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PESCA MARÍTIMA EN EUSKALERRIA

Las embarcaciones. Las embarcaciones que los pescadores vizcaínos emplean para sus faenas, empiezan a sufrir radicales modificaciones, sobre todo desde que se va generalizando para este objeto el uso de lanchas de vapor. Las que antes se utilizaban no eran de las más a propósito para garantizar la seguridad de los que las tripulaban. Todas ellas carecían de cubierta, y ya se sabe el adagio de los viejos marinos, tan honda y tristemente veraz en su forma sentenciosa: "barco sin cubierta, sepultura abierta". ¡Cuántos y cuántos bravos pescadores la hallaron en ellos, a través de las edades! Las lanchas que los bermeanos empleaban en 1644 para la pesca de altura, tenían treinta y cuatro y medio pies de quilla, treinta y seis y dos tercios de eslora, ocho y medio de manga y tres y medio de puntal. Por la misma época, las que se dedicaban a la pesca de sardina, eran de veintiseis pies de quilla, veintiocho de eslora, seis y un tercio de manga y dos con diez pulgadas de puntal. El aparejo de las primeras constaba de un palo mayor de treinta y cinco pies de longitud, con una verga de diez y seis; y de un trinquete de veintiseis pies de largo, con su verga de doce. Para los tiempos frescos, o sea para cuando arreciaba el viento y hacía peligroso el uso de velas tan grandes, suplía al palo de trinquete el llamado borriquete, de diez y seis pies de longitud, al cual correspondía una verga de ocho pies. Por lo que hace al velamen, he aquí lo que se lee en la obra inédita, antes citada, del señor Iradi: "La mayor (tiene) de gratil medio pie menos que su verga, la caída de sotavento veinte pies, la relinga de barlovento hasta la áncora treinta pies, y el pujamen veintiocho: la de trinquete de gratil el largo de la verga, caída de sotavento, catorce pies, la de barlovento veinticinco, y el pujamen veintidós. La de borriquete de gratil igual al largo de su verga, caída de sotavento, nueve pies, de barlovento diez y de pujamen nueve (Bermeo antiguo y moderno, descrito y pintado, por J. A. de Iradi)". Al tratar de las lanchas menores, indica que el aparejo es igual, salvadas las relaciones de proporción. Advierte el señor Iradi que hasta la primera guerra civil, o sea la que ardió en el País Vasco desde 1833 a 1839, existían en Bermeo treinta y cinco a cuarenta lanchas de altura, y que habiéndose inutilizado algunas en el curso de aquellos años tan azarosos y agitados, sus dueños suplieron la falta, sustituyéndolas por otras de tamaño menor, llamadas potines. Las de altura se llaman vulgarmente caleras, sin duda porque acuden a las calas a la pesca de besugo, merluza y congrio. Esas mismas lanchas son las que se usan también para la pesca del bonito. Para esta última pesca, que se ejecuta yendo las embarcaciones a toda vela (y por eso se dice que el tiempo más propicio para ella es el viento fresco del Nordeste, que permite a las lanchas, sin peligro para su seguridad, desarrollar grandes velocidades), se apartan considerablemente de la costa los pescadores vizcaínos, yendo muchas millas mar adentro, y persiguiendo al bonito hasta el litoral de Santander y de Asturias, a cuyos puertos acuden, en los meses de verano, una larga serie de caleras de los de Ondarroa, Lequeitio y Bermeo, que vuelven a sus casas a mediados de agosto. La fecha señalada para el regreso de los pescadores de Ondarroa, es el 12 de agosto, día de Santa Clara; para el de los de Bermeo, el 15 del mismo mes, festividad de la Asunción de Nuestra Señora. De las traineras de Vizcaya escribió el celebrado naturalista Don Mariano de la Paz Graells que son "análogas a las de los barcos balleneros, sumamente ligeras, lo mismo a vela que a remo; pero en el primer caso están expuestas a volcar, lo que en fuertes temporales no ha dejado de causar infinitas desgracias. La quilla es ligeramente curva, disposición que les permite virar con suma facilidad". Esta ligereza de las traineras no obedece al capricho del constructor, sino a la necesidad impuesta por la pesca de la anchoa y de la sardina mediante unas redes que se llaman trainas, cuya malla es sumamente tupida. Para que en esa red caiga, y quede encerrado, el manjui o manchón de sardina y de anchoa, es de todo punto indispensable que la lancha que la lleve y la tienda, vire con una rapidez y facilidad extraordinaria; ya que si no reune esas condiciones, da tiempo a que la pesca se escape antes de que la red se cierre. Estas traineras llevan dos palos, aunque más de una vez se ha iniciado la idea de prohibir que lleven más que el palo de trinquete, para aminorar los peligros de un vuelco, cuando en su marcha fuesen impulsadas por la fuerza del viento, que fácilmente podía ponerlas quilla al sol si soplaba con alguna intensidad. El palo mayor mide seis metros, y su verga cuatro metros y tres decímetros; el palo de trinquete tiene cinco metros de longitud, y su verga, tres meaos y diez y siete centímetros. Usan el tallamar y trinquete de correr para los temporales; pero no obstante todas las precauciones que se adopten, son muy escasas sus condiciones de seguridad en cuanto el tiempo no sea bonancible. El señor Labayru, en su Historia general del Señorío de Vizcaya, tan utilizada por nosotros, declara que "la trainera vizcaína se halla montada por diez y seis remos, manejados por otros tantos tripulantes. El patrón lleva el suyo en popa para la dirección de la nave, sirviéndole de timón. El número de pescadores en cada lancha es, por tanto, de diez y siete; y el total de hombres dedicados a esta faena en el litoral de Vizcaya, es el de 2.300, que salen diariamente al mar, permitiéndolo éste, en 300 barcas. En, Guipúzcoa, 1.413 en 232 barcas" (Téngase en cuenta que eso se escribía en 1891 o 1892, aunque no se imprimió hasta 1895. Hoy el número de pescadores vizcaínos es, indudablemente, mayor, con notoria diferencia). "Hemos dicho que la trainera se halla tripulada por 17 hombres; pero en la pesca del besugo y el chicharro, algunas de Guipúzcoa llevan 18 ó 20, y dos muchachos, midiendo las naves de 46 a 50 pies de quilla por 12 de manga". Aunque el docto historiador no lo adviene, ha de tenerse presente que estas lanchas guipuzcoanas tripuladas por 20 ó 22 pescadores y que se dedican a la pesca del besugo, no son en realidad traineras, sino caleras. El número de tripulantes que cada una de éstas llevaba antes a la pesca del besugo era de 20 a 22, porque necesitaban contar con suficiente fuerza de remo para ganar la costa en el caso de que se avecinase un temporal y el viento no les fuera propicio para arribar a puerto cuanto antes. Posteriormente se redujo este número, porque las lanchas, al ir a las calas y al volver de ellas, eran remolcadas por vapores. Así, cada calera no llevaba más que el número de hombres necesarios para las faenas de la pesca, lo mismo que ocurria, por ejemplo, en la de merluza, que se ejecuta en época mucho más bonancible.

