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Álava-Araba. Urbanismo

El palacio como tipología de edificación residencial tiene sus antecedentes en la torre medieval. Su construcción coincide en una época en que la arquitectura adquiere un rol destacado diseñando nuevas tipologías en la búsqueda de una racionalidad que plantee procesos de sistematización y clasificación formal independiente. El palacio es una aportación renacentista con influencia tanto en el cambio tipológico como en la forma urbana de las ciudades.

Son las residencias de los Parientes Mayores alaveses, Guevaras y Ayalas, las primeras edificaciones alavesas a las que se ha asignado el calificativo de palacio por poseer determinadas dependencias habitacionales en pabellones fuera de las enhiestas torres. El adjetivo "fuerte" acompaña al sustantivo manifestando de esa manera la doble función escenificada, predominando, sin duda, el carácter castrense del conjunto. Sendos conjuntos repiten el mismo modelo, con planta cuadrangular cerrada por gruesos muros y torres en los ángulos, pabellones uniendo a éstas y patio en el centro. Estrictamente, ambos ejemplos, deben interpretarse e incluirse en el catálogo de conjuntos castrenses, con cierta influencia formal en las residencias de elite en siglos posteriores.

Una muestra precursora del palacio residencial del siglo XVI lo encontramos en la llamada "Casa del Cordón" en Vitoria construida en 1492 por el rico mercader, Juan Sánchez de Bilbao, edificando un palacio en torno a una torre medieval. Ésta, retirada al interior, es reemplazada por un nuevo cuerpo constructivo con la fachada más abierta y adornada, sin elementos de fuerza, representativa de la burguesía enriquecida, con mayor carácter civil y acogedora de las novedosas corrientes culturales. La fachada original se conserva en su planta baja con el evidente lenguaje gótico usado en el remate de los vanos y en la decoración. El sistema aquí empleado de rodear el erguido cuerpo de la torre con un edificio eminentemente residencial se reproduce más tarde en distintos ámbitos territoriales de Álava.

A principios del siglo XVI, se percibe un gran dinamismo en todos los ordenes -económico, social, político, artístico y cultural- que desembocan en cambios trascendentales. Como motores de esta transformación enumeramos, la aparición de un comercio internacional con el descubrimiento de América, las medidas pacificadoras impuestas por los Reyes Católicos, y el nacimiento de una burguesía cuyas señas de identidad están asociadas al comercio, al servicio de un Estado cada vez más poderoso y a ciertas profesiones liberales. En esta coyuntura el criterio de ubicación social muda valorándose el mérito personal frente a la sangre.

Estos cambios provocan una euforia constructiva con una redefinición de la arquitectura residencial más cultivada. La torre como modelo referencial de la arquitectura residencial culta da paso gradualmente al palacio, modelo edificatorio que prescinde de atributos arquitectónicos del pasado por nuevos conceptos y elementos edificatorios que en su ejecución se sirven de maestros y oficiales más profesionales y con mejor formación.

Los primeros movimientos en territorio alavés y zonas limítrofes se debaten entre continuar con la compacta inercia volumétrica de la torre, introduciendo importantes modificaciones estructurales, o la aceptación de modelos ensayados en otras áreas peninsulares o italianas que aminoran la pesada masa del edificio mediante pórticos, corredores, galerías o patios.

Palacios en medio rural

Un primer modelo de casa residencial de calidad con rango de palacio rompiendo la enhiesta rigidez de la torre responde a una construcción compacta con perfil achatado que mantiene las escaleras exteriores o patín como elemento de comunicación entre las dos primeras plantas; posee planta cuadrangular; aligeramiento en el grosor de los muros con relación a las torres; tres alturas organizadas por niveles que asigna a la planta baja el uso agropecuario y al primer piso la función residencial. La portada de la planta baja se presenta desplazada del eje de la fachada y resuelta en arco, mientras que la del piso muestra la doble solución, en arco y adintelada. Los vanos en la planta baja no existen o se reducen simbólicamente a simples aspilleras. El número de vanos abiertos en la planta noble siguen un reparto empírico sin ningún orden ni simetría en función de la realidad de la que es deudora. Predomina el formato cuadrangular en las ventanas en repetidas ocasiones acompañadas con una decoración que combina estilos góticos tardíos, reyes católicos y renacentistas. La comarca cantábrica alavesa resulta ser la más proclive a percibir este modelo de palacio rural, también clasificada como casa fuerte, con mutilaciones y notables intervenciones que desvirtúan sin duda la imagen original. Ureta en Llanteno, Zudubiarte y La Cuadra en Okondo son ejemplares de este modelo de palacio compacto simple.

