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Carnavales de Gipuzkoa

Algunas localidades, de cierta importancia a nivel comarcal (Donostia, Azpeitia, Hernani, o Irun), han recuperado con fuerza su Carnaval y algunos actos, que formaban parte del de antaño, continúan siéndolo como si el tiempo se hubiera detenido.

El caso de Tolosa, es excepcional: apenas ha sufrido variación, sino es por el determinante de actualización obligada. Se ha de tener en cuenta que se ha realizado prácticamente durante toda la posguerra, maquillado como "Fiestas de primavera".

Cualquiera que se acerque durante los días de Carnaval a la que fue, en otro momento de la historia, capital de Gipuzkoa, podrá observar el gran ambiente con actos públicos y privados, donde se entremezclan los disfrazados y las comparsas musicales que año tras año amenizan la airada vida de sus pobladores.

Representaciones caracterizadas mediante expresiones y máscaras caricaturizadas. Lo ridículo y lo exagerado se convierten en lo habitual durante unos días. El atrezzo extravagante, el burdo, o el más habitual se dan cita, callejea por las principales vías y da libertad a la imaginación.

Pero la creatividad no es exclusiva de los disfraces. Mediante las letras entonadas por comparsas y estudiantinas, antiguamente y en muchas poblaciones, se despertaba la memoria de hechos acaecidos en el año y de personajes conocidos o famosos; tanto dentro del panorama local, como del internacional.

Las canciones tenían diversas autorías, de las cuales nos han dejado constancia los documentos conservados y servían para sacar un dinero con su venta; de esta forma una comida estaba garantizada. Era la cuestación urbana, donde se daba cita la masiva afluencia de vecinos y forasteros.

Junto a las canciones de origen desconocido, entendidas como anónimas, encontramos las de famosos autores. Uno de los más importantes fue el maestro Sarriegi, el cual nos dejó una importante herencia musical; así, año tras año, sus melodías son entonadas y tocadas en las principales fiestas de Donostia: durante el día de San Sebastián con la Tamborrada; en la noche del primer sábado de febrero por las comparsas de caldereros; y por la comparsa de Iñude y Artzaiak el primer domingo de febrero.

Con el transcurso del tiempo, de las comparsas interpretando canciones por las calles, hemos pasado a los desfiles con variopintos disfraces imitando culturas exóticas. Las carrozas se han convertido en camiones trailers que transportan coloridas, vistosas y espectaculares formaciones con músicas a todo volumen. Cambios producidos por modas, pasajeras o imperecederas.

Sin embargo, la fiesta para que tenga un nuevo inicio necesita de un final previo. Tanto es así que el fin del período lo marcaba el último baile, antes de la Cuaresma, y la despedida mediante el "Entierro del Carnaval" (Tolosa) o el "Entierro de la sardina" (Donostia). Sin embargo, ante la falta de un referente, en algunos pueblos se queman peleles, como así sucede en Oiartzun con Intxisu (ser mitológico).

La fuerza del Carnaval guipuzcoano es más visible en la forma que en el fondo. El largo período de prohibición ha marcado notablemente el devenir de la fiesta; lo cual, produce, una sana rivalidad y contraste entre ciertos recorridos por zonas de montaña, con los desfiles con espectaculares vestimentas, cargadas de luz y color, en el centro de núcleos urbanos.