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Álava-Araba. Urbanismo

La diversidad geográfica del territorio alavés ha permitido establecer un conjunto de comarcas con características medioambientales distintas que condicionan la actividad y el modelo de habitación a desarrollar en ellas. Álava a lo largo de los siglos ha ido conformando un rico patrimonio de carácter doméstico que sigue siendo expresiva lección de inteligente aprovechamiento y sabias adaptaciones. El aspecto funcional de los edificios está muy ligado a las actividades económicas siendo la ocupación y el uso los que les proporciona cuerpo.

El mundo rural tradicional se ha regido por los principios de máxima economía y adaptación funcional que aplicados a la construcción de los edificios de los que se va a servir para desarrollar sus actividades conduce a usar los materiales que la naturaleza nos brinda, por una parte, y los conocimientos técnicos empíricos heredados, por otra, llegando a conseguir una clara armonía con la naturaleza. Esta sabia integración con el medio natural tan vigente durante muchos años, se ha visto agredida en las últimas décadas por los nuevos materiales, los procedimientos ligados a la revolución tecnológica y las nuevas fórmulas de ocupación que está llevando a la progresiva desaparición de las expresiones más genuinas de una identidad colectiva con muy ricas manifestaciones.

La casa rural alavesa de época moderna está dentro de la fórmula regional con entidad específica de la Comunidad Autónoma del País Vasco como es el caserío. El mapa geográfico establecido para Álava se expresa a través de seis comarcas: Álava Húmeda, Llanada alavesa, Montaña alavesa, Valles occidentales altos, Valles occidentales bajos y Treviño, y Rioja alavesa.

Ocupa el sector noroccidental de Álava (comarca de la Cantábrica alavesa) y el singular enclave del Valle de Aramaiona, éste en el vértice de confluencia de los tres Territorios Históricos del País Vasco. El clima suave, la abundante pluviometría, la orografía accidentada configuran un sistema de producción estrechamente relacionado con la ganadería, ciertos tipos de cultivo intensivo y la explotación forestal. El hábitat rural característico de la comarca es el llamado disperso, representado por distintas unidades de explotación agropecuaria -los caseríos- que se hallan salpicando el diverso paisaje ofrecido por fondos de valles, laderas, pequeñas lomas aterrazadas, etc. El caserío en su expresión más pura distribuye las tierras en el sistema de coto redondo que toma como base la proximidad a la vivienda. Sin embargo, resulta frecuente encontrar caseríos agrupados que en la medida del número, del disfrute o no de servicios colectivos públicos y de la condición administrativa que posean, el reparto de tierras radioconcéntrico no es tan manifiesto, dando lugar al sistema de hábitat plurinuclear con caserío claro.

El modelo arquitectónico calificado como caserío vasco queda perfectamente identificado como la casa labriega rural de esta comarca de la Álava húmeda. El caserío vasco en su larga historia que alcanza cuatro centurias (1500-1900) ha demostrado ser siempre muy receptivo a los periodos históricos tanto en cuanto a sistemas y técnicas constructivas como a los movimientos artísticos. Resulta difícil establecer una síntesis de todas las familias de caserío que se encuentran en esta zona alavesa. Cada técnica y cada forma tiene su propio tiempo de vigencia histórica y un ritmo diferente de asimilación, transformación y decadencia.

Un primer modelo calificado como caserío renacentista de piedra, coincidente con algunos de los caseríos más antiguos, posee como características más identificables, el fabricar en piedra las cuatro paredes perimetrales, escasez de vanos proporcionando hermeticidad al conjunto, disposición del caballete del tejado perpendicular a la fachada, acceso descentrado resuelto en arco gótico o en medio punto, aparejo de piedra más cuidado llegando en ocasiones a sillarejo en la fachada principal, vanos de acento gótico, llevando al interior del muro asientos de piedra empotrados, etc. En cuanto a la organización por niveles, dos eran las plantas más repetidas, la planta baja y planta primera, aunque pudo desarrollarse un tercer nivel a modo de entrecubierta-desván.

