Kontzeptua

Vivienda. Antropología

Por tratarse del espacio donde el género humano organiza su existencia, la vivienda constituye un testimonio de primer orden sobre la cultura material de los pueblos y perfecta síntesis de la evolución de sus condiciones de vida. A la hora de abordar el estudio de las primeras residencias humanas -surgidas una vez que los grupos humanos abandonaron los refugios naturales y empezaron a construir sus habitáculos- hemos de tener en cuenta distintos factores: el momento cultural del ocupante, las exigencias climáticas, las materias primas que brinda el hábitat, la necesidad de protección ante determinados riesgos o las soluciones a sus necesidades alimenticias.

En el Paleolítico, la preeminencia de la caza obligaba a una constante itinerancia que se traducía en una duplicidad de refugios, bien al aire libre, basándose en ramas y pieles, o en cuevas que mantenían una temperatura constante en los períodos más fríos. Ya durante el Neolítico, con una economía basada en la domesticación de ciertos animales -como los ungulados (salvo el caballo) y el cerdo, así como pequeños rebaños de cabras y ovejas-, en la recogida selectiva de frutos silvestres más una incipiente agricultura, aumentó la población y los grupos se hicieron paulatinamente sedentarios. Así surgieron viviendas más sólidas, construidas inicialmente en madera (con ramas y posteriormente tablas), y al paso del tiempo con elementos resistentes, duraderos y de menor riesgo de ignición, como el barro y la piedra. Para su emplazamiento se procuraban zonas secas y cercanas a manantiales o ríos, y no lejos de los cultivos.

En su interior, sobre firme de tierra, se encendían uno o varios fuegos para calentarse y cocinar los alimentos. Eran generalmente de planta rectangular o cuadrada, con esquinas redondeadas. Actividad, geografía y clima son, por tanto, factores determinantes en la tipología de las viviendas. Estos parámetros sirven para explicar muchos aspectos morfólogicos concretos: por ejemplo, los habitantes de las zonas montañosas coronan sus casas, comúnmente de piedra, con acusadas vertientes para evitar que la acumulación de nieve y hielo pueda por su peso hundir los techos. Pero en la Ribera navarra, por la menor presencia de piedra y escasa pluviosidad, las casas se hacían de adobe, con tejados en leve desnivel.

Asimismo, los materiales que ofrece el paisaje o que genera la actividad de sus moradores servían al constructor. Aún podemos apreciar en los muros de las antiguas ferrerías y casas adyacentes las zepak (escoria de las ferrerías) empleadas como elementos constructivos. En proximidad con los astilleros, las casas eran de madera, e incluso en las villas pesqueras hubo épocas en que se empleaban los huesos y costillas de las ballenas que en nuestras costas se cazaban.