Concept

Bertsolarismo

Dos elementos son los que constituyen el continente externo del verso, con los que se tiene que enfrentar el bertsolari para dar cuenta de su cometido en el brevísimo tiempo -un par de segundos- en que tiene que elaborar su estrofa improvisada. El primer elemento es el proceso rítmico interno de su verso; y el segundo, la rima final, las cuatro consonancias en que han de terminar los versos pares de su estrofa. El proceso rítmico de la estrofa, consiste en el número y combinación de pies de cada uno de sus versos. El rapidísimo montaje de dicho proceso rítmico, es cosa que el bertsolari completa despreocupadamente una vez metido en el cauce de la melodía donde se mece a todo su sabor como abandonándose al embrujo de la melodía sobre la que improvisa. La música le resuelve el problema del proceso rítmico de sus versos. Naturalmente este fenómeno supone un desarrollo muy grande del sentido del ritmo. El bertsolari en este punto tiene que ser como el bailarín instintivo, que a cualquier compás o ritmo que se le toque, ajusta él el movimiento de sus pies, de un modo completamente espontáneo, irreflexivo, despreocupado. De un modo parecido, también el bertsolari tiene que haber previamente desarrollado hasta el virtuosismo su sentido del ritmo. Todo lo cual se cumple perfectamente cuando el bertsolari es de los curtidos en el campo de la bertsolarística; porque cuando no está bien curtido y por tanto no tiene desarrollado debidamente el sentido del ritmo, es muy fácil le salgan algunos versos "cojos", por falta o sobra de sílabas en alguno de los pies del ritmo interno del verso.

La melodía, pues, y la música, es el gran auxiliar indudable del bertsolari en su improvisación. Y ello hasta el punto, que, seguramente, él no sería capaz de improvisar "a son seco", como se dice, sin el auxilio de la música. Y con tanto, pasemos ya al segundo elemento con el que el bertsolari se enfrenta en el proceso de su improvisación. El elemento de la rima. La improvisación de la rima o consonancia final de sus versos. El punto más interesante de la técnica de la improvisación bertsolarística. El punto donde ya no cabe hablar de inconsciencia, ni despreocupación, ni espontaneidad, sino donde el bertsolari tiene que aplicar sus más que cinco sentidos en su apurado menester. Punto en el cual habría que hablar más que de improvisación de previsión o provisión, pero previsión y provisión de una rapidez verdaderamente de robot, más que de agilidad mental. El momento en que el cantor tiene que escoger instantáneamente cuatro palabras "consonantes", que luego las irá desgranando en el decurso de su estrofa, ahora la una luego la otra, etc., hasta la cuarta, la cual precisamente ha de ser como quien dice la bomba de la pieza, la más oportuna, la más aguda, la que ha de arrancar del público la estentórea carcajada o el entusiasta aplauso. Es el montaje típico de las coplas antiguas, y de toda copla en general, aun en otras lenguas, lo que gráficamente se dice in cauda venenum = "en la cola el veneno". Al fin lo más fuerte.

Este montaje de la estrofa, con el verso más fuerte al fin de ella, es tan importante, que precisamente dicho verso final de estrofa es el que impone la consonancia o rima -el puntua que dice el bertsolari- para los otros tres versos anteriores de la estrofa total. Por lo cual -y aquí viene lo más notable de la improvisación bertsolarística- lo primero que ha de concebir el improvisador en su mente, lo primero que ha de formular para sí mismo, es lo último de la estrofa. Lo último es lo primero. Casi como en la novela de Navarro Villoslada: Amaya da asieria = "El fin es el principio". Es decir, el atzekoz aurrera del dicho vasco. La concepción de la totalidad comienza por el fin. O, como dicen los escolásticos, hablando del fin, que es primum in conceptione, ultimum in exequtione: "el fin es lo último en la ejecución, pero lo primero en la concepción". El fin es lo primero que el agente racional concibe... de un modo parecido a como lo hace también el bertsolari, que concibe en primer lugar lo último de la estrofa, tomando, como decimos, de él la medida de toda su obra, ajustando a la última palabra de aquel verso final, la consonancia terminal de los tres dísticos precedentes, o sea la rima total de la estrofa.