A pesar de las transformaciones experimentadas con apertura de nuevos huecos, fundamentalmente, aún son identificables y representativos de esta familia ejemplares como los que encontramos en el barrio de Medio de Délica, en el barrio Iruro de Maroño, y en el barrio Araneko-Ugartebetxi de Amurrio. Desgraciadamente, otro ejemplar, sustituido totalmente por uno actual, localizado en el barrio Villodas de Quejana, nos aportaba una variante del modelo al poseer en la fachada principal un doble acceso independiente a distinto nivel accesible al de la planta alta por escalera exterior de piedra y abrir en esta misma planta una bella ventana geminada, hoy incrustada como testimonio de su pasado en la actual edificación doméstica.

Una segunda familia tipológica reúne a los caseríos con fachada en tres crujías, siendo el modelo más frecuente. Teniendo en cuenta la forma y distribución entre las crujías, junto a las fábricas, técnicas y materiales que presentan, las variantes constituidas son muy numerosas. Si a lo anterior añadimos aquellas peculiaridades que cada caserío ha incorporado a fin de transmitir una determinada originalidad, el número de subtipos crece enormemente. Esta enorme diversidad tipológica queda reducida a dos grandes familias si elegimos como factor clasificador de primer orden la presentación de las crujías.

El primer subtipo es el formado por las crujías resueltas en un doble plano, con la central remetida respecto de las laterales. La crujía central pose mayor anchura que las laterales en la gran mayoría de los ejemplares, tendiendo a equilibrarse en los caseríos con menor edad. El aparejo usado para el cierre de las crujías laterales es a base de mampostería con refuerzo de sillería en las cadenas angulares. La crujía central desarrolla en toda la anchura de la planta baja un gran portalón adintelado partido por pie derecho o columna toscana. En los pisos altos el cerramiento más liviano emplea el entramado de madera con elementos horizontales, verticales y oblicuos creando distintos intersticios cerrados bien con ladrillo, mampostería, o escoria. Los extremos de la jácena o viga del portalón puede descansar bien en postes verticales enterizos que partiendo del suelo alcanzan el tejado bien empotrados en los muros de carga de la división de las crujías. Una variante muy peculiar que muestran un grupo de caseríos dentro de esta gran familia es la proyección de cuerpos en voladizo de la última planta con los laterales más bajos que el central. Este doble nivel de volados unido a la marcada proyección del alero, a los planos de la fachada, y a la variedad cromática del material de cierre crean un movido y vistoso juego de claros y sombras. Luiaondo y Llodio son dos localidades con varias muestras de cuerpos altos en voladizo.

Si tenemos en cuanta la organización en altura de esta familia comprobamos que una primera generación consta únicamente de plantas baja y primera; una segunda añade una planta más, llegando en algún caso a establecer un doble nivel en el centro del desván, a fin de aprovechar y distribuir mejor el espacio.

Uno de los caseríos más antiguos, Uzkati en Amurrio, muestra como diferencia a la subfamilia anterior, el adelanto únicamente de una de las crujías laterales, la orientada al norte, desarrollando en las otras dos un corrido soportal. De nuevo tenemos que lamentarnos de la desaparición de algunos caseríos que si bien los modelos formales se perpetúan en otros ejemplares se han perdido las particularidades que los hacía singulares, como un acceso apuntado de corta luz en una de las crujía laterales en al barrio de Aldaiturriaga de Amurrio, las magníficas tallas en la jácena del portalón y tornapunta del alero del caserío Urieta en la misma localidad, etc.

El segundo subtipo lo constituyen los caseríos con las tres crujías resueltas en el mismo plano. En la planta baja puede existir o no portalón adintelado, centrado o lateralizado. Podemos verificar dos variantes en función de la estructura portante, una a base de postes enterizos delimitadores de las crujías que partiendo del suelo llegan al tejado, y otra que sobre una planta baja en mampostería desarrollan el entramado de madera en las plantas superiores.

La asignación cronológica a estas grandes familias es difícil de establecer con la rigurosidad mínima requerida, por lo que en la búsqueda de una aproximación de las mismas debemos considerar varios parámetros de distinta índole como técnicas usadas, ordenación por altura, materiales, organización de las piezas lígneas de los entramados y ensambles entre ellas, labores de carpintería y motivos decorativos, rejería, etc.