El acento renacentista-clasicista va impregnando los edificios residenciales de las élites rurales alavesas. El intento por la escenificación social conduce progresivamente a organizar el exento y apaisado edificio más racionalmente, designando a la fachada principal como primer ensayo. Estos primeros ensayos los podemos apreciar en mayor o menor medida en los palacios de Gauna, Oreitia (Guevara -Lazárraga), Jócano y Espejo.

Zalduondo a través del llamado "palacio" -actual museo etnográfico comarcal- proclama su acento renacentista a través de dos elementos arquitectónicos: la espléndida portada de la fachada principal, y la galería corrida articulada en cuatro espacios intercolumnales adintelados con columnas jónicas de fustes acanalados rematadas por zapatas de madera avolutadas, y murete ciego de sillería por antepecho.

Palacios urbanos

Los palacios más representativos del siglo XVI se encuentran en Vitoria, y responden a planteamientos innovadores, aceptando unos modelos foráneos deudores de formación y conocimientos más cualificados que poco tienen que ver con los hasta entonces experimentados. En los tres palacios, Villasuso, Bendaña y Escoriaza-Esquibel el concepto renacentista de aliviar el carácter compacto de las construcciones residenciales de índole medieval es aplicado con soluciones de gran impacto visual como galerías, pórticos y patios. Los tres fueron son erigidos por la nueva oligarquía de personajes con profesiones liberales o representativas de un expansivo Estado, en continuo contacto con las corrientes culturales y estilísticas más avanzadas de la época, acentuando su privilegiado rango social y diferenciándose de la oligarquía tradicional reacia a modificar el acervo heredado. Villasuso condicionado por la situación fronteriza que ocupa en la ciudad no consigue plasmar en toda su expresión el sistema compositivo del palacio florentino en que se inspira. Articula un potente edificio de cuatro plantas, sin tensión vertical, rematándose por la bella galería arquitrabada con columnas. Bendaña como Escoriza-Esquibel organizan edificios con patio que condiciona radicalmente la estructura y distribución del palacio. El primero se comporta con una doble condición estilística, al exterior conserva la personalidad heredada con acento gótico tardío transmitido por el alfiz de bolas que ciñe a la portada apuntada orlada por cordón franciscano y dos escudos a sus flancos. La condición renacentista se encuentra en el interior a través del patio del que se conservan dos lados organizados en tres alturas con arcos rebajados, columnas lisas y capiteles de bolas. Una reforma y ampliación llevada cuarenta años más tarde a la erección del primer módulo incorpora un tramo al patio con dos alturas, con columnas acanaladas y capiteles corintios y compuestos, la caja de escaleras y el garitón esquinero del volumen incorporado.

En el palacio de Escoriaza-Esquibel, mandado construir por Fernán López de Escoriaza, médico de Catalina de Aragón en Inglaterra y de Carlos V en sus viajes por Europa, se revela el acento renacentista en todo su esplendor. El edificio se concibe como un organismo arquitectónico unitario, equilibrado en las formas y dimensiones. Los dos elementos arquitectónicos definidores del acento renaciente que posee se exhiben uno al exterior y el segundo en el interior. El primero corresponde a la magnífica portada plateresca orientada hacia el norte y abierta a una plazoleta. La portada parlante organiza su programa escultórico e iconográfico con acento humanístico a tres bloques que en alzado alcanza la potente cornisa moldurada y decorada de grandes eslabones que remataba los dos niveles de plantas de que constaba el edificio original. En el centro del edificio se desarrolla el patio como auténtico distribuidor de espacios con la escalera en tres tramos en escuadra. La armonía que suministran los patios renacentistas queda parcialmente sesgada por la proximidad del palacio a la muralla impidiendo el vaciado de la cara lindera con ésta, abriéndose en las otras tres alas en una doble arquería superpuesta con arcos de medio punto en la inferior y rebajados en la superior. Las enjutas se adornan con medallones en cuyo interior se esculpen rostros masculinos barbudos.

