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Argentina. Inmigrantes vascos 1840-1920

Las formas de ver la inmigración variaron en los últimos cuarenta años. Las fuentes para reconstruir esas experiencias también. Todo ello es, sin embargo, insuficiente si no conocemos el escenario donde se movieron los actores a recuperar. La provincia de Buenos Aires cambió sus dimensiones a lo largo del período que analizamos, merced a las distintas campañas militares emprendidas sobre un territorio habitado por indígenas rara vez dispuestos a convertirse en mano de obra para las nacientes estancias ganaderas. Sin duda, los acontecimientos ligados a la ampliación de la provincia tuvieron mucho que ver con la historia de la inmigración a la Argentina, principalmente -dada la movilidad espacial que veremos más adelante- con los vascos. Entre 1810 y 1830 el área se extendió cerca de 300 leguas, por la fundación de fortines militares en Dolores, Azul, Tandil y Bahía Blanca. En 1833 el general Rosas realizó su expedición contra los "bárbaros", incorporando -más en los mapas que en la realidad- 5.000 leguas cuadradas y multiplicando así por cinco la extensión de lo que era el territorio bonaerense. Luego de su caída en 1852, los indios recobraron la mayor parte del territorio que se les había arrebatado, reduciéndose el área a 3.000 leguas cuadradas.

Mitre, partidario de la guerra total hasta exterminarlos o arrinconarlos en el desierto, propuso un plan sistemático mediante colonias militares que operarían desde la frontera. Él reconoció también la importancia de la ocupación de Choele Choel (norte patagónico) para frenar el drenaje de ganado vacuno hacia Chile. Problemas internos y la guerra con Paraguay, durante los 60, fueron obstáculos importantes para la reconquista y la expansión, a pesar de que se realizaron algunos intentos durante la presidencia de Sarmiento (1868-1874). Es evidente que -entre otros conflictos- una guerra que duró cinco años y demandó miles de hombres debió repercutir notablemente en el espacio y los sujetos históricos que nos ocupan. Tulio Halperín Donghi nos alerta en varias de sus obras sobre aquella demanda inusitadamente variada que debió enriquecer a mucha gente, entre los que debieron encontrarse no pocos vascos. Estos no sólo estaban exentos de las armas -como el resto de los inmigrantes- sino que se ocuparon en producciones (ganadería, transporte) indispensables para dicha empresa, a la vez que en sitios -Buenos Aires y Entre Ríos- y momentos estratégicos. Nuestra intención no es, debe quedar claro, investigar los efectos de la guerra con Paraguay en el "progreso" experimentado por algunos vascos. Pero sí remarcar que resulta de utilidad englobar distintos aspectos que pudieron, en su conjunto, favorecer al grupo que analizamos, principalmente a los que arribaron en forma temprana. De hecho veremos que la rentable pero coyunturalmente estrecha producción lanera coincide con aquella guerra -y algunos conflictos intestinos- y la falta de mano de obra.

En 1877 (recuérdese que el primer contingente importante de inmigrantes vascos, si no tenemos en cuenta los que llegaron en épocas coloniales, había arribado tres décadas antes), el entonces Ministro de Defensa Alsina comenzó una vigorosa guerra contra las pampas anexándose 2.200 leguas cuadradas. El General Roca se ocupó luego de llevar definitivamente la frontera al Río Negro en Mayo de 1879. Tras los avances de la frontera militar se adelantaba también, claro está, una frontera económica empujando a aquella.

Desde la segunda mitad del siglo XIX se produciría un aumento de la demanda europea de productos rurales. La integración de Argentina al mercado mundial como productora de materias primas alimenticias o para la industria a partir de allí exigiría la incorporación de una considerable cantidad de tierras nuevas. A esto se había sumado el significativo aumento del ganado, principalmente ovino, ejerciendo una gran presión a lo largo de las zonas fronterizas. La falta de pasturas para alimentar más animales por hectárea fue un incentivo adicional para la ocupación de nuevas tierras. Fue el ganado -metafóricamente- y no los colonos, según el historiador Cortés Conde, quien ocupó estos territorios. La frontera sur no habría funcionado como válvula de escape de las presiones sociales sino como fuente de poder del sector gobernante. El sobrepastoreo de la zona ganadera tradicional al norte del salado, desembocó en la presión de aquellos productores hacia el gobierno para que se conquiste y ocupe tierras hacia el sur. Compartiendo en líneas generales la idea del autor acerca de la presión coyuntural y el efecto de la multiplicación del ganado sobre los límites de pastura, no estamos de acuerdo con su minimización del papel jugado por los colonos. Si bien la expansión sirvió en un principio a la aparición de enormes latifundios, la fundación de pequeños núcleos poblacionales no se hizo esperar, multiplicándose prontamente los puestos de trabajo, además de incrementar el comercio y demandar un número mayor de medios de transporte. Pensamos que el poblamiento del oeste americano, con algunas reservas, complementa y colabora en la comprensión de lo que sucedió entre 1820 y 1880 en la provincia de Buenos Aires. El traslado de inmigrantes a zonas " nuevas' donde la entrega de tierras era real, es un elemento contundente para ello. Los vascos aprovecharon -como veremos- estas oportunidades que brindaba la formación y expansión de la estructura productiva primero ganadera y luego agrícola.