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Estella - Lizarra

En manos de los beamonteses. En 1475 la villa de Estella parece que había abandonado el partido agramontés o del rey D. Juan II, pues que por el mes de noviembre decía la princesa doña Leonor, que dicha villa por el mal consejo, é subrepcion del espíritu maligno, se apartó de su servicio. El caso es que el beamontés Lope de Baquedano, merino de Estella, ambicionaba la gobernación del castillo que detentaba Mosén Pierres de Peralta y para hacerse con ella nos refiere F. de Eguía que recurrió a la traición: "Estaba el vizconde custodiando el castillo y se llegó a él D. Lope de Baquedano, diciendo que ciertos sujetos, trataban de hacerle molestia no sólo en su persona, sino que pretendían hacérsela en sus bienes y que para asegurarlos, tuviese a bien recibirlo en el castillo, junto con algunas alhajas de mucho valor, que tenía. El vizconde dio crédito a la fingida historia con que la provocó su piedad, recibiéndolo en el castillo, hospedándolo en lo más fuerte y seguro de él. El Lope, que entre unas piezas de paño introdujo unas escalas de lino o cáñamo, secretamente puestas en el castillo, a media noche treparon por ellas soldados y adheridos, con los que se apoderó de la plaza y haciéndose en ella fuerte, sacó no sólo al vizconde, sino que le desterró de la ciudad y también lo hizo con el mariscal D. Pedro y su esposa, en forma poco decente. Luego que se hizo dueño del castillo, recibió en él gente de guerra, caballería e infantería, que estaba fuera de la obediencia del rey D. Juan, e hizo prisioneros a varios nobles, como a Juan López de Eulate y Pedro de Baquedano, los cuales se rescataron con dinero. Fernando de Baquedano, que era próximo pariente de D. Lope, con ayuda del prior de Roncesvalles hablaron a D. Lope para que se uniese a D. Juan II y le rindiese homenaje; dando éste palabra, que viniendo D. Juan en persona, lo recibiría en el castillo como a su rey y le haría pleito homenaje como verdadero súbdito. Vino el rey, que estaba en Aragón, y habiendo llegado a Estella, no quiso recibirlo en el castillo y a pesar de las protestas se retiró el rey, sentido y quejoso del prior y Baquedano, que le habían proporcionado aquel desaire; así estuvo hasta que vino de Roma Fernando de Baquedano, que ayudado del abad de Iranzu, redujeron a la obediencia a don Lope, con varias condiciones que le fueron concedidas." Pero las discordias no acabaron aquí. Iribarren (Estella 1912, pp. 222-225), glosa la continuación de esta forma: "Unidos o aliados D. Lope y D. Juan de Baquedano con el conde de Lerín hicieron causa común con el rey de Castilla, para apoderarse del castillo y entregárselo; enterado don Juan de estos manejos , escribió una carta desde Barcelona al alcalde, jurados y justicia, quejándose del auxilio que prestaban a D. Lope y amenazándoles con su indignación, si no abandonaban su partido. Viendo D. Juan lo poco que se adelantaba con esto, envió a D.ª Leonor con su ejército a Estella y apoyado por la mayoría de sus habitantes, se apoderaron de la fortaleza, haciendo prisionero a D. Lope. Este hombre astuto, bien pronto recobró la libertad, uniéndose a Baquedano y al conde de Lerín. Finalmente, para terminar con este enojoso asunto, que tenía en continua zozobra a la ciudad de Estella, y adelantando un poco las fechas, en tiempo de D. Juan Labrit y D.ª Catalina, hermana de D. Francisco Febo, dieron orden terminante, para que fuese despojado D. Lope del mando del castillo, que a la sazón era el gobernador. Aprovechando la ocasión de que D. Lope había salido para Castilla, tomaron posesión de la fortaleza, poniendo como gobernador de ella a D. Fernando Urra. A1 volver Lope, encontró las puertas del castillo cerradas para él, diciéndole que no le serían abiertas, mientras no presentase orden por escrito de los reyes. Valiéndose de los muchos adictos que tenía dentro, volvió a hacerse dueño del castillo, e inmediatamente ordenó que fuese degollado D. Fernando Urra, en la plaza del Mercado. Estos acontecimientos nos demuestran el desprestigio del poder real, y la osadía de los magnates que satisfacían sus ambiciones y sus venganzas de un modo tan descarado. Después de muchos desagradables incidentes y trastornos en los que salía siempre la ciudad quebrantada en sus intereses y comercio, en el año 1484, se hizo una especie de convenio en Estella entre el conde de Lerín por medio de sus procuradores Juan Fernández de Baquebano y Pedro Ambur y la ciudad, la cual accedió a que entregaría al conde el barrio de la Judería y el fuerte Belmechete, deponiendo a su gobernador D. Felipe y así se hizo. Pero D. Felipe, que contaba grandes simpatías en Estella, recobró otra vez el mando del fuerte...". Las guerras intestinas y concejiles, la desaparición de los judíos y la catastrófica riada de 1475, en la que pereció la parte más rica de la ciudad obligando a muchos de sus habitantes a emigrar, fueron las causas determinantes de una decadencia ya imparable."