La complejidad estructural que exige el desarrollo de un patio interior en los edificios residenciales, la falta de formación de los artífices locales más acostumbrados con la construcción empírica, el espíritu conservador de los promotores fueron algunas de las razones por las que no tuvo seguimiento este nuevo modelo residencial. Sin embargo, la solución de apertura de galerías en alguna de las fachadas por ser técnicamente menos exigente y continuar con la secular manera de construir los edificios residenciales se repite con mayor asiduidad por territorio alavés.

Un segundo modelo urbano contempla únicamente cambios al exterior -la fachada- permaneciendo inalterable el interior. La fachada se desarrolla en un único plano, desaparece el vuelo de las plantas superiores junto con los espolones, la sillería se extiende por toda ella que remata en cornisa moldurada, el acceso se remata en arco de medio punto ocupando generalmente posiciones lateralizadas, el reparto de los vanos que crece en número no es del todo ordenada, el escudo muda de las claves a puntos del frente más vistosos. Quizá, la característica identificadora de esta tipología es la incertidumbre en la clasificación de las alturas permaneciendo la entreplanta. Estos primeros palacios en los cascos urbanos más estrictos ocupan posiciones en medianería o en cabeza de manzana. Salvatierra con las Casas Bustamante y Zuazo-Lazárraga y Laguardia con las casas de los Paternina-Samaniego y nº 15 de la Calle Santa Engracia son algunos ejemplos de este modelo. Localidades riojanas como Leza y Villabuena de Álava donde el urbanismo no es tan rígido los palacios se alzan exentos ganando potencia visual. El ejemplar de Leza desarrolla volumen cúbico ordenando en un mismo eje vertical la portada y el escudo. Un amplio y espléndido vano con acento estilístico Reyes Católicos preside el piso principal. El palacio del marqués de la Solana en Villabuena aplica más decididamente los atributos renacentistas, prescindiendo de la entreplanta delimitando claramente la división por alturas, traslada la portada al centro que se adorna con casetones en la rosca y jambas, la ordenación de los vanos en ejes es más regularizada e introduce el ingreso auxiliar o accesorio bien retirado en otra fachada o en pabellón complementario.

Interiormente, el zaguán queda constreñido en los ejemplares con un parcelario estricto, mientras que en los ejemplares de Leza y Villabuena poseen mayor desarrollo con intentos de escaleras más anchas y articuladas en tramos. El solado de estos portales muestran bellas composiciones geométricas a base da cantos rodados.

Este siglo concentra en número y tipología el corpus de palacios urbanos y rurales más notable del Territorio Histórico de Álava. Este rico y vasto patrimonio arquitectónico privado refleja con toda claridad el gusto de sus propietarios por mantener, innovar y crear morfologías con distintos acentos estilísticos provocando dificultad por establecer una clasificación de los mismos. Compleja resulta ofrecer una clara división entre los edificios que la historiografía, en general y la alavesa en particular, califica de palacios y casas señoriales por entremezclarse connotaciones de índole distinta -social, económica, estilística, monumentalidad, materiales ...- que dependiendo del énfasis que carguemos sobre uno u otro atributo la clasificación se altera. Elegimos como factores preferentes en la ordenación, el urbanismo del núcleo sobre el que se erige, en primer lugar, y la morfología del edificio residencial, sin que ello signifique que en ocasiones sea otro agente el dominante, en segundo término.

La influencia del estilo herreriano, austero y esquemático, es la más difundida entre los diferentes palacios, proporcionando uniformidad compositiva. Los cambios en estos edificios residenciales cultos afecta exteriormente además de a la fachada principal a las laterales y en menor grado a la trasera que sigue siendo muy cerrada; e interiormente, el orden en la distribución de las dependencias resulta más orgánico con la escalera de tres tramos como el elemento esencial que además de su rol comunicador proporciona aireación y luminosidad al interior.

Palacios en medio rural

Un primer modelo hunde sus orígenes en la torre medieval que tuvo antecedente urbano con la vitoriana Casa del Cordón. Se caracterizan por sumar al vertical cuerpo la torre medieval un nuevo volumen con desarrollo horizontal aminorando o quizá equilibrando la tensión vertical de dominio y poder por otra más pacífica y social. El abrazo o vinculación del nuevo organismo arquitectónico con el troncal agota las cuatro posibilidades posibles, teniendo en el ejemplar de Salinillas de Buradón la contingencia más límite dejando la torre dentro del palacio. El conjunto de la localidad ayalesa de Murga apura el contorno a tres lados por encontrase el cuarto colgado sobre el río. Los conjuntos de Zubiete en Llanteno, el de Maturana y "el Bolo" en Larrea son otros ejemplares de esta tipología.