Los anzuelos para la pesca son fabricación del país, y los empleados en la del atún, distintos de los que se usan en la de la merluza y en la del besugo. "Los de Bermeo dan al uso de dichos instrumentos -escribe el doctor Labayru- la forma angular que tienen los que usan los ingleses, noruegos y franceses en la pesca del bacalao. Así bien las redes y toda clase de aparejos para las distintas pescas. Era notable la fábrica de redes que para merluza y sardina existía en otros tiempos en Ibarrangelua". "El aparejo para el besugo son palangres o cordeles de cáñamo, teñidos con tinte de la corteza de la encina o sauce y armados de 250 a 300 anzuelos cebados con sardina y boquerón". "Para la merluza el calo es también de cáñamo, colocando también el anzuelo en el pie o zugada del volantín, y si son palangres, éstos llevan unos 300 anzuelos. En otoño generalmente se pesca de noche". "Para el congrio, pesca que se verifica de noche, el aparejo es casi como el de la merluza, empleándose de los números 272, 273 y 275". "El cebo para la pesca de merluza consiste en sardina salmuerada, así como para la del besugo y el chicharro. También se emplean la gibia y el boquerón para la primera. La raba se destina para la sardina, y el güeldo mezclado con cegiella". "Para los pulpos y langostas, el cangrejo de mar". Para la pesca del bonito se emplea la hoja de maíz seca. Hemos oído decir que alguna vez se han usado también pedacitos de tela blanca y azul, aunque no podemos asegurarlo.