Una tercera familia la constituyen los caseríos con soportal de arcos. Esta tipología es técnicamente más avanzada que las precedentes y representa el diseño arquitectónico más evolucionado y representativo de labradores acomodados. Las variantes que surgen de considerar el número de arcos, la resolución adoptada de la directriz (medio punto, rebajado, carpanel), su situación (centrada, lateralizada o esquinada) con respecto al eje vertical de la fachada, la ordenación por altura, la resolución del tejado en dos, tres o cuatro aguas, etc, son múltiples. El Valle de Aramaiona se constituye como la zona más representativa de los caseríos con soportal de arcos aprovechando, quizá, la disponibilidad de piedra junto a la influencia de los mismos modelos existentes en las zonas del curso alto del río Deva en Gipuzkoa y del Duranguesado en Bizkaia. En menor medida los podemos contemplar por la Tierra de Ayala. La asignación cronológica para esta familia está más acotada.

Una cuarta familia la configuran los caseríos sin soportal, siendo los más tardíos, construidos fundamentalmente en el siglo XIX. La forma que adquieren es más simple, menos voluminosa, con un cierto acento vertical manteniendo las dos constantes más identificativas del caserío vasco, la planta rectangular y el caballete perpendicular.

Una quinta familia, no tan extendida como las anteriores, se correspondería con un modelo más universal, como es el cuerpo cúbico con mayor profundidad que frente. Esta tipología ocupa preferentemente las zonas más altas de la Tierra ayalesa y zonas limítrofes burgalesas.

La distribución del espacio dentro del caserío en las familias arquitectónicas descritas puede considerarse muy similar con las salvedades correspondientes. En altura organiza tres niveles, plantas baja, primera y desván. En la planta baja, el espacio anterior o primer corredor lo ocupa el soportal o zaguán en cada caso llevando a los flancos determinadas dependencias auxiliares, en ocasiones a la cocina y dormitorios (principalmente en los ejemplares menos evolucionados). El resto, las dos terceras partes, se destina a cuadra. La primera planta recoge las dependencias propias de habitación humana instalándose sobre el corredor delantero de la planta baja. El pajar, atrás, encima de la cuadra. El desván se emplea como almacén y secadero. El soportal en su rica variedad de formas y extensión posee una doble funcionalidad, la social o de representatividad por ser el ámbito de recibimiento al visitante y de asueto a sus moradores, y de espacio de trabajo por desplegarse allí distintas tareas labriegas.

Esta comarca se sitúa al norte de Álava en las estribaciones meridionales del Monte Gorbea. Desde el punto de vista paisajístico comprende dos unidades de relieve, una más montuosa al pie de la cadena montañosa, y una segunda más tendida configurando pequeños corredores o valles. El hábitat predominante lo constituyen pequeñas aldeas con las distintas unidades labriegas aisladas unas de otras, rodeadas de terreno propio, y gozando de un conjunto de servicios públicos comunes. El clima es frío en invierno con una pluviometría destacada que ayuda a mantener el intenso verde de las praderas permanentes donde pasta el ganado y se obtiene el forraje que se almacena más tarde para suministro de todo el año. La rica variedad de especies frondosas, robles, hayas quejigal, etc, determinan junto con la ganadería una economía basada en la explotación ganadera y forestal. En menor medida y extensión, la agricultura también ha estado presente en la economía de la zona, fundamentalmente en las zonas más tendidas y resguardadas. Actualmente, es el sector ganadero el que ocupa un destacado rol en los recursos económicos del vecindario rural.

La casa rural labriega de Estribaciones del Gorbea ha sabido dar respuesta en el transcurso de los tiempos en formas y sistemas constructivos a las necesidades de habitación de personas, de ganado, y almacén de forraje, fundamentalmente. La evolución tipológica se manifiesta en la progresiva especialización por uso y funciones.

Una primera tipología fija las mismas características manifestadas para el primer modelo arquitectónico de la Álava húmeda. Casas renacentistas construidas en piedra, muy cerradas, con el acceso en arco apuntado o en medio punto. A pesar de escasear ejemplares de este modelo arquitectónico, se muestran relativamente alterados pero manteniendo el acceso y algún otro vano que los identifica. En Abecia, Abornikano, Lukiano, Markina, Domaikia, Bitoriano, Apodaka, Etxabarri-Urtupiña se encuentran caseríos de esta familia.