Los palacios de Salinillas y Murga dentro de un mismo acento barroco clasicista presentan soluciones distintas. El primero mantiene el aspecto sólido mientras que Murga aligera la pesadez volumétrica a través de la espléndida porticada en dos tramos ortogonales de la planta baja. El empleo de ladrillo macizo en la planta superior con el hierro de los balcones y los escudos ofrece bellos juegos cromáticos al conjunto. El palacio del Conde de Salinas en Salinillas armoniza las reglas clasicistas en la ordenación, ejecución y ornamentación de los vanos; con el empleo de mampuestos de tamaño grande y de la sillería en esquinales y delimitación de huecos, y el despegamiento del suelo mediante el estereobato o basamento.

Una segunda tipología nace de la ordenación de la fachada en tres crujías. Las singularidades que presentan los palacios adscritos a este grupo originan subtipos con características más ajustadas y determinantes. La ausencia de límites en la parcela a construir provoca la situación exenta de ellos, buscando la organización por volúmenes y proporciones. Tres son las variantes registradas.

Un primer subtipo lo constituyen los edificios con las crujías extremas adelantadas y rematadas en torres que saltan la horizontalidad del cuerpo central. Los ejemplos más interesantes están presentes en dos pueblos del entorno de Vitoria-Gasteiz, como son Zurbano con dos muestras y Gamarra Mayor. El reparto de las anchuras de las crujías es más proporcionado en dos de ellos mientras que en el tercero, el correspondiente al linaje de los Zurbano, con un mayor desarrollo la central intenta focalizar en ella la atención visual. La ponderación en anchuras en los otros dos casos potencia los cuerpos emergentes. En los tres casos los vanos se organizan en 1-3-1 ejes.

Un segundo subtipo, regulariza las crujías por alturas prescindiendo de las torres laterales, eliminando así el espíritu castrense del edificio residencial, asignando al cuerpo central fabricado de sillería y con mayor anchura, la representatividad del edificio que organiza los vanos en una retícula de tres por tres. El palacio de los Samaniego en Maestu es un claro ejemplo de ello, que además hace uso de la doctrina de aligerar el macizo volumen mediante una corrida galería lateral en el piso alto.

Un tercer subtipo lo ostenta el palacio de Guinea -Ocejudo en Amurrio. Aquí, se invierte la ordenación vertical de las crujías, jerarquizando a la central sobre las laterales que constan de una planta menos y menor anchura, encontrándose sin embargo en un mismo plano. La gran potencia visual y el aligeramiento del conglomerado cuerpo arquitectónico se consigue a través de la corrida porticada del frente con seis arcos rebajados, cuatro en el centro y uno por cada cabo. El doble empleo en el cerramiento, sillería en flancos y planta baja de la central, y aparejo de ladrillo macizo en los dos pisos altos de esta última transmiten un sugerente juego policromático. Si estilísticamente se nota un decidido avance en la composición y en el uso de los nuevos elementos arquitectónicos -pilastras, columnas, ornamentación,...- comprobamos que aún mantiene simbólicamente atributos del pasado por la presencia de los torreoncillos que intervienen en la división de las crujías.

Un tercer grupo tipológico lo constituyen los palacios de perfil apaisado con un desarrollo en planta bien cuadrangular bien ligeramente rectangular. Un cuarto, se caracteriza por el perfil cúbico del cuerpo arquitectónico. Ambos modelos aglutinan la inmensa mayoría de los palacios y casas señoriales alavesas de ámbito rural, encontrándose exentos en origen. La aplicación del principio de aligeramiento de masa en los organismos arquitectónicos unido a la localización de la reducción; la mayor o menor definición e identificación de los atributos barrocos; el uso de materiales y sus aparejos; etc; generan al combinar tales factores un incremento en la taxonomía tipológica. Álava a través de sus pueblos está magníficamente representada de estos modelos. Para una mejor comprensión trataremos de reducirlos en amplios subgrupos.

