En Lumbier, la actividad alfarera, tan importante en otros tiempos -24 alfareros menciona el diccionario de Madoz-, cesó totalmente hace una docena de años. Juan José Rebolé, descendiente de generaciones de alfareros, nos informa que siempre han utilizado dos clases de arcilla. La blanca (buro) y la colorada (roya). La tierra roya la sacaban del término de Lardin (junto al cementerio) y la blanca en el término de Larana. Se comenzaba a extraer la arcilla a los 80 cm. más o menos, pues la de superficie, soleada, no valía. Los terrenos era comunales y no se abonaba nada por su extracción. La mezcla en la proporción de tres de tierra blanca y una de colorada era destinada a piezas para conservar el agua y otras: cántaros, botijos, macetas, platos para tiestos, etc. Sin embargo la mezcla en la proporción de tres de colorada y una de blanca se utilizaba para piezas destinadas al fuego y otras: pucheros, soperas, jarras, platos, etcétera.
Las tierras las extraían, en general, en septiembre, para todo el año. Luego la tendían allí mismo y procedían a molerla mediante un trillo. Acto seguido la pasaban por un cedazo, para quitar lo mayor, llevándola a continuación a casa. Antiguamente este transporte lo realizaban en cajones a lomo de mulos, más tarde se hizo en carros. Una vez el barro en casa, era nuevamente pasado por un cedazo más fino, y amasado a continuación, operación a la que se llamaba hacer barro. Para ello se echaba agua en la tierra cribada y se pisaba vigorosamente hasta que la masa tuviera una cierta consistencia. A continuación esta masa se pasaba a un pozo donde se la dejaba un día aproximadamente para que se cuajara bien. Cada vez que se hacía esta operación, se preparaba barro para unos ocho días de trabajo. Aun antes de pasar el barro al torno era amasado nuevamente con las manos ("sobar el barro").
Las piezas que hacían principalmente eran: pucheros, de muy diversos tamaños, barreños, cazuelas, tazas, tacicas, platos, tazones, jarras, coladores, ollas, jarras de vino, caloríferos, chocolateras, cántaros de 12 y 14 litros, botijos, platos para tiestos, tiestos, jarrones para flores, huchas, bebederos, tinajas, etcétera.
El torno que han usado nos informa Juan José Rebolé, era el clásico, movido a pie, siendo tanto la rueda grande como la pequeña de madera y el eje de hierro. En otros tiempos lo fue de madera también, girando y descansando su punta, como vimos en Durango, sobre el fondo de un vaso de vidrio. Más tarde incorporó a los tornos el juego de bolas. En casa de la familia Rebolé tenían dos. En el que pudimos ver, la rueda pequeña medía 28 cm. de diámetro por 4 cm. de grueso y la rueda grande 1,05 m. de diámetro por 5,5 cm. de grueso. Nunca les pusieron motor. Las piezas una vez torneadas se ponían a secar, operación que duraba unos cinco días en verano y el doble en invierno.
Algunas piezas iban decoradas, cosa que hacían a base de cordones e incisos. Se barnizaba sólo en rojo, casi todas las piezas que iban destinadas al fuego. Totalmente por dentro. Hasta la mitad aproximadamente por fuera. El baño lo preparaban ellos mismos a base de 4 kg. de plomo que traían de Linares, con 3 kg. de roya. Una vez las piezas secas del baño, podían ser introducidas en el horno. Cada alfarero tenía su horno montado con adobe. En el de la familia Rebolé, la cámara medía 1,70 m. de alto y su planta, cuadrada, 2 m. aproximadamente de lado. La parte final de la misma era abovedada, con un orificio de unos 54 cm. de diámetro. La caldera era de bóveda truncada con varios orificios para el paso del fuego a la cámara. En la carga, tenían cuidado de poner las piezas más pesadas primeramente y las ligeras al final. No montaban pisos para su colocación. El combustible preferido era el boj. Para saber cuándo estaban las piezas cocidas se realizaban catas a base de sacar una pieza del horno mediante un gancho de hierro. La hornada venía a durar unas 20 horas, siendo unas 10 hornadas las que se venían a hacer al año. La venta la efectuaban ellos mismos por los pueblos de los contornos o enviando los productos por el tren de Irati.