Una segunda familia agrupa el tradicional modelo del caserío con fachada en hastial sin portalón. La rigurosidad climatólogica dominante en la comarca fuerza a prescindir del abierto y acogedor portalón sustituyéndolo por el zaguán o portal. También, las dimensiones de las ventanas son menores y la profusión de balcones es igualmente menor, reduciéndolo únicamente al desván. La casa es de piedra con aparejo de mampostería para el fondo de los muros reservando la sillería en la definición de los vanos y cadenas angulares.

La mayor o menor proyección de las vertientes del tejado determina dos subtipos con formas diferenciadas. Uno, se caracteriza por poseer una figura ancha con prolongación sustancial de las vertientes del tejado hacia los flancos, no sobrepasando en ocasiones la altura de tres metros respecto al suelo. La localización centrada o no del eje que contiene al gallur, la distribución ordenada o no de los vanos, la presencia de elementos arquitectónicos cultos, la ornamentación, etc, son parámetros que conducen a mostrar la rica diversidad tipológica localista además de ayudar a establecer en mayor medida una aproximación cronológica. Una singularidad arquitectónica del modelo presente en varios ejemplares la constituye la prolongación de la cabeza de uno de los muros laterales, o de los dos como sucede en un bello caserío de Gopegi.

La segunda variante esquematiza la figura vertical con una ordenación equilibrada de los huecos en retícula de tres por tres, enfatizando el eje de simetría. Resulta ser el modelo más estandarizado de la zona con variantes que surgen del uso de la piedra o madera en la definición de las ventanas, del modelo de balconada, rasante, volada o remetida, etc.

Las horquillas cronológicas manejadas para las dos variantes se establecen entre los siglos XVII y XVIII para la primera, y el siglo XIX para la segunda, con los consabidos solapamientos por la dilatación en el tiempo del primero o el avance del prototipo en el segundo.

Ambos subtipos se acompañan como unidades de explotación agropecuaria que son de otros cuerpos constructivos auxiliares o complementarios. Entre éstos, destaca la cabaña de planta rectangular, en dos niveles, fabricada en mampostería dejando el frente abierto. La disposición ortogonal de la cabaña con respecto a la vivienda es la más repetida organizando entre ellas la era o zona de trabajo.

Una tercera familia, menos extendida, rompe con el modelo estereotipado del caserío vasco, es común a otras muchas zonas, y dispone el caballete de la cubierta paralelo a la fachada principal.

La organización en altura muestra las tradicionales tres plantas, situando a la cocina en el piso principal, salvo en los caseríos más antiguos que se desarrollaba en la planta baja, centrada y sin chimenea. El uso por niveles repite lo manifestado para la Álava húmeda.

Ocupa el centro y Este de Álava, es una tierra llana, moteada por suaves colinas que conforman dos longitudinales corredores de este a oeste, bañados por los ríos Barrundia, Zirauntza y Zadorra. La Llanada es una buena tierra para la explotación agrícola y a la vez, zona de paso y contacto de pueblos y culturas a lo largo de su historia. Las condiciones climatológicas se enmarcan en el llamado clima cantábrico del interior, con precipitaciones menos severas que en la zonas alavesas Húmeda y Estribaciones del Gorbea, con inviernos rigurosos. Actualmente, la explotación agrícola está cediendo protagonismo al sector secundario y terciario.

Las dos grandes tipologías arquitectónicas de la habitación doméstica rural de la Llanada salpican los distintos pueblos instalados en los dos corredores. Una, se ajusta al patrón del caserío vasco fabricado de piedra con el caballete perpendicular a la fachada principal. Aquí, también, como sucede en Estribaciones del Gorbea se fomentan los subtipos allí reflejados. Los caseríos con acento renacentista que aún encontramos en la comarca muestran con orgullo las bellas portadas esquinadas resueltas en arcos apuntados o de medio punto, a pesar de haber sido ultrajados y debilitados los frontis con ampliaciones o nuevas aberturas de vanos. Los modelos de primera generación, cortos en desarrollo vertical -plantas baja y primera-, organizan en la planta baja las dependencias habitacionales, pudiendo extenderse al centro del piso superior. En la vivienda rural con tres plantas, la distribución sigue las pautas habituales, con la planta intermedia conteniendo a las piezas habitacionales, la superior como granero o secadero, y la inferior, habilitada para cuadras y dependencias auxiliares. Las escaleras de comunicación entre plantas se articulan en uno, dos y hasta tres tramos.

