Concept

Tártalo (1998 version)

Personaje legendario vasco cuyas noticias fueron recopiladas a lo largo de los s. XIX y XX a ambos lados de la frontera. Antoine d'Abbadie (BSSLAB, 1878) presenta una de sus versiones recogida por el canónigo Inchauspe, procedente, a su vez, del relato del abate Heguiagary, párroco de Esquiule (Zuberoa). D'Abbadie comenta que, habiendo escuchado una historia semejante a un musulmán de lengua amara cuando se dirigía en una caravana al país Oromo (Abisinia) en 1843, la fábula de Polifemo no debió de ser inventada por Homero, sino que debió de ser un relato anterior "al divorcio prehistórico de las naciones que, partiendo de un origen común, se establecieron lejos, unas en Grecia, otras en los rincones ardientes de Etiopía". El mismo d'Abbadie dice haber escuchado en su infancia no sólo la historia de Tartaroa sino la de los tartaroak en plural. Barandiarán, que recogió también la leyenda en Gipuzkoa a comienzos del s. XX, desecha también el origen homérico: Dicha leyenda se halla, en general, asociada a diversos temas, siendo uno de los más repetidos el del anillo misterioso, tal como aparece en las siguientes variantes de Ataun y, Zegama de "El Gentil de Muskia" contado en 1910 por José María de Auzmendi, de Ataun. [Muskia es un monte de Ataun, situado al S. de San Gregorio. Cerca de su cumbre existe una gruta que se señala como antigua habitación de los Baxajaunes y del gentil de la presente leyenda): "Un gentil que vivía en la cueva de Muskia, se apoderó de un cristiano. Para que éste no se apartara de allí, púsole en un dedo de la mano una misteriosa sortija que continuamente decía a gritos: "aquí estoy, aquí estoy''. Una vez se ocultó dicho cristiano entre las pieles de ovejas que el gentil tenía amontonadas. Sin duda pareció al gentil un tanto lejana la voz de la sortija, y púsose a pensar si procedería de fuera. Abre la puerta, y sale de la cueva. A su vez el otro [el cristiano], sacudiendo el montón de pieles que le cubría, se dio a una precipitada fuga, y en un instante se alejó de allí. Oye el gentil la voz de la sortija y corre tras de ella. El cristiano desesperó de su salvación. En esto se le ocurre cortar el dedo con una piedra y lanzarlo con su sortija al río Mikolâlde. Así lo hizo. Cuando el gentil llegó por detrás hasta .Mikolâlde, oyó la voz que salía del pozo, y creyendo que dentro estaría el cristiano, se lanzó a él, y allí quedó ahogado". Más completa que la leyenda precedente es la que refieren de Tártalo en Zegama (Andrés Arrieta, 1920): "Tártalo, monstruo de figura humana, pero de un solo ojo en medio de la frente, tenía su casa en el sitio que llaman Tartaloetxêta del monte Saadar. Alimentábase de todo género de animales que cazaba, y aún de hombres que tenían la desgracia de caer en sus manos. Cierto día se apoderó de dos jóvenes hermanos que descuidadamente se habían acercado a su guarida, y los encerró en ella. Llegada la noche, atravesó el cuerpo a uno de ellos, con un gran asador, y sin compasión a sus tristes alaridos, lo asó en una hoguera que previamente había encendido, y, cenó con su carne. Al otro prisionero le colocó en un dedo de la mano un misterioso anillo que continuamente repetía: "aquí estoy, aquí estoy,". Después se echó a dormir tranquilamente. El joven superviviente, que había estado presente en la bárbara ejecución de su hermano, y que tenía por seguro que la siguiente víctima sería él mismo, ideó un modo de salir de tan desesperada situación. Viendo que ya estaba dormido Tártalo tomó el asador de éste, lo calentó al rojo en las brasas, y metiólo al monstruo por aquel anchísimo ojo que tenía en la frente. Tártalo quedó ciego con esto; más no muerto ni debilitado. Trató de buscar a su agresor; pero éste se había ocultado debajo de un gran montón de pieles de ovejas que había en la guarida. Entonces Tártalo abrió la puerta de su casa, púsose en medio del portal, y sin apartarse de él empezó a desalojar su habitación de las pieles de ovejas, con el intento de apoderarse del prisionero. Más éste, que se había envuelto en una de aquellas pieles, confundido con ellas, fue lanzado al exterior. Al verse fuera, echó a correr, cuesta abajo, por una ladera del monte Saadar. Luego conoció Tártalo su equivocación, y guiado por la voz del anillo, siguió al fugitivo. Este se dio bien pronto cuenta de su situación, y para librarse de su terrible enemigo, arrancóse el dedo en que llevaba el misterioso anillo, y lo arrojó a un pozo. Tártalo no andaba a tientas, sino corría derechamente hacia el punto de donde procedían las voces "aquí estoy, aquí estoy", y, así en su precipitada carrera, se lanzó al pozo, donde puso fin a su malvada vida, ahogándose". Ref. Abbadie, Antoine d': Légende du Tartaroa ou Tartarua, "BSSLAB", 1878, 133-135. José Miguel de Barandiarán: El mundo en la mente popular vasca, Auñamendi, n. 12 Zarautz, 1960; Azkue: "Euskalerriaren Yakintza", II, 335.