Ahora, para ponderar debidamente este proceso, hay que tener en cuenta la rapidez de segundos con que el bertsolari en una contienda, tiene que realizar este montaje mental de las cuatro rimas a base de la rima final. Como se sabe, es cuestión de segundos, porque apenas el cantor precedente ha terminado su estrofa, sin respirar apenas, él se lanza impaciente a la réplica. Naturalmente, todo esto es fruto de un ejercicio muy perseverante, de entrenamiento, añadido a cierta predisposición psicológica que el candidato a bertsolari trae quizás como herencia atávica. Ahora, uno de los frutos inmediatos de tal entrenamiento, es que el bertsolari, mediante él, se crea para su uso un buen repertorio de rimas de todas clases, sean las más sencillas, en -ea, -ia, -ean, -ian, oa, -ua, -oan, -uan... o las más raras de -ana, -ona, -una, -aña, -iña, -oña, -uña, -ela, -ola, -atza, -otza, -are, -ere, -on, -un, etc., repertorio del que, con la rapidez que es del caso, escogerá las consonancias que le hagan falta, consonancias que empieza a aplicarlas desde el principio de la estrofa, procurando siempre que hagan algún sentido lógico con el verso principal que trata de colocar al fin.

Precisamente uno de los méritos que se aprecian en las contiendas bertsolarísticas, es la conexión lógica y como preparación de los versos primeros con el fin. Es muy típico a este propósito el caso histórico de una improvisación perfecta, improvisación de verdadera antología que ha pasado a la historia del bertsolarismo guipuzcoano. El caso tuvo lugar en Aya de Zarauz, según unos, y en Elgóibar, según otros. El protagonista, el celebérrimo asteasutarra Pello Errota. Fue a la terminación de la segunda guerra carlista, sobre el año 1875. Recién terminada la guerra, en algunos pueblos, los más crecidos o los más sospechosos de simpatía al derrotado carlismo, continuaban montadas ciertas pequeñas guarniciones, o por lo menos la Guardia Civil del puesto ejercía alguna mayor vigilancia, exigiendo a cualquier persona forastera la documentación oportuna. Pello Errota fue requerido igualmente en la entrada del pueblo por el comandante del puesto, naturalmente en castellano: "A ver, el papel". Pello, irónico como buen bertsolari, contestó al requerimiento con la siguiente estrofa:

Buenos días, txanbergo jauna,
erantzirikan txapela;
gaurku onetan ez bait-det uste
izango dedan kartzela...
Aspaldi ontan, urria baño
geyago degu papela;
ta ikusi dezan, ar baza, jauna,
Komuniyoko Txartela.

"Buenos días, señor chambergo,
quitándome la boina;
esta vez no creo
que haya de tener cárcel.
Hace algún tiempo, que más que oro
tenemos papel;
y para que Ud. lo vea, tome, señor
mi Cédula de Comunión Pascual."

Analicemos la improvisación. El irónico Pello, en este caso, al haber de montar una estrofa para responder al Comandante, lo primero que concibió fue la terminación de la estrofa: "...ar beza, jauna / Komuniyoko Txartela". Ahora le hacían falta tres palabras más que rimasen en "-ela"; e inmediatamente las concibió a base de txapela, kartzela, papela, que las tres venían perfectamente al hilo del asunto. El comandante, en efecto, le exigía el papel o documento, bajo amenaza más o menos velada, de cárcel; por lo cual, el requerido naturalmente se humilla, irónico, quitándose la txapela. Todo ello muy lógico en aquellas circunstancias. Siendo además de una oportunidad extraordinaria la observación del inciso intermedio, al parecer insignificante y sin intención, de la falta del oro, y el de la mayor abundancia del papel sobre el precioso metal: la terminación de la segunda guerra carlista marca precisamente en la economía nacional la hora de la retirada del oro de la circulación, iniciándose la época de la circulación fiduciaria, del "papel".

Como se ve, Pello Errota montó en estas circunstancias una típica estrofa, sin ripio de ningún género, repleta de contenido, tan popular como afortunada, siguiendo el procedimiento de atzekoz aurrera = "empezando por el fin", que venimos explicando. Procedimiento, sin embargo, que no es el único. Improvisador hay que, prescindiendo de este procedimiento, se lanza al canto de su estrofa, como quien dice a la aventura, con la rima que resultare en su primer dístico, para luego seguir con ella hasta el fin de la estrofa; pero es procedimiento en que sólo triunfan los grandes maestros de la improvisación, como por ejemplo Uztapide, Xalbador, Basarri, etc.; si bien Basarri es al mismo tiempo quien con éxito verdaderamente prodigioso maneja el primer procedimiento.

MLE