Concept

Brokel-dantza

El término Brokel-dantza es, en principio, genérico, y hace referencia a cualquier baile que se realiza con broquel o escudo pequeño.

Sin embargo, con este nombre se conoce usualmente una danza concreta de Guipúzcoa, que da nombre además al ciclo principal de danzas de ese territorio. En este sentido, es el término equivalente pero más correcto de otros como danzas de Guipúzcoa o danzas guipuzcoanas. Este ciclo de bailes es de gran exigencia técnica, y por ello en él toma parte un grupo cerrado -ocho o doce dantzaris más un capitán-. Con éste delante, los dantzaris se sitúan normalmente en dos filas, a veces cambiando de posición de acuerdo a una serie de pasos estereotipados, y otras veces golpeando determinadas herramientas. Aunque tradicionalmente es una danza de hombres, la participación de la mujer en ella es cada vez mayor.

Esta serie de danzas presenta una serie de características propias y específicas: quizás la más llamativa es su estandarización, tanto en lo relativo al territorio -toda Guipúzcoa y sólo Guipúzcoa- como en lo que hace referencia a pasos y técnica. En efecto, ésta es sin duda la danza vasca que goza de mejor historiografía, siendo su mejor exponente el libro de Juan Ignacio de Iztueta Gipuzkoako dantza gogoangarriak, publicado en 1824. En esta obra se explican con todo detalle todos los pasos, y se presenta una descripción rigurosa de la propia brokel-dantza, pero el tono de Iztueta, lleno de seguridad y de reglas, no siempre es exacto, y a menudo presenta afirmaciones contradictorias.

Esto no significa que el papel de Iztueta no fuera imprescindible en la brokel-dantza: además de escribir su libro, durante casi toda su vida preparó grupos de dantzaris en Guipúzcoa, y en la segunda mitad del siglo XIX su discípulo José Antonio Olano le siguió en ese trabajo. Un discípulo de Olano, José Lorenzo Pujana, fue el continuador de esta labor a principios del siglo XX, y en 1927 el Ayuntamiento de San Sebastián le nombró Director y Maestro de la Academia Municipal de Danzas Vascas. Un hijo de José Lorenzo, Cándido, fue el primer maestro del grupo Goizaldi de San Sebastián y de esta manera, como se ve, las enseñanzas de Iztueta se han mantenido de alguna manera hasta hoy día. Sin duda, este sentido de la maestría ha tenido mucho que ver con esa mencionada estandarización.

Como hemos mencionado, la brokel-dantza tiene un carácter atlético: hay que estar en muy buena forma para ejecutar buena parte de sus evoluciones, y la comparación con el ballet no es en absoluto forzada. En opinión de Iztueta (1824: 214) los dantzaris debían de pasar veinte días ensayando con un buen maestro, y otros ocho con el txistulari para poder sacar la danza. Una descripción detallada de los pasos puede verse en la siguiente página web, y el libro de Santxez Zabaleta (2004) es también muy interesante en este aspecto.

Los movimientos de los bailarines son homogéneos, y está claro que el objetivo es que todos los componentes del grupo los realicen a la vez. La figura del capitán, en este sentido, es muy importante: con una makila especial en la mano, como si fuera el tambor mayor de un antiguo ejército, es una figura importante en la organización y el orden jerárquico. De nuevo en opinión de Iztueta (1824:214) a él deben obedecer los otros doce, tan puntualmente como si fuera un alcalde. El capitán demuestra a menudo su habilidad técnica en la danza por medio de abundantes solos. A menudo, por ejemplo, el resto de los dantzaris se limitan a repetir los movimientos que previamente ha hecho éste.

Puede decirse que la música de la brokel-dantza, así como en general su sentido rítmico, son también bastante peculiares en relación a otros bailes vascos. Como ocurre con la propia danza, también se han realizado varias versiones escritas de la música, y las más interesantes pueden consultarse en el número conjunto que las revistas Txistulari y Dantzariak editaron el año 1991, realizadas por José Ignacio Ansorena, Javier Hernández Arsuaga, el padre Hilario Olazarán y Raimundo Basurco. A estas versiones, claro está, hay que sumar la que Pedro Albéniz preparó para el libro de Iztueta, publicada en 1826, y que suele conocerse como Cuaderno. En general, por ejemplo, todas las melodías de la brokel-dantza están completamente insertadas en los parámetros de la música occidental, sin las irregularidades rítmicas y las peculiaridades tonales y modales tan habituales en otras zonas del País Vasco. Puede decirse, por ejemplo, que el ritmo de zortziko estereotipado y regular, que ha sido considerado como el más peculiar y representativo de lo vasco a través de la historia, aparece sobre todo en estos bailes, siendo bastante raro fuera de Guipúzcoa (por ejemplo Sánchez Ekiza 2004). Es más: parece que la flexibilidad rítmica que el propio Iztueta pedía al txistulari para ayudar al dantzari, afirmando que el mejor dantzari puede tener a menudo necesidad de la ayuda del tamboril (1824:58), y que es tan usual en otras danzas vascas, no es necesaria en el ciclo de la brokel-dantza. O, dicho de otro modo, parece que, a diferencia de lo que ocurre con otros bailes vascos, los pasos de los dantzaris son los que tienen que entrar en el ritmo exacto de la música, y no el ritmo el que debe de adaptarse a esos pasos.

Puede decirse, por tanto, que la música de la brokel-dantza es el mejor ejemplo del gran cambio que ocurrió en el siglo XVIII en el ámbito de los txistularis (Sánchez Ekiza 1999 y 2005). En ese sentido, no es rara la opinión del padre Donostia (1928) de que el propio conde de Peñaflorida fuera el autor de algunas de las melodías de este baile. Y en general, es de pensar que precisamente en esa época adquiriera la brokel-dantza sus características más específicas. En las propias palabras de Iztueta (1824:218):

"ahora como muchos caballeros jóvenes de Guipúzcoa han aprendido en los seminarios la contradanza y otras muchas evoluciones de ese tipo, las han introducido en la brokel-dantza muy adecuada y pulcramente; por ello las debemos querer como si fueran nuestras, ya que encajan muy bien en este tipo de danza, haciéndola más hermosa y elegante".

Es de pensar, según esto, que en esta época se aprovecharon las enseñanzas de danza académica recibidas en el Seminario de Vergara para renovar el baile (Bagüés 1988).