Lexikoa

MISIÓN

Un puntal y eje: José Zunzunegui. La idea de un territorio misional, encomendado a la diócesis de Vitoria, venía ya de lejos. Arrancaba en realidad de la III.ª Asamblea Misional de Propagandistas de la Unión Misional del Clero de la diócesis de Vitoria, en la que ya entonces se había propuesto con mucho entusiasmo el que la diócesis vasca pudiera «por sí sola, con elementos propios, regir una misión». Tal Asamblea tenía lugar del 20 al 22 de agosto de 1928 en Saturrarán (Guipúzcoa), contando, entre los más entusiastas miembros de la Academia Misional, con José Zunzunegui. Finalizadas las guerras (española y mundial), el 30 de octubre de 1947 el obispo Ballester era recibido por el Papa, que le señalaba Los Ríos (Ecuador). Así, el 16 de marzo de 1948, el Vaticano, después de separar de Guayaquil, esta circunscripción, la encomendada a los sacerdotes vascos, como miembros del Seminario de San Francisco Javier para las Misiones Extranjeras de Burgos. Después de infinitos tratos, convenios y pactos entre la diócesis de Vitoria y el Instituto Español de Misiones Extranjeras, llevados a cabo por Zunzunegui sobre todo, se llegaba en 1901 a la creación de la «Prelatura nullius» de Los Ríos, nutrida por el clero de las ahora tres diócesis vascas. Zunzunegui, además, fundaba en la retaguardia, es decir en el Seminario de Vitoria, el grupo misionero «Máximo Guisasola», su colaborador, muerto en trágico accidente en 1951, para propiciar e incrementar las vocaciones misioneras desde el seminario. Dichas reuniones se celebraron sin interrupción hasta 1973, poco antes de su enfermedad. Zunzunegui propulsó además el misionerismo seglar, colaborando con «Medicus Mundi», «Amigos del Tercer Mundo» y «Gure Ekintza», así como la construcción en el mismo seminario de la emisora de onda corta EA2DD. Por su parte los misioneros diocesanos vascos, apiladores de iniciativas y de actividades, extendían su nombre por varias naciones. Zunzunegui en 1957, unido a Mons, Peralta, al visitarles en Ecuador firmaba otros contratos esta vez con el administrador apostólico de El Oro. Voces de alarma del arzobispo Morcillo, superior asimismo de la obra de Cooperación Sacerdotal Hispano-Americana, salían al paso de estas iniciativas. Sobrevolando grescas, expedientes, condiciones, Zunzunegui se dirigía directo al arzobispo de Caracas, despejando, aunque no del todo, las dificultades jurídicas. De todas formas, los problemas de la expansión misional vasca se iban a suceder: los de los pasaportes, permisos de entradas a tal o cual nación, los del ministro de la Gobernación, los del nuncio, los peligros de escisión en las misiones, al dividir la única diócesis vasca del principio, la supresión del grupo-vivero «Guisasola» en Bilbao... Para éstos y otros la nueva mesura doméstica de Zunzunegui, su amplitud mental, su sabiduría y diplomacia logrará pactos y convenios entre los tres obispos, a los que preparará viajes a dichas misiones, a fin de conocer personalmente los problemas. Los obispos Gúrpide, Bereciartúa y Peralta primero y Argaya, Cirarda, Setién y Añoveros después podían gozar de su preparación, entusiasmo y experiencia.