Concepto

Historia del País Vasco. Edad Antigua

En ésta, y casi por tres siglos, el área se sume en el sopor de la pax romana: se reducen cada vez más la tropa de asiento en la zona y, lo que es más expresivo, se generalizan las levas en los territorios recién ocupados; se da, así, salida al humor belicoso de la gente, implicándola en la defensa del orden romano, y se impulsa su integración cultural y social que se salda en no pocos casos con la obtención de la ciudadanía al final del servicio.

Los Julio-Claudios siguen en general, en lo que hace al área, las líneas marcadas por Augusto. Crece la actividad productiva, de que dan fe los miliarios hallados (índice, se cree, del interés creciente por la red viaria del área), así como las trazas de trabajos mineros y artesanales o los nuevos hechos de ocupación agraria a ambos lados del Pirineo; en fin, en respuesta al auge productivo y a la activación consiguiente del trato, aumentan las emisiones de moneda en ciudades sitas en solar vascón o su periferia. Sólo que un auge de actividad así no resulta concebible en un contexto altoimperial si no es servido de otro, parejo, de las estructuras urbanas. Y es lo que revelan los trabajos en curso: no sólo en el área del Ebro, con experiencia urbanizadora desde etapas anteriores, o en ciertos puntos cruciales de las rutas de penetración romana en Aquitania, sino en zonas más interiores y en pleno saltus pirenaico.

El impulso aculturador sigue pujante de igual modo (aun con los altibajos impuestos por la coyuntura) en la larga fase que va desde los Flavios hasta los Severos inclusive; y cabe aun pensar que el imperio de los Antoninos supone aquí también la era de prosperidad que es en general para el Imperio. Esos años conocen, en todo caso, una gran progresión del modelo latino de explotación agrícola, así en la línea del Ebro y sus afluentes mayores como en la plana gascona, apuntando ya desde mediado el s. II la deriva hacia la implantación de estructuras latifundistas. Vive a la sazón su mejor hora también la alfarería riojana y navarra, o la de ciertas civitates gasconas: lo que, en suma, significa un auge de la economía de cambio. Reflejo del buen momento económico, es el nivel de inversión pública, máxime de ámbito urbano, que acusa el área. Ello apunta a otro de los rasgos señeros de la política de esos años: el del impulso a la integración de los indígenas en las formas sociales y organizativas romanas, propiciada mediante una política de captación de la elite autóctona, a la que, por participar en la administración, se facilita el acceso a la civitas plena y las varias instancias del poder local y provincial. De hecho, el área registra, tanto en la parte norpirenaica como ibérica, muchos casos de lugares que alcanzan su promoción jurídica plena, o se dirían al menos imitar las formas organizativas del municipio latino.