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Tártalo

La leyenda de Tártalo está muy extendida y ha sido recogida con profusión por los etnógrafos. Destacan entre éstos J.F. Cerquand, que trabajó en Iparralde en el siglo XIX y José Miguel Barandiarán que lo hizo en Hegoalde en el siglo XX. Reproducimos una de las versiones más antiguas, registrada por Cerquand en Santa Grazi (Soule):

"Un día un muchacho se internó en el bosque y se encontró con un Tártaro, que lo llevó a su casa. El Tártaro solía comer alguna persona cada día y la hora del muchacho se acercaba. Una noche, el Tártaro, cansado, se recostó junto al fuego. Entonces, qué hizo el muchacho?. Coge un asador y se lo clava en el único ojo de su frente. Luego se esconde entre los carneros del Tártaro. No podía abrir la puerta y no sabía qué hacer para escapar. Coge el mayor de los carneros y lo degüella. Luego se cubre con su piel y se ata el cencerro al cuello.

Al día siguiente el Tártaro se dispone a enviar a pastar a sus carneros y se coloca en el costado de la puerta para que no escape el muchacho. Éste permanece entre los últimos del rebaño silenciosamente. Pero el Tártaro palpaba cada animal al salir. Al tocar al muchacho en seguida reconoce el engaño y agarra la lana, pero aquél huye dejando al Tártaro con la piel en la mano. El Tártaro sale corriendo tras él pero no podía guiarse. Le lanza un hermoso anillo para que lo recoja. El muchacho lo hace y se lo pone en el meñique. Pero el anillo gritaba: "Aquí estoy, aquí estoy!" y entonces el Tártaro comenzó a acercarse cada vez más al muchacho y estaba a punto de darle alcance. Este quería abrir el anillo pero no podía. Qué hace entonces? Se corta el dedo y lo arroja con su anillo a un agua profunda que había allí. El anillo seguía gritando "Aquí estoy, aquí estoy!" . El Tártaro se abalanzó y allí mismo se ahogó" (Cerquand, 1875-87).

Existen variantes locales sobre el modo en que se guía el cíclope cegado y sobre la manera en que muere. El más extendido es el motivo del anillo hablador, aunque también en alguna versión lo vemos guiarse por el sonido de los pasos del fugitivo, y junto al ahogamiento en el río o pozo de aguas profundas, también encontramos la muerte por despeñamiento.