Lexikoa

MISIÓN

Las grandes misiones de Vitoria (1951) y del Nervión (1953). Aquel mecanismo de control religioso-social, que conocemos para otras épocas con el nombre de Inquisición, desemboca después de nuestra última guerra ( 1936-39) en un poderoso mecanismo también religioso-social con las mismas esencias del siglo XVI, llamado «nacionalcatolicismo». Dentro, pues, de exultantes cantos, con las mieles del Concordato en torno, se levantaban otras tantas Misiones populares «de aplauso y amén» para todas las diócesis.

De entre ellas, sobresale la gran misión de la ciudad de Vitoria (1951), prototipo de otras tantas de la misma Euskal Herria. El obispo Bueno Monreal organizaba esta Misión para los 52.000 vitorianos con que contaba entonces la ciudad con la intención de que todos los vitorianos entraran en ella. «El Pensamiento Alavés» sacudía a los vitorianos, alaveses y vascos en general con las cabeceras sensacionalistas de sus artículos sobre la Misión en primera página siempre, así: «En vísperas del gran día.-La Virgen de Fátima llegará a Vitoria para presidir la renovación del espíritu cristiano de nuestro pueblo. -Alocución del Excmo. Prelado.-Todos en sus centros. -Todos en la procesión». Y para que todos reanudaran el camino hacia sí mismos, Bueno Monreal salía en su «Carta» contra aquéllos que pensaban que la Misión «no era más que para los pobres y para los humildes». La Misión, pues, duraba 15 días, impartida por 150 misioneros que de antemano habían recibido notificación minuciosa del número de fieles de su centro, su categoría social, los problemas que importaba abordar o las dificultades con las que podían tropezar, etc. Al término de cada jornada, cada centro enviaba a la Secretaría general su «parte de guerra» donde se detallaban todos los pormenores. Sólo así podemos hoy sacar las sumas significativas de toda una época. Por ejemplo, las comuniones repartidas el último día de la Misión pasaban con mucho de 30.000 que, descontados los niños, daban el TODO en una ciudad de 52.000 habitantes». Unido a este broche final se habían organizado otras 30 procesiones eucarísticas, pero a lo largo de los quince días «las procesiones habían transformado en templo toda la ciudad». La noticia se incrementaba con las cifras siguientes: una suma de 4.000.000 rosarios cantados de la aurora, 360 procesiones eucarísticas y marianas, 200 altavoces, 5.000 carteles murales, 13.200 cartas dirigidas por Bueno Monreal a las familias vitorianas, 70.000 estampas de la Virgen de Fátima... «Una ola huracanada en nuestra ciudad», advertía con énfasis el citado «El Pensamiento Alavés», mientras «cantaban los hombres» -decían los predicadores-, «todos los hombres de Vitoria».

Dos años más tarde, igualmente exótica y flamígera, llegaba la misión del Nervión. «Ecclesia» con un impresionante reclamo fotográfico lo recordaba así: «porque esta misión general de la diócesis vizcaína ha sido la de las multitudes. Se dice que puede considerarse como la mayor de las celebradas en España y la que ha afectado a más demografía geográfica. Vayan por delante las cifras del número de misioneros, que ascendió a 300 y la de los asistentes que sobrepasó a los 200.000». Asimismo la palabra misional se propagaba a través de 1.600 altavoces, con 122 centros misionales, mientras una cruz luminosa de 30 metros de altura abrazaba la andadura misionera vizcaína, desde Galdácano a Santurce, lo que representaba las cuatro quintas partes de la población diocesana.