La simetría de la fachada principal junto con una serie de constantes arquitectónicas de acento estilístico se repiten en los grupos tercero y cuarto. Entre las invariables se encuentran: el empleo de una estructura portante de muros de carga combinada con un sistema de postes y vigas de madera; la presencia de impostas en la división por pisos; la ordenación de los vanos en retícula con molduras en oreja y la aproximación en la igualdad de dimensiones de las ventanas de las dos primeras plantas; el uso del aparejo de mampostería para el fondo del muro, reservando la sillería para cadenas angulares y definición de vanos; la presencia de la cornisa en el remate del frontispicio dando apeo al corrido registro de canes de madera portadores de magníficos trabajos de talla extensible éstos trabajos a las puertas; el dominio del eje central; la proliferación de balcones volados, fundamentalmente, en la doble versión del suelo, pétreo o en pletina de hierro; los espléndidos trabajos de forja en el uso de la herrería de rejas, balcones, bocallaves, llamadores, bisagras, clavos; la proliferación de escudos con una amplia gama de motivos ornamentales.

A un primer subgrupo se vinculan las edificaciones que aplican el aligeramiento de masa en la planta baja, bien ocupando parcial o totalmente la anchura de la fachada principal, bien con la porticada arqueada o arquitrabada. Los palacios Larraco en Lezama, Larrea en Argómaniz, Landázuri en Junguitu, Salazar en Manzanos son ejemplos de esta variante.

Un segundo subgrupo alivia el pesado cuerpo edificatorio abriendo galerías en la planta principal usando la doble solución en los remates, arco o dintel. La casa Otazu en Zurbano es paradigma del grupo, desarrollando en la fachada lateral al sur un magnífica galería de cuatro arcos carpaneles sobre columnas toscanas.

El palacio Fernández de Viana en Apellániz es un espécimen influenciado por los modelos abigarrados de periodos pasados, con una simetría, reparto y ordenación de vanos no conseguida en su máxima expresión. Sin embargo, es atrevido en la aplicación de los novedosos atributos clasicistas como el frontón en la resolución formal y decorativa de vanos, imposta separadora de plantas.

Una variable repetitiva en los palacios y casas señoriales de la Llanada alavesa es la presencia y uso del sistema constructivo de la doble fábrica, con aparejo de mampostería en el fondo de los muros de la planta baja y sillería en esquinales y definición de vanos, y atavío de ladrillo macizo con gruesa calle de mortero entre hiladas en las superiores.

La comarca de Ayala presenta una variante propia al corpus de los palacios barrocos alaveses al sumarse al volumen cúbico o paralelepípedo un nuevo cuerpo de menor tamaño, en una de las caras secundarias, laterales o trasera. La creación de este segundo volumen responde a planteamientos funcionales y de uso, retirando del cuerpo residencial noble las dependencias subalternas. Posee una planta menos y le caracteriza el poseer acceso independiente al primer piso mediante un patín o escalera exterior.

Palacios urbanos

Las restricciones de espacio disponible en los centros urbanos que mantienen el sistema parcelario medieval con restringida anchura de fachada supone una manifiesta rémora en el acomodo de las novedosas formas edificatorias demandadoras de un reparto más centrado y equilibrado que elimine la tensión axial característica de los edificios residenciales medievales.

La puesta en práctica de este principio junto a la búsqueda por gozar también de potencia visual que difunda la privilegia posición que ostenta (social, económica, política, etc.) conduce bien a la adquisición de dos, tres o más parcelas bien a situarse en cabeza de manzana.

Los planteamientos renacentistas por construir edificios residenciales nobles con patio interior, únicamente se practicó en el palacio Samaniego de Laguardia, decidiéndose en el resto de las ocasiones por la modalidad de palacio aglomerado con perfiles apaisado o cúbico, condicionados por la situación que ocupen dentro del tejido urbano, bien exentos, en cabeza de manzana, o en medianería.

El corsé parcelario que domina la trama de los núcleos urbanos restringe la multiplicidad de variantes morfológicas que se encuentran en el medio rural. Los pueblos de la Rioja alavesa, teniendo un ordenado tejido urbano en mayor o menor medida, gozan de mayor independencia parcelaria que núcleos como Vitoria, Salvatierra y Laguardia con mayor rigidez urbanística, lo que deriva en una ventaja de los primeros en la disciplina del diseño formal y potencia visual, no así en la adaptación y aplicación de los elementos arquitectónicos. En dos grandes y principales grupos reunimos el extenso catálogo de las edificaciones residenciales cultas.

