Concept

Historia editorial de Euskal Herria

El desarrollo de las ediciones vascas ha estado unido a las condiciones sociopolíticas y técnicas de cada época durante siglos, y es que, a pesar de que la primera imprenta de Euskal Herria data del siglo XV, no se puede hablar del inicio de un mínimo proceso de estabilización hasta los siglos XVIII-XIX. Las imprentas solían estar bajo dominio de una única persona o familia, y se trasladaban de un lugar a otro en función de las necesidades del negocio. Por otro lado, desde aquella primera imprenta del siglo XV hasta nuestros días, los problemas sociopolíticos han condicionado totalmente el lugar de impresión de las obras vascas.

A consecuencia de todo lo mencionado, los trabajos de los principales autores de la literatura vasca en los primeros dos o tres siglos fueron impresos fuera de Euskal Herria: el Linguae Vasconum Primitiae de Etxepare en Burdeos, las traducciones de Leizarraga en La Rochelle, la obra del historiador Garibai en Amberes, el Gero de Axular y los tres libros de Joannes Etxeberri de Ziburu en Burdeos, los trabajos de Oihenart y Pouvreau en París, etcétera. Fueron escasas las obras publicadas en Euskal Herria en los siglos XVI y XVII, entre las que cabe destacar la Doctrina christiana del alavés Betolaza (Bilbo, 1596), el refranero anónimo Refranes y sentencias (Iruñea, 1596) y la traducción de Kapanaga (Bilbo, 1656).

A lo largo del siglo XVIII, se logró un mínimo de estabilidad en el sector editorial: el costo de los materiales de imprenta se abarató y se fundaron nuevas imprentas fuera de las ciudades y pueblos principales, hechos que propiciaron que algunos autores vascos no debieran buscar impresor fuera de los límites de Euskal Herria para publicar sus trabajos. Hablamos de escritores fundamentales de la época como Otxoa Arin, Larramendi, Mendiburu, Kardaberaz, Juan Bautista Agirre o Juan Antonio Ubillos, todos ellos de Hego Euskal Herria.

Por lo que a Ipar Euskal Herria se refiere, la situación resultó ser más bien la contraria: tras el florecimiento de las letras vascas durante los siglos XVI y XVII, en el siglo XVIII se produjo un brusco parón: el protagonismo pasó a Gipuzkoa, fueron muy pocos los autores que escribieron algo al otro lado del Bidasoa, y los que lo hicieron no consiguieron ver sus trabajos publicados. El autor vasco-francés más importante de la época fue Joannes Etxeberri de Sara, y es sabido que no consiguió ver impreso ninguno de sus proyectos.

Siendo consciente de la situación que vivía el euskera y de la necesidad de cultivar la lengua literaria, escribió tres obras: una para aprender latín partiendo del euskera, un diccionario hoy perdido y la apología Escuararen ethorquia. Etxeberri envió una carta a la Corte labortana pidiendo, entre otras cosas, ayuda económica para publicar sus trabajos, pero la Corte le negó dicha ayuda y los trabajos del médico de Sara no vieron la luz hasta décadas después.

El suletino Jusef Egiategi padeció una situación similar: a pesar de redactar sus trabajos en el siglo XVIII (fueron hallados por Txomin Peillen en la Biblioteca Nacional de Francia en 1966), no han visto la luz hasta finales del siglo XX y comienzos del XXI.

A pesar de que a finales del siglo XVIII hubo grandes problemas para publicar en euskera debido a la falta de permisos y prohibiciones, a lo largo del siglo XIX el proceso de estabilización dió nuevos pasos: además de poder publicar primeras ediciones en Euskal Herria, se reimprimieron varios clásicos vascos y se crearon algunas imprentas históricas (Baroja, López Mendizabal, etcétera).

El resurgir de la cultura vasca y la fuerza que el nacionalismo vasco tomó a finales de siglo contribuyeron notablemente al proceso de estabilización mencionado, y es que en aquella época nacieron importantes iniciativas en torno a la literatura vasca. Hablamos de iniciativas como los Juegos Florales (creados en 1853 en Ipar Euskal Herria y que se extendieron a todos los territorios vascos a partir de 1879), la creación de revistas y concursos literarios, la fundación de asociaciones culturales, etcétera. Por lo que a Ipar Euskal Herria respecta , Baiona fue el centro de impresión de las obras de Jean Duvoisin, Mixel Elizanburu, Martín Duhalde u Oxobi a finales del siglo XIX y comienzos del XX.

Se puede decir que las pequeñas editoriales aparecidas en las primeras décadas del siglo XX son la herencia del anterior proceso de estabilización y expansión editorial.

Junto al siglo XX, la edición de libros en euskera se multiplicó: entre 1896 y 1915 se publicaron 350 por primera vez y se reimprimieron 70. Entre 1916 y 1936, por otro lado, se publicaron 532 por primera vez y se reimprimieron 61.