La segunda tipología se caracteriza por la planta rectangular o cuadrangular y el marcado desarrollo horizontal de la fachada con el caballete de la cubierta paralelo a ésta. El perfil apaisado de este modelo arquitectónico viene determinado por una altura de dos plantas, no muy elevadas, y un reducido desván bajo la cubierta. Esta articula vertientes desiguales, con mayor extensión la dirigida hacia las orientaciones climatológicas más adversas, al norte mayoritariamente. La portada en arco de medio punto también está presente en esta segunda familia.

Si tomamos como agentes clasificadores los materiales y los sistemas constructivos aplicados a los modelos anteriores podemos dividir cada una de éstos en dos nuevas grandes familias. Una, las casas construidas enteramente de piedra con aparejo de mampostería fundamentalmente y refuerzo de la sillería en la definición de vanos y cadenas angulares. La segunda, responden a edificios con mampostería para la planta inferior y entramado de madera y ladrillo para las superiores. Son las casas de esta segunda variante una de las señas de identidad del catálogo arquitectónico doméstico de la Llanada alavesa.

La influencia de modelos arquitectónicos procedentes de zonas limítrofes, del norte principalmente, también tienen representación en la Llanada, reproduciendo uno de los elementos arquitectónicos más identificadores del caserío vasco, el portalón, en ambas versiones, adintelado y en arco. En Ozaeta encontramos sendas modalidades.

Los entramados de madera y ladrillo que muestran las casas labriegas en los pisos superiores pueden presentarse a paño con la planta baja, opción más repetida, o en ligero adelanto o vuelo como lo enseña una bella casa en el sector alto y este de Narvaja. También es frecuente que la extensión del entramado doble la fachada para continuar por una de las fachadas laterales de modo parcial o total.

El uso de esta técnica constructiva con muros más ligeros posibilita la configuración de corridos soportales arquitrabados (la socarreña) donde ejercer distintas tareas labriegas al resguardo de las condiciones climáticas. Elburgo a través de una de sus unidades labriegas se convierte en auténtico paradigma de la doble dimensión, la tipológica por coincidir plenamente con el modelo de perfil apaisado, y del sistema o técnica constructiva repetido en la zona a través de la acertada combinación de la socarreña y del entramado. Todo ello se ve acentuado por las bellas columnas renacentistas que soportan la doble línea de vigas sobre las que encajan la viguería del forjado del piso. El atractivo de los entramados de madera y ladrillo de la Llanada se completa con el cromatismo aportado por los materiales usados, acentuándose aún más con el peculiar aparejo de las piezas cerámicas en espina de pez.

Uno de los factores que participan a la hora de ofrecer una primera aproximación cronológica de la casa doméstica rural de la Llanada y de su evolución reside en analizar la fachada principal por ser en ella donde quedan reflejadas en mayor medida las corrientes arquitectónicas y artísticas de los distintas épocas. Los siglos XVII, XVIII y primera mitad del siglo XIX, básicamente, contienen a la inmensa mayoría de las viviendas de catálogo doméstico de la zona, con un grupo adscritas al siglo XVI -identificadas por poseer accesos de medio punto-, y otro conjunto atribuibles en el intervalo de la centuria que se inicia a mediados del siglo XIX. La distribución, número, dimensiones, tamaño, tipo de recerco, etc, de los vanos en la fachada ayudan a determinar un periodo cronológico. La disposición de las piezas lígneas y los ensambles entre ellas de los entramados contribuyen así mismo a la datación. Las labores de carpintería y rejería son otros factores que ayudan a la datación. El cruce de toda la información que aportan los distintos ingredientes contemplados afinan sin duda unas fechas o límites más precisos.

