Concept

Bertsolarismo

Antiguamente, como acabamos de decir, el improvisar en verso parece que era patrimonio de toda persona culta. Con todo indudablemente habría también entonces algunos individuos mejor dotados que otros para este menester, individuos que por lo mismo serían los consagrados para ello por la voz popular. Aun hoy, como luego veremos, todo el pueblo vasco siente el bertsolarismo. Pero los que saben "cantar", los que saben improvisar, los sujetos activos del bertsolarismo, son pocos relativamente. A éstos es a quienes aplica el pueblo el nombre de bertsolari.

Bertsolari, si nos atenemos a la etimología de la palabra, es sinónimo de "el que se dedica a los versos", es decir, el que se dedica a "hacerlos", que en nuestro caso es "cantarlos" y cantarlos "improvisando", porque como ya dijimos, el verso popular vasco nace o se produce cantando e improvisando. El bertsolari, para nuestro caso, es el "sujeto activo de la poesía oral"; y como tal, le competen todas las cualidades características de la literatura oral, como son la capacidad memorística y el don de la improvisación de la locución rítmica con todas sus consecuencias. No bastan con todo al poeta popular tales facultades mnemotécnicas y de improvisación, para que pueda llamarse bertsolari en la acepción popular de esta palabra. Cuando el pueblo ve a un hombre, ingenioso y ocurrente en la conversación, y agudo y vivo en la sátira, sin más entra en recelos de si el individuo en cuestión no será un bertsolari (Zuiñundikan ere bertsolaria zera).

He ahí un nuevo rasgo que es menester añadir al retrato del bertsolari. Si el bertsolari no fuera más que simplemente un sujeto activo de la poesía oral, no sería más que un cantor que cantara sus versos, improvisándolos según los fuera cantando, sin preocupaciones de escrituras para retenerlos en la memoria. Pero de hecho para el ideal que el pueblo tiene del bertsolarismo, este retrato resulta incompleto. Falta en él un rasgo, quizás el más apreciado por el pueblo en sus juglares: el ingenio, la agudeza, la feliz ocurrencia, la oportunidad, la chispa. El pueblo ama sobre todo y consagra, al poeta ocurrente, diestro en el manejo de la sátira; al poeta que sabe exponer su pensamiento con contrastes vigorosos; al que busca en las cosas el lado sorprendente; al que en su actuación es siempre oportuno, vivo, agudo. Así han sido todos aquellos a quienes el pueblo ha consagrado con el glorioso nombre de bertsolari.

Así fue el que ha pasado a la posteridad como el tipo representativo del cantor popular, Xenpelar. Así, antes, Pernando Amezketarra, más conocido si se quiere por sus ocurrencias en acción que por las que cantó en verso, que no debieron ser pocas. Así Xabalotegi de Hernani y Zabala de Amezketa. Así más tarde Joxe Benardo, de Zizurkil y su sobrino Pello Mari. Así Udarregi, de Usurbil y Pello Errota, de Asteasu, Ardotx, de Oiartzun y Juan Krutz y Larraburu, del mismo valle. Así los Etxahun, Bordell y Zaldubi, de allende el Bidasoa. Así también Txirrita, de Alza y Saiburu, de Errenteria, Telleritxiki, de la misma villa y Nekezabal, de Azpeitia, el Larralde, de Luhossoa y el benapartar Larramendi y el zuberotar Ligeix; así los vizcaínos Enbeitas y Uriarte, y los Zabaletas, de Errenteria-Oiartzun; así, por fin, por no hacernos interminables, los premiados en el público certamen del año 1935, Basarri, de Zarautz, Zepai, de Errezil, Matxin (sobrino de Xenpelar) de Senpere, y Uztapide, de Zestoa, Xalbador, de Urepel, Lazkao-Txiki, etc.

En todos ellos campea de un modo notable, además de su peculiar ingenio improvisador del rotundo verso cantado, una rara vis irónica que tiene al público que le escucha en perenne regocijo, desbordado de vez en cuando en incoercibles explosiones de risa y carcajada.

MLE