Kontzeptua

Vivienda. Antropología

Aquellas primeras casas urbanas disponían de una, dos o a lo sumo tres habitaciones donde se hacinaba toda la familia y los pocos animales que pudieran tener. En los edificios elevados, los pisos altos se reservaban a los pobres. La convivencia familiar se hacía en la cocina, con muebles y enseres de madera, aunque apenas había otro mobiliario que uno o dos arcones para guardar los utensilios. Sólo a partir del siglo XVII el mueble se convierte en signo de ostentación, y así surge la rica ebanistería de kutxas, talladas con motivos tradicionales, forradas de cuero, terciopelo o seda, que sirven para guardar las ropas y los objetos más preciados. Las familias humildes no conocen la cama, sino que deben conformarse con dormir sobre esteras en el suelo, o a lo sumo en colchones confeccionados con paja seca, hierba u hojarasca. Sólo en los hogares prósperos se encuentran "medias camas" o "camas enteras" (de matrimonio) de cuja de madera en las que un trenzado de cuerdas servía de base al colchón de lana o plumas.

Al menos hasta el siglo XVII el hogar de la cocina es central, careciendo las casas de chimeneas, y el agua se traía desde la fuente pública más cercana. Se cocina en ollas de cobre o hierro que cuelgan del llar o sobre trébedes, a veces con morillos para la sustentación de los troncos. Los útiles de cocina estaban comúnmente hechos de madera y barro, a partir del siglo XV eran de hierro y ya de cobre desde el siglo XVIII, aunque su costo los hacía inasequibles al pueblo llano. En el hogar vasco los manjares se sirven en una cazuela y cada comensal va tomando sus raciones directamente (hortalizas, huevos y tocino, esencialmente), que acompaña con pan y sidra (pitarra para las mujeres y los niños) servida en cubiletes de barro. Hasta la Edad Media no se generaliza el cuchillo, al que sólo los varones adultos tenían derecho, de forma que en los documentos oficiales se empleaba habitualmente la fórmula "pan y cuchillo" para señalar la comunidad de bienes de los esposos.

El tenedor entra a formar parte de la cubertería de las clases altas en el siglo XVIII, y una centuria después arraiga el gusto por las vajillas. En lo que a higiene toca, señalemos que al concluir la comida se usaba aguamanil y palangana para lavarse las manos, elementos básicos, y puede decirse que únicos en la limpieza de los moradores, habida cuenta que hasta el siglo XIX no había constumbre de bañarse con regularidad, sino que el simple cambio de la ropa interior era medida profiláctica por excelencia. La iluminación de las casas es escasa, dado que muchas viviendas carecían de vanos de aireación, al margen de la puerta. Cuando había ventanas, éstas eran reducidas como protección contra el frío, y hasta que se generalizó el cristal se cerraban con madera o con telas enceradas en palacios, casas-torre y edificios nobles (en las iglesias se empleaban planchas finas de alabastro).

En el siglo XVIII se implanta el uso del trasfuego, que servían para reflectar el calor y proteger la pared, además de que en ocasiones poseían un carácter ricamente decorativo. Aunque desde época romana se conocían las tejas, en nuestra zona lo normal era techar las viviendas con tabla de madera (olak), o lajas de piedra o pizarra. Sólo con la penetración árabe en la península se fue generalizando la teja, empezando por los templos y casas señoriales. A partir del siglo XIV la teja y el ladrillo se aplicó ya de manera intensiva a la construcción, aunque todavía seguiría considerándose el del tejero un oficio "vil e indigno", de ahí la común presencia de forasteros al frente de nuestras tejerías.

A la vez, el ladrillo macizo se incorpora en tabiques y suelos, que hasta entonces eran de tierra. Sin embargo, el pueblo llano seguirá por mucho tiempo residiendo en edificios de piedra con separaciones interiores de tabla o varas trenzadas de avellano (con o sin forro de barro). A este propósito, interesa aquí recordar que el fuego y el llar son los dos elementos representativos del hogar vasco. La teja aparece como símbolo más ligado al modo de vida agrícola y a un régimen de tierras en propiedad, y así las chabolas de pastores construidas en terrenos comunales no podían ser tejadas. Por otro lado la teja representaba a la casa en diversas situaciones: cuando una puérpera necesitaba salir del recinto de la casa antes de haber realizado la salida ritual a la iglesia para recibir la bendición "post partum", lo hacía con una teja sobre la cabeza, ya que ello equivalía a estar dentro del hogar; asimismo, los niños no bautizados eran enterrados entre dos tejas y bajo el alero de la casa.