Comarca de relieve accidentado, con numerosas cadenas montañosas configurando pequeños valles de elevada altitud media sobre los que se asientan los distintos núcleos poblacionales que aprovechan la escasa superficie tendida para el cultivo. La morfología que ofrecen los distintos pueblos de la comarca participa de modo influyente en las tipologías edificatorias que muestran. El encorsetado esquema urbano intramuros de las villas medievales montañesas constriñe a su vez a la vivienda doméstica que ocupa la estrecha parcela que da lugar a la llamada casa en alforja, tipología ésta integrada en las casas de villa o urbanas. La Montaña cuenta además con otros planos urbanos donde la trama callejera no es tan rígida, sin límites físicos, lo que determina una mayor libertad a la hora de elegir el modelo edificatorio que sin embargo seguirá los principios pragmáticos de economía y funcionalidad de las construcciones rurales. En las poblaciones donde el plano resulta ser más elemental, la casa labriega ensaya los dos grandes modelos de las casas fabricadas en piedra, de tres alturas, con el caballete de la cubierta bien perpendicular bien paralelo a la fachada. El edificio matriz se acompaña de otras construcciones complementarias, acomodadas de múltiples plantas y formas.

El modelo de casa en hastial es preferida en mayor medida por las unidades labriegas exentas, mientras que la solución apaisada u horizontal la desarrollan las casas coaligadas. También encontramos un tercer modelo, la casa de configuración cúbica con cubierta de faldones a tres o cuatro aguas. Esta tercera tipología de orígenes barrocos, plagio de los palacios y casas señoriales barrocas, goza de una mejor organización tanto externa como internamente.

Los dos primeros modelos hunden las raíces en el siglo XVI, preferentemente, con numerosos elementos arquitectónicos de acento gótico-renacentista repartidos por los muros como accesos resueltos en arco de medio punto y en menor medida ventanas geminadas. Los modelos de primera generación, hoy reducidos a meras construcciones auxiliares muchos de ellos, se caracterizan por ser cerrados, con muy pocos huecos repartidos aleatoriamente, un limitado desarrollo vertical más agudizado en los pueblos con mayor altitud como Onraita y Roítegui, etc. Las generaciones que suceden a ambos modelos tratan de organizar armónicamente los distintos elementos arquitectónicos, con aumento del número y dimensiones de las ventanas, distribución de éstas en ejes verticales cuyo número depende de la anchura de las fachadas. La ordenación en retícula de tres por tres es la más repetida, existiendo también fachadas con dos, cuatro y hasta cinco ejes. La concatenación vertical entre los sillares que definen los vanos ayudan a remarcar las alineaciones.

En la comarca también está presente la solución del entramado de madera para el cerramiento de las plantas superiores de las casas levantadas preferentemente en el siglo XVII.

La distribución de las tres plantas en que organizan la mayor parte de las casas rurales de la Montaña sigue las mismas pautas que en otras zonas de Álava, con la planta baja para cuadras y otras dependencias auxiliares; la planta intermedia para la vivienda en su primera crujía ocupando el resto el pajar; el desván para almacén de granos y secadero.

Comarca constituida por diferentes valles independientes entre si bañados por los ríos Omecillo-Tumecillo, Bayas, Zadorra, Ayuda, e Inglares, todos ellos deudores del Ebro que marca la frontera sur de aquélla. El evidente aislamiento en que se encuentran algunos de los valles, la relación con zonas limítrofes de otros, la climatología y la diversidad en la explotación de productos agrarios son entre otros factores los agentes provocadores de ciertas particularidades a la hora de estructurar las respectivas casas domésticas rurales.

Las tipologías de la casa doméstica de los distintos valles muestran los tres tipos básicos más repetidos en territorio alavés, plantas rectangulares con fachadas resueltas bien en hastial (caballete perpendicular) bien en fachada apaisada (caballete paralelo), y planta cuadrangular con fachada organizada en retícula de tres por tres. Las situaciones exentas, asociadas, en cabeza de una alineación, la ordenación o espontaneidad de vanos, formas, dimensiones y materiales en la definición de éstos, técnicas y materiales constructivos usados son componentes que aumentan a crear variantes tipológicas que podrían alcanzar tantas como edificios por el acento peculiar presentado por ellas. Son frecuentes las casa domésticas que conservan accesos resueltos en arcos de medio punto dominados por la ventana en eje que conduce a momentos cronológicos del siglo XVI y primeras décadas del siglo siguiente.

