistas en Hispania. Al calor, en efecto, de las intervenciones del federado godo en Tarraconense y otras provincias, fraguarán planes más ambiciosos de asiento en Hispania. De esas acciones, las hay que tocan al país vasco: así, las que dirige Frederico el 454 contra los bagaudes, y el 456 para atajar la presión sueva sobre la Tarraconense. Sólo que entradas así, en que la vía seguida parece la Caesaraugusta-Virovesca o la Burdigala-Asturica, se limitarían a ser apariciones casuales del poder godo en la zona y que, en todo caso, no tienen la relevancia que para el futuro del área cobran otras, tras la afirmación más plena del reino de Toledo. Y aquí se ha de resaltar la intervención de Eurico del 472, cuando la lealtad del viejo federado se ha mutado en expansionismo antirromano sin rebozo, tanto en la zona norpirenaica como en la ibérica: según las fuentes, ese año invade Eurico la Tarraconense y ocupa varias plazas (Pamplona y Zaragoza, entre otras), abatiendo sin remilgos los brotes de resistencia que halla a su paso. El proceso de asiento godo en Hispania se activa con la desarticulación del reino Tolosano tras Vouillé (507), mas no culmina hasta que muere Amalarico el 531, en que se da la huida en bloque, a Hispania, de la nobleza goda y sus leales. A la sazón hacía años que Odoacro había depuesto al último emperador de Occidente, y que la gran Roma había cedido el paso a otras formaciones políticas, de grandes o pequeños destinos.

Otros hechos subrayan la crítica situación que vive el área en el ocaso del Imperio. Piratas hérulos y sajones causan inquietud en la costa aquitano-cántabra en la 2ª mitad del s. V. Está, luego, el expansionismo suevo, que en su fase álgida con Rechiario (448-456) toca a la Tarraconense y pilla aun las Vasconias. La situación se complica, cuando de protagonizar correrías, pasa el suevo a conducir actos de ocupación en toda regla, que afectan, se cree, la parte más occidental de la provincia. Y cabe pensar que sean tales actos los que más incidan en la suerte del área, al inducir una más densa presencia goda con vistas a atajar el expansionismo suevo. Otro hecho, en fin, de mediados del s. V, ilustrativo de la crisis de las estructuras de poder en el área, es la revuelta bagaude. Tras años de probable incubación larvada y propiciado por factores que entrado el s. V hacen crítica aquí la suerte del Imperio (posibles actitudes antirromanas de las gentes por la presión fiscal creciente, sicosis de inseguridad del sector más romanizado ante los bárbaros, etc.), un movimiento sedicioso, que Hidacio remite a lo bagaude, prende con fuerza en la parte Sur del área h. los años cuarenta del s. V. El 441, y ante la gravedad de los hechos, Valentiniano III envía al dux utriusque militiae, Asturius. El 443 el motín sigue vivo, y es Merobaudes el que ha de hacer frente a los bagaudes Aracelitanos, hasta que es revocado también a la corte. El 449 figuran de nuevo los bagaudes campando en un área bastante extensa del valle del Ebro: conducidos por un tal Basilio, asesinan en Tarazona a una tropa de federados y al obispo de la ciudad. El mismo año, y junto a Rechiario, Basilio y los suyos devastan la región de Zaragoza y participan en la caída de Lleida. Nada se dice de ellos hasta cinco años después, tiempo en que se cree campan a sus anchas en el valle medio y alto del Ebro. Al cabo, será Frederico, hermano del rey tolosano, quien el 454 llame al orden a los bagaudes, infligiéndoles por las trazas una severa derrota. Y nada más hay en las fuentes que pueda con seguridad ser referido a ellos. ¿Aplastante victoria del godo, que resolvió para siempre el problema? Lo que, en todo caso, cabe afirmar es que la revuelta se traduce para el valle medio-alto del Ebro en auge de la presencia del antiguo federado imperial, y aun, si se apura, en la segregación definitiva de aquél del Imperio de Occidente. Tal salida vendría auspiciada a la sazón por la nobleza del valle, que en tiempo de tan absoluto desvalimiento de los poderes del Estado puede verse forzada a ver en el reino tolosano la única fuerza efectiva en la zona, y a buscar en él el paraguas protector que precisa para hacer frente al desatarse de las potencias del mal, que suponen hechos como la bagaudia.