Léxico

ARISTOCRACIA

Alava. Aquí la estructura y composición de la aristocracia son semejantes a Nav. A diferencia de Vizc. y Guip., donde la prueba de hidalguía estaba ligada al solar -a la casa matriz del apellido propio de un determinado linaje-, en Alava la hidalguía y nobleza están sujetas a la prueba de hidalguía de sangre. En la estructura social de la Alava medieval se distinguen los siguientes estratos: a) Señores. b) Vasallos hijosdalgos. c) Labradores libres. d) Siervos collazos o mezquinos. Dice Marichalar que «desde la mayor antigüedad se distingue el señorío particular con su obligado cortejo de labradores, siervos collazos y siervos abrazgos, o sea de abadengo, de abbas y ager. Estas tres clases de vasallos, más o menos sujetas al señorío, aparecen ya como existentes de antiguo en documentos oficiales de D. Alfonso el Sabio. En la escritura de convenio de 18 de agosto de 1258 dice el rey: el los collazos que compraremos o ganaremos o obieremos otrosí, que los hayamos a aquel fuero que vos los fijosdalgo avedes los vuestros». Como posibles causas de este hecho cabe pensar en una estratificación antigua de la sociedad, fundada en el mantenimiento de la infraestructura económica del modo de producción romano, basado en el «fundus» agrícola explotado por esclavos. La persistencia de esta unidad de producción básica durante los años caóticos que siguieron a la caída del Imperio, mantiene la continuidad de la estructura social en lo fundamental, es decir, en la existencia de dos polos sociales antagónicos y complementarios: los señores propietarios de la tierra y la fuerza de trabajo humana encargada de explotarla. La destrucción de las villas alavesas, principales consumidoras del producto de los «fundus», la deteriorización de las comunicaciones y la consiguiente perturbación de los circuitos de distribución del producto, debieron afectar intensamente la propia continuidad y existencia de la unidad de producción básica. Sin embargo, es de suponer que ésta subsistió en forma de comunidad aldeana formada por labradores libres. La reestructuración social citada, con los dos polos sociales antedichos, nos es desconocida en sus detalles. Cabe suponer que las mismas causas que Maurer cita para la Galia, en cuanto a la transformación de las comunidades aldeanas en señoríos y al paso de cierto número de hombres libres a la condición de siervos collazos, hayan operado en el caso alavés. En todo caso es, o parece, evidente que el mantenimiento de la unidad de producción básica y el período de guerra e inseguridad extremas padecidas entre los ss. IV al IX, con la subsiguiente prepotencia de la casta señorial-militar y el progresivo empobrecimiento y endeudamiento de los campesinos, no pudieron ser ajenas al cambio efectuado. El mismo Marichalar afirma la existencia, anterior a la incorporación a Castilla, del Señorío de la Cofradía de Arnaga, citando el famoso párrafo de la crónica de Alfonso III (883), «Alava namque Bizcai, Aiaona et Urdunia..., etcétera», como demostrativo de una tierra de Alava organizada bajo la forma señorial desde tiempos lejanos. La unión a Nav. debió aumentar la fijeza de la estructura social, si bien el paso definitivo de la formación de la clase aristocrática alavesa lo constituye la definitiva anexión a Castilla en 1332, sobre todo por la desaparición de la Cofradía de Arriaga. Esta Cofradía constituía el último reducto democrático donde parte de las capas populares podía hacer oír su voz, donde se reunían para deliberar, además de los labradores, «los hijosdalgos, ricos-hombres-infanzones, caballeros y escuderos, obispo de Calahorra, su arcediano y clérigos de la misma provincia..., también las dueñas y señoras alavesas eran de esta Cofradía» (Landazuri). La sustitución por la Cofradía de Caballeros de Elorriaga, que tuvo vida efímera, marca el comienzo de la separación entre la nobleza alavesa y el resto del cuerpo social. El poder de la nobleza era considerable: solamente las Casas de Hijar, Oñate e Infantado poseían 3/4 partes de la provincia. De 53 hermandades sólo 17 eran de realengo. En la cláusula III de la escritura de incorporación a Castilla se citan los cargos municipales reservados a hijosdalgos. Los conflictos entre la Corona y los señores respecto al pago de los tributos cobrados a los labradores y siervos collazos son continuos. Juan I hace extensiva a Alava «la prohibición a los vasallos realengos que lo sean de los magnates y caballeros del Reino((Marichalar), prohibición reiterada el 15-9-1500 por los Reyes Católicos. En 1258, la Cofradía de Arriaga dona 16 villas a Alfonso VIII, bajo la condición de no poderlas enajenar ni poblar con nuevas gentes. El rey reconoce no ser de realengo sino los cascos de Vitoria, Salvatierra y Treviño. En esta contradicción, no del todo clara, sobre las pechas que debían pagarse al rey o a los hijosdalgo (Cláusulas VI y X de la escritura de 1332), parece que sólo son pechas reales las del Buey de Marzo y Semoyo, siendo el resto pagaderas a los hijosdalgo. Entre las razones que más influyeron en la pérdida de la personalidad original de la nobleza alavesa, figuran su ingreso en el gremio de la castellana según Fuero de Castilla, y la Cláusula XV de la escritura de 1332, por la que se le añade el privilegio castellano de indemnización por herida sufrida en servicio de la Corona. A partir del s. XV se aprecia una nueva tendencia entre los nobles; linajes importantes se trasladan del campo a la ciudad. Es célebre la lucha entre Ayalas y Callejas en la ciudad de Vitoria. Dice Micaela J. Portilla: «a la vez, los nobles, que a partir de finales de la XIV centuria y durante todo el s. XV, afluyen del campo a la ciudad, se dedican en gran número al comercio y se levantan suntuosos palacios, orgullo de la vieja Vitoria. Los Martínez de Heali, antecesores de los Esquivel, los García de Estella, Sáez de Bilbao..., etc.». Cambio de función y de características de la clase dominante alavesa por tanto; los entronques con familias castellanas, el agotamiento de los pequeños linajes montañeses y su distanciamiento de los grandes señores y la aparición de esta nueva nobleza de toga, comerciante y ciudadana, marcan el final de una época y de una clase ya totalmente integrada en las estructuras del poder que tienen por centro la Monarquía absoluta. El último grito de inconformismo y de protesta contra el nuevo giro de la historia está expreso en la sedición comunera del Conde de Salvatierra. La ciudad de Vitoria, la Diputación, las Juntas y las milicias de las Hermandades, pueden más que este postrer intento de resucitar el pasado y dar marcha atrás al reloj de la historia.