El valle de Kuartango configura un ancho valle encajonado entre sierras y recorrido por dos ríos, el Bayas, que lo atraviesa de norte a sur y el Vadillo, afluente del Bayas que discurre de oeste a este. La principal característica de la casa doméstica cuartanguesa es la imponente robustez que transmite a través de las gigantescas piezas de sillería que definen las dovelas de los arcos de las portadas y de las ventanas. Formalmente el sistema monovolumen de la casa matriz encaja con la propia del caserío vasco en zonas con una climatología severa. En menor proporción se encuentra el modelo de fachada horizontal o apaisada de caballete paralelo también con fuertes sillares en las definiciones de los accesos de medio punto y ventanas. Como sucede en las células labriegas en general, aquí también prima más el área económica: cuadras, pajar, etc, que la residencial que se ubica en la parte delantera.

Valdegovía es otro valle que reúne unas determinadas peculiaridades arquitectónicas nacidas de la aplicación sabia y funcional del elemento arquitectónico del balcón interior o remetido (la solana) situado en la planta superior de la casa. Combinando factores dependientes de este componente arquitectónico como la ubicación, el formato y dimensiones se crea un rico y amplio catálogo de especimenes. Las fachadas principales son su localización preferente, teniendo mucha menor difusión por los alzados laterales.

La adaptación del componente en las casas con el caballete perpendicular provoca una rotura del hastial originando un falso faldón más o menos extenso que en la versión más dilatada llega a ocupar la crujía central.

La tipología de la casa doméstica de fachadas apaisadas participa en mayor grado de la presencia del balcón interior o solana. Las versiones registradas también aportan curiosas singularidades: solanas semiemboscadas bajo los aleros; fraccionando la línea del alero a fin de suministrar una mayor altura al espacio creado y en segundo término realzar el eje central que contiene a los vanos más nobles; dobles registros corridos en viviendas medianiles de gran plasticidad; sustitución en los ejemplares más ilustres de la solana arquitrabada por galería de vanos de arcos de medio punto; etc.

El resto de los valles también gozan de estas solanas en las distintas versiones. Las casas de los pueblos próximos a la margen de río Ebro presentan como novedad en el interior de numerosas casas la conservación de las viejas bodegas semienterradas fuera de uso actual pero que recuerdan una de las actividades del sistema tradicional de producción como el cultivo de la viña.

Comarca con una entidad natural claramente diferenciada extendida entre dos límites muy singulares que imprimen una acusada personalidad a sus paisajes. Al norte, las imponentes masas calizas de las sierras de Toloño y Cantabria, al sur, el río Ebro, en medio una sucesión de altiplanicies inclinadas y separadas por profundos barrancas.

Los recursos económicos tradicionales se han basado en una economía eminente labriega con el cultivo típico mediterráneo de la viña, olivo y cereal. El clima es mediterráneo del interior, con veranos secos, inviernos suaves y bajas precipitaciones. El hábitat es del tipo concentrado con núcleos de pequeño y mediano tamaño con tramas compactas.

La encorsetada estructura urbana que muestran los planos de los pueblos riojanos alaveses, el cultivo minifundista y específico de la vid y el olivo que no necesitan de grandes superficies para almacenaje no deja opción para levantar edificios al estilo de las aldeas alavesas. Los modelos arquitectónicos de las casas labriegas o populares se adaptan a la estricta red parcelaria mostrando los sistemas, técnicas y materiales constructivos más sencillos sin apenas experimentar modificaciones hasta finales del siglo XVIII y principios del XIX cuando hay una gran inquietud por construir y reformar estructuras antiguas. Accesos rectos de piedra o de madera se multiplican en este modelo popular. Uno de los elementos arquitectónicos más abundantes son las solanas abiertas al mediodía en arco o arquitrabadas sobre pies derechos de madera: Lanciego, Elvillar, Navaridas, Oyón, Salinillas de Buradón entre otros ofrecen una rica variedad. Además de su función residencial, cumple una función económica, quizá secundaria, secadero de productos agrícolas y de la colada doméstica.

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