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Ideologías políticas: ¿fin o renacimiento?

K. Marx señalaba que la ideología principal o dominante de cada ciclo histórico o cada sociedad era precisamente la de la clase social dominante. Pero también señalaba que el proletariado industrial, la clase social destinada a dirigir la revolución socialista, también crearía su propia conciencia de clase, esto es, el socialismo, como consecuencia de la convicencia en unas mismas condiciones objetivas en una sociedad capitalista. Es decir, que el capitalismo engendra las condiciones, no solo para crear su propia ideología dominante, sino también para crear una ideología de rechazo. Recordamos una frase de F. Engels "Los seres humanos construyen su historia, ellos solos, pero sujetos tanto a las condiciones que vienen del pasado como a las existentes en el presente". Y si bien es cierto que en determinadas condiciones de urgencia el capitalismo puede impulsar sistemas como el fascismo o el franquismo, en el seno de los cuales se produce una superideologización, también lo es que en contextos más normalizados o equilibrados, la clase social dominante puede aceptar cambios en la estructura económica, en la legislación, en la moral o en la cultura dominante, con el objetivo de interiorizar o neutralizar las críticas de otras ideologías. En la búsqueda de legitimación y de asunción del consenso básico del sistema de pensamiento y acción dominante. Es decir, se acepta perder algo, para no perderlo todo.

Desde esta perspectiva, y en un intento de comprender la incapacidad de los trabajadores para hacer triunfar sus intentos revolucionarios, y de la misma forma, en un intento de comprender la continuidad del capitalismo, autores marxistas como J. Habermas, H. Marcuse, R. Milliband o N. Poulantzas han utilizado la imagen de la integración ideológica de las fuerzas del trabajo. Por su parte, como señalan N.Abercrombie, B.S.Turner y S. Hill-ek (La tesis de la ideología dominante, 1987) existía en el feudalismo y en el capitalismo primitivo una ideología dominante coherente, que generaba una clara cohesión en la clase principal, pero que sin embargo no tenía ningún tipo de influencia sobre la dominada. Por contra, en el capitalismo tardío, la ideología dominante no está tan claramente definida, de la misma forma que la clase dominante tampoco está tan integrada. Así mismo, esta ideología burguesa actual está más integrada por la clase dominada en la medida en que existen importantes mecanismos de transmisión ideológica (educación, medios de comunicación...). Sim embargo, para estos autores la estabilidad del capitalismo tardío no puede explicarse sólo por el nivel de integración de la ideología y los valores capitalistas. Es necesario profundizar más. Este debate ideológico que nació unido al concepto de alienación, es muy extenso y aún continúa.

Por otra parte, en opinión de algunos autores más abajo citados, las ideologías del siglo XIX fueron muy apasionadas, generando movilizaciones y revueltas, amplificando los enfrentamientos entre religiones, hasta llegar a apuntalar sistemas totalitarios. Pero una vez pasada la época del enfrentamiento sangriento entre la izquierda y la derecha, y una vez alcanzado el consenso social en Occidente tras la IIª Guerra Mundial, algunos analistas contemporáneos como D. Bell, Popper, S. Lipset, Shils, o R. Aron afirmaban que hemos conocido el declive de las ideologías y no con la llegada de la utopía como planteaba Mannheim. Desde su perspectiva, se había llegado al final de las lógicas revolucionarias para encarar el cambio social al menos en Occidente. Lo que hace evidente que a estos autores o no le parecía relevante o no les interesaba el nacimiento de una nueva izquierda en los años 60 y 70 del pasado siglo.

Desde el punto de vista de estos autores, las ideologías han distorsionado y simplificado la complejidad social y pueden seguir teniendo sentido en los continentes atrasados o subdesarrollados, pero no en el marco político occidental. Es decir, pierden su fuerza con un nuevo paradigma político que se abre, en el que el pluralismo, la tolerancia y la racionalidad son sus valores fundamentales.

Para estos autores, finalizado el sentido de las diatribas ideológicas, nos adentramos en una epoca dominada por la técnica. Más allá de los fundamentos ideológicos, las decisiones políticas deben buscar la eficacia y esta se mide a partir de la buena gestión y la administración política. En este nuevo contexto, se priorizan los criterios técnicos y burocráticos, dejando aparentemente de lado la dimensión ideológica. Empero desde posiciones críticas, esta ideología del "fin de las ideologías" sirvió de sustrato para asentar el capitalismo popular ligado a las clase medias occidentales, de la mano de gobiernos como el de M. Thatcher o R. Reagan. En la década de los 80 del pasado siglo, con el advenimiento del fin de las ideologías, al debate y a la lucha por la propiedad de los medios de producción se le contrapuso la sociedad del conocimiento y el avance en las nuevas tecnologías, hoy, frente a la lucha y el antagonismo entre las clases se propone la innovación.

Esta teoría fue recuperada y reforzada posteriormente por F. Fukuyama, Director del Departamento de Planificación del gobierno de los EEUU con su obra El fin de la Historia. A pesar de que esta obra ha tenido mucha influencia entre las corrientes neoliberales y neoconservadoras, ha sido muy criticada por otros en la medida en que se considera que abandera la defensa del "statu quo" capitalista y tecnocrático. Muchos autores han criticado su uso como una herramienta ideológica de la época de la Guerra Fría y se le acusa de querer cambiar los parámetros del debate político. En opinión de sus críticos siguen surgiendo nuevos factores de radicalización y conflicto socio-político y en consecuencia, surgen nuevas propuestas ideológicas, tal y como muestra el surgimiento de la denominada nueva izquierda, presente en Occidente y también en el Tercer mundo.

Si bien es cierto que con el fin del siglo XX y sobre todo con la desaparición de la Unión Soviética y de las repúblicas socialistas de su entorno se ha debilitado la competencia ideológica entre capitalismo y socialismo posibilitando que, sobre todo en las democracias capitalistas y liberales de occidente, se viva en una cierta estabilidad ideológica, tampoco se puede negar que el peso de ciertas ideologías asociadas a la violencia, al racismo, a los nuevos movimientos sociales, o al renacimiento del nacionalismo, ponen contrapunto a los anteriores cleavages ideológicos. Según Ulrich Beck, esto supone el regreso de la politización. No hay Occidente sin Oriente y según este autor, el fenómeno denominado Guerra Fría trajo consigo la abolición de la política, la continuación de la situación bipolar aceptada en Yalta y Postdam. Para Beck, las ideologías y los agentes sociales tradicionales quedaron obsoletos, mientras emergían nuevos agentes para hacer frente a los nuevos y viejos problemas políticos (crísis ecológica, sociedad tecnológica, patriarcado, xenofobia o derechos sexuales).