La fragilidad de las embarcaciones usadas por los pescadores, y el riesgo constante en que esa fragilidad les pone de perder sus vidas, ha llamado no pocas veces la atención de los hombres que dedican su atención a estos asuntos, y hasta las autoridades superiores de marina han tratado en alguna ocasión de establecer unas normas a las cuales no pudiesen faltar, ni los constructores, ni los tripulantes de las lanchas. A raíz de la espantosa galerna del Sábado Santo de 1878, que costó la vida a cerca de trescientos pescadores de la costa cantábrica, los cuales en un abrir y cerrar de ojos fueron absorbidos por las olas, el señor Comandante de Marina de Santander, justamente impresionado por la magnitud de la catástrofe, y por la posibilidad de que se repitiese el día menos pensado si los bravos hombres de mar seguían entregándose en frágiles barquichuelos a la voracidad y furia de los elementos, escribió un opúsculo con este título: Consejos a los pescadores de la Costa Cantábrica. En este folleto se preguntaba: "¿Las lanchas que se usan en esta costa son buenas para la mar?". La respuesta que se daba era la siguiente: "No. Son de poco aguante, y conviene que todos lo conozcan para reformarlas en lo posible". No faltó quien en aquella ocasión recordase la sabiduría del adagio marino, antes mencionado por nosotros: "barco sin cubierta, sepultura abierta", y encareció la necesidad de que se pusiera cubierta a las lanchas que se alejaban mar adentro. Los mareantes de Bermeo trataron de seguir el consejo del señor Comandante de Marina de Santander, y para aprovecharse de él, y continuar las tradiciones de sus mayores, que emplearon embarcaciones más seguras, redactaron unos estatutos que fueron aprobados por la Capitanía General del Departamento del Ferrol en 29 de abril de 1886, y establecieron en su artículo 45 que "las lanchas que se dediquen desde el 11 de noviembre hasta el 1.° de marzo a la pesca de altura, deberán tener 42 pies de eslora, 8,5 de manga y 3,5 de puntal", y dispusieron, por el artículo 55 de los mismos estatutos, que "ninguna embarcación de menores medidas que las expresadas, podrá pescar en las calas mayores o de altura, ni fuera de la línea del Machichaco para el E. y O., y que tampoco podrá separarse más de dos millas de la costa desde dicho día 11 de noviembre hasta el l.° de marzo". No duró mucho, sin embargo, la observancia de estas disposiciones, pues en el seno de la misma cofradía que las dictó, se produjo al año siguiente de 1887 una grave disidencia, y una fracción numerosa se mostró resuelta a que se autorizase a las lanchas menores la pesca de altura. En el año de 1890 se quejaba un periódico bilbaíno, haciéndose eco de las manifestaciones que había recibido de un lector de Bermeo, de que durmiesen el sueño de la paz en el Ministerio de Marina las bases para una organización general de cofradías de mareantes en el litoral vasco, bases que abrazaban los siguientes puntos:

1.º Condiciones y dimensiones de las lanchas de altura.
2.° Condiciones generales de las demás lanchas y épocas en las que fuera permitida la pesca de altura.
3.° Establecimiento de lanchas señeras en todas las cofradías.
4.° Uniformidad de señales terrestres y marítimas para el regreso de las lanchas en caso de amenaza de temporal.
5. ° Ineludible obligación de obediencia a estas señales.
6.° El nombramiento de señeros y atalayeros no debe ser libre en las cofradías, sino que debe recaer en personas de determinadas condiciones.
7.° Las facultades de los señeros no pueden ser omnímodas, debiendo sus resoluciones sujetarse al mal estado de la mar, amenazas del temporal por mal cariz, etc.
8.° Un mismo código penal para las infracciones del Reglamento en la parte relacionada con la policía de la pesca.
9.° Reciprocidad de poderes entre los presidentes de las cofradías para hacer ejecutivo el Reglamento en la parte mencionada.
10.° Y como consecuencia natural, igualdad de atribuciones de los presidentes en el ramo precitado.

Por más que no se ha llegado a un modo uniforme de regular estas cosas, es evidente, sin embargo, que mucho se ha ganado desde el año 1890 a la fecha en cuanto a la seguridad personal de los pescadores, merced, en gran parte, a la aplicación de embarcaciones de vapor a estas rudas faenas, pues estas lanchas tienen la inmensa ventaja de que, aún en el peor caso, salvan en tiempo relativamente corto la distancia que les separa de los puertos en que han de encontrar refugio. Con todo y eso, aún ahora ocurren catástrofes tan terribles como la de agosto de 1912, en que Bermeo vió en un solo día desaparecer más de doscientos pescadores moradores de la villa.