Un primer modelo lo constituyen las edificaciones que manteniendo determinadas estructuras formales de siglos anteriores combinan abiertamente los modelos estilísticos activos del siglo XVII. La permanencia de la entreplanta, la opacidad de la planta baja, un cierto desorden en la organización de los vanos y acceso lateralizado, el uso de la sillería en toda la extensión de la fachada son características heredados de modelos pasados. Las Casas de Begoña y de Azcárraga en Salvatierra son buena muestra de ello. El avance en el pensamiento clasicista por la centralidad equilibrando tensiones dimensionales y por la presentación de determinados elementos arquitectónicos establecen una división en aquéllas, dominando los rasgos renacentistas en la primera, y barrocos en la segunda. Ambas introducen el balcón esquinero, solución arquitectónica peregrina que se repite en muy raras ocasiones en Álava.

Otro grupo lo forman los palacios y casas señoriales vitorianas desde sus emplazamientos exentos o en cabecera de manzana que participan de las pautas del clasicismo, con una uniformidad compositiva más lograda, sin encomiendas arcaicas, mostrando conjuntos más homogéneos que en la medida que apliquen y combinen los distintos elementos arquitectónicos, materiales, técnicas constructivas, ornamentación, etc, surgen nuevos subtipos.

Rioja alavesa reproduce el modelo de palacio aglomerado con significado especial en las pilastras angulares (con una rica y variada ornamentación) manifestando la autonomía y liberación del sistema de medianería característica del periodo medieval. Los palacios de la Marquesa de Armendáriz de Lanciego y el de Salazar-Quintano en Labastida son dos espléndidas muestras de ello.

La escalera interior como elemento comunicador entre plantas sustituye al patio proporcionando iluminación, y una distribución y circulación entre espacios más orgánica. La escalera barroca articulada de tres tramos se remata en las casas más suntuosas con una cúpula que a su vez se corona por una linterna. En ocasiones, como sucede en el palacio de los Condes de Bureta de Oyón, la caja de escaleras destaca en altura por la linterna cuadrangular de ladrillo, organizando dos registros, el primero para vanos adintelados y el segundo para arcos de medio punto.

El palacio del Indiano en Villabuena de Alava adquiere la tipología de palacio torreado, aquí adosado. El torreón en situación preferente y esquinado articula una bella composición vertical con una portada en arco de medio punto flanqueado por pilastras sobre plintos y entablamento para frontón, que le monta un balcón en la planta intermedia, y rematando todo se abre una logia de doble arco de medio punto, en consonancia con el principio renacentista de aligerar masa de los cerrados organismos arquitectónicos.

La producción palaciega alavesa experimenta en general un notabilísimo retroceso durante los siglos XIX y XX, siendo la iniciativa privada la más perjudicada que recurre a reformas parciales o a la incorporación de nuevos pabellones adosados. Se advierte muy sutilmente el relevo en la iniciativa productiva de la privada a la pública, ensayada esta última circunstancialmente en épocas pasadas con el modelo palaciego de la casa consistorial. Elciego y Labastida con los ayuntamientos erigidos en los siglos XVII y XVIII, respectivamente, son dos muestras de ello que tienen en el palacio de la Provincia, sede de la Diputación Foral de Álava, obra del arquitecto Martín Saracibar, la replica neoclásica. El esquema compositivo vuelve a repetir la organización en tres planos con los extremos en esta ocasión más adelantados y todo ello levantado sobre el acentuado estereobato que se acompaña de la escalinata.

El palacio de los Álava-Esquivel con orígenes en los siglos XV-XVI experimenta en el siglo XIX una doble intervención: una reformadora con la implantación de dos torreones en los extremos de la fachada trasera abierta a una plazuela; y una segunda, de nueva planta, con el pabellón en ángulo recto y articulando una doble arquería superpuesta, también dirigida a la plazuela. El palacio Montehermoso de Vitoria con orígenes en el siglo XVI, experimenta notables reformas en siglos posteriores culminándolas en el siglo XIX, con patio central y con traslado de la fachada principal, abandonando la original articulada en tres planos con torres en los extremos, por la nueva de evidente acento neogótico.

En las primeras décadas del siglo XX van surgiendo una serie de grandes mansiones urbanas que sustituyen a los denominados palacios. Estas mansiones siguen los parámetros de los programas estilísticos, historicistas y regionalistas, fundamentalmente. Los llamados palacios Augusti de Vitoria y Marqués de Foronda en Foronda son buenas muestras de